1. El Misterio del Diario de Maria Antonieta

72 7 184
                                    

El aroma a polvo antiguo llenaba mis fosas nasales mientras hojeaba con cuidado el misterioso diario que mi cachorro Scooby -Sí, le puse ese nombre ¿Algún problema?- había encontrado en los oscuros rincones de la Biblioteca Mazarino, en París.

No entendía como un cuerpo tan pequeñito era capaz de arrastrar tremendo diario hasta mi.
Al estudiar en la carrera de Historia y pensar durante varios meses qué tema podría tratar en mi tesis, acabé por decidir sobre Maria Antonieta y la Revolución Francesa, que en efecto, era un meollo más grande que la mismísima Muralla China. Lo decía por las fechas y todo eso. Así que entré a lo que era la Biblioteca Pública más antigua de París en busca de respuestas para mi tesis universitaria. Y si, me llevé a mi cachorro conmigo, como no sabía si podría entrar o no, decidí ocultarlo dentro de mi mochila -No sabía con quién dejarlo, ¿Vale? No me juzguéis, es más, estoy segura de que alguno de vosotros os habéis llevado a vuestras mascotas en el bolso o mochila, a mi no me engañáis- .

Como comenzaba a hacer fresco pues estábamos a finales de Otoño, me puse un suéter de rayas de color blanco y beige, de manga larga y cuello en V junto con unos pantalones marrón clarito que acompañaban muy bien el suéter. De chaqueta me puse una de color beige y mis bambas favoritas, unas Sneakers de color crema que conjuntaba todo a la perfección, lo último que me faltaba para estar lista al cien por cien eran tres cosas: Mi cachorro, mi bolso y lo más importante, dejar una nota escrita en la nevera para mis dos compañeras de piso diciendo que me iba a la Biblioteca para buscar información sobre mi tesis.

Volviendo a dónde estábamos, Scooby, mi pequeño compañero peludo, un Pastor Belga Malinois de color rojo carbonado, había estado curioseando por los rincones de la sala en la que estábamos después de salir de la mochila -Que por cierto, fue la escena mas graciosa y adorable que habia visto- en dónde le escondí, mientras que él intentaba de alguna forma, poder caminar sobre sus cuatro patitas y al verle embobada por lo adorable que se veía, vi que intentaba llevarse un pequeño libro encuadernado en cuero desgastado, con un delicado lazo de terciopelo rojo que aún ataba sus páginas.
Al verlo, no daba crédito a lo que mis ojos estaban observando, aquél diario parecía estar congelado en el tiempo, como si alguien lo hubiera dejado hace tan solo unos pocos meses a la espera de que alguien lo encontrase.

Lo cogí de entre las babas de mi bebé perruno, me di cuenta de que se trataba del diario de la vida cotidiana de la mismísima Reina María Antonieta. Un libro que nadie había hallado y se especulaba mucho sobre él pues era lo que todo historiador aspiraba a encontrar. Y sin embargo, allí estaba yo, una estudiante que cursaba su cuarto año en la carrera de Historia, con un libro que nadie había sido capaz de encontrar, sostenido entre mis manos, en los archivos antiguos de la Biblioteca más antigua de toda París.

Decidí llevarme el diario a casa, pues sabía que allí tendría el tiempo necesario para leerlo con tranquilidad y en donde la calidez de la luz de la tarde filtrándose por las ventanas iluminaba mi pequeño apartamento parisino compartido, dándome aquella paz en la que tanto me gustaba estar, junto con Scooby acostado en mi vientre mientras yo le acariciaba. Me tumbé en el sofá oscuro que tenía en el apartamento, en donde mi vista se plantaba justamente en el pequeño balcón que daba a las calles parisinas, obteniendo unas vistas bastantes bonitas de la ciudad, con la Torre Eiffel al fondo.

Con el diario en las manos, ansiosa por adentrarme en las páginas que podrían revelar secretos sobre la vida de la Reina que tanto me llegó a obsesionar, me acomodé y comencé la lectura, teniendo mucho cuidado de no estropear ni la portada ni sus páginas.

Pero, mientras sumergía mi mirada en las letras antiguas, leyendo párrafo tras párrafo, algo extraordinario ocurría. El mundo a nuestro alrededor comenzó a desvanecerse, como si las páginas del diario hubieran cobrado vida propia, una cosa muy rara a mi parecer. El zumbido en mis oídos crecía en intensidad, y de repente, me encontré en un lugar muy distinto, literalmente mi comedor había desaparecido en cuestión de segundos y eso que yo aún estaba intentando procesar la locura más grande que estaba viviendo en ese momento.

A la Luz de las VelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora