5. Una Propuesta decisiva

20 4 0
                                    

Sentados uno frente al otro, nos mirábamos sin mediar palabra, esperando a que el otro comenzara a hablar.
Ya decía yo que no pensaba ser la primera en hacerlo pues fue él mismito quién quiso ponernos ante esta tesitura...

-¿Quién en su sano juicio invita a comer a la persona quién desconfía y piensa de ella como un criminal? Porque desde luego que yo no. Vamos, ni se me pasaría por la cabeza hacer algo así, pero si hablamos del Marqués, con lo loco que está... ¿No sería algo tan descabellado?-.

-Renée, déjenos a solas, por favor. -Sin siquiera mirar a la Señora Avenel le dio la orden que fue cumplida con una simple reverencia por parte de ella y una puerta cerrándose, dejándonos solos como él pidió.

De nuevo aquél silencio sepulcral que hacía que me quisiera tragar la Tierra misma. ¿Por qué estar los dos solos? Por suerte tengo a mi pequeño cachorrito conmigo, eso me tranquilizaba un poco.

- Mademoiselle LeBlanc ¿Quién sois?

La pregunta dicha francamente y sin rodeos me dejó petrificada en el sitio.
Así que esto era lo que él tenía pensado hacer, no era simplemente un interrogatorio, quería dejar todas las cartas encima de la mesa.

Intentado controlar mi respiración y desviando mi mirada de la suya azulada tan penetrante pues notaba como si esos orbes azules me traspasaba como fantasma atravesando paredes, me puse a pensar por donde podría comenzar y cómo podría decirlo de tal manera que no me tratase de loca, pero ya que estábamos y dadas las circunstancias de nuestro primer encuentro dudaba de que la situación fuera a peor.

-Bien, am... Me llamo Jade LeBlanc, tengo 23 años y nací el treinta de Julio del año dos mil. He vivido siempre en Carcassonne. Mis padres llevan una cafetería-biblioteca justo en frente del canal du Midi de Carcassonne. De pequeña me inscribieron en la escuela primaria Marcelin Berthelot y en la escuela secundaria Varsovie. Allí hice el bachillerato de Humanidades y Ciencias Sociales. Después de ello, entré en la Universidad Pantheon-Sorbonne para estudiar Historia. Actualmente estoy en mi último año.

Al mirarle de vuelta se encontraba en una postura distinguida. Su mirada penetrante reflejaba su atención a mis palabras pese a la poca sorpresa que dejaba entrever. Uno de sus brazos descansaba sobre el reposabrazos de la silla, el codo apoyado y su mano sosteniendo su mentón con elegancia masculina. El otro brazo reposaba con serenidad sobre el otro reposabrazos, mientras una de sus piernas estaba ligeramente elevada, con el tobillo apoyado con refinamiento justo encima de la rodilla de la otra pierna.

-Comentó que el libro fue hallado en la biblioteca que mencionó con anterioridad. Me interesa saber cómo llegó a poseer dicho diario, si es tan amable de compartirlo conmigo, Mademoiselle LeBlanc.

Anonadada por su postura y lo increíblemente guapo que estaba el muy cretino aquél, sacudí mi cabeza para despejarme y responder a su duda.

-Por supuesto. La tesis en la que estoy, bueno mejor dicho, estaba trabajando, era sobre la vida de la Reina María Antonieta. Fui a la Biblioteca Manzarino para ver si había algún libro que me pudiera ayudar con mi tesis. Entré a la zona más antigua de la Biblioteca y mientras estaba mirando las estanterías, Scooby me llamó la atención y vi que tenía el diario con él. Le eché un vistazo y me lo llevé a casa. y el resto usted ya lo sabe.

Y de nuevo aquel silencio mortal sobre nosotros. Bien, acababa de escarbar mi propia tumba y por ello no iba a dejar pasar la oportunidad de comer aquél maravilloso plato de comida que tenía justo delante de mí, así que aproveché ese silencio para probar un bocado de tal manjar.

-Vale, allí mismo, se podía decir que la expresión "No juzgues a un libro por su portada" era literal...-.

Estaba más asqueroso de lo que se veía, aceitoso y grasiento, todo un desperdicio. Al no poder tragar una segunda vez, decidí que con un solo bocado ya tenía suficiente por el resto del día, así que cogí la servilleta y limpié la comisura de mis labios. Una vez que mis labios ya estaban limpios, pasé a llevarme la copa de agua a la boca, en eso mis ojos buscaron al Marqués y vi que me estaba observando en completo silencio. En ese momento, la mano que tenía apoyada bajo el mentón se encontraba justo en sus labios.

A la Luz de las VelasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora