El último poder Oculto

Capítulo 08: Palabras negadas

Drina miró al rededor con un dolor punzante en la cabeza. No sabía dónde estaba ni cómo había llegado allí. Lo único que veía era una calle vacía y oscura, iluminada por algunas farolas. Se tocó la cara y sintió algo húmedo y pegajoso. Era sangre. Se levantó con dificultad y se dio cuenta de que su ropa estaba rasgada y sucia. Sus gafas estaban rotas y apenas podía ver.

Se arrastró por el suelo, buscando ayuda. Pero no había nadie. La ciudad parecía dormida. Eran las 5:45 de la mañana y el sol aún no había salido. Drina se sintió sola y asustada. ¿Y si volvían a por ella? ¿Y si sus compañeros estaban sufriendo allá en el pueblo de los velos? No podía quedarse ahí. Tenía que encontrar a alguien. A alguien que la ayudara. A alguien que como una luz en la noche iluminara el panorama.

Entonces la vio. Era una chica de su edad, con el pelo rubio y rizado. Llevaba una camisa blanca y una chaqueta rosa. Su cuerpo brillaba con una luz suave y cálida. Era Liz Colmena, una de sus compañeras. Drina la conocía de vista mayormente, más el único contacto cercano que tuvieron fue cuando sus vidas corrieron peligro en la institución central. Liz era una de las pocas personas que tenía herencia de la Luz en la ciudad. Podía hacer que su cuerpo emitiera luz. Era un poder bonito, pero inútil. Al menos, eso pensaba la mayoría.

Drina se arrastró y caminó con mucha dificultad para llamar la atención de Liz y así poder advertirle de todo lo que estaba pasando, pero entre más pasos daba, menos se acordaba y poco a poco todo lo que vivió en ese día se fue de su mente... olvidó por completos las ejecuciones que presenció, al lugar al que fue y hasta las personas que entendieron la causa y se alzaron junto a ella y, sobre todo, olvidó quién es las persona que se presume estar detrás de todo esto.

Liz se acercó a Drina y se agachó a su lado. La miró con preocupación y compasión.

-Drina ¿Por qué te ves así? -preguntó Liz.

- ¡Liz, tienes que ayudarme, lo que pasó en la institución tiene un trasfondo! ¡Estamos en peligro! -balbuceó Drina muy preocupada.

- Me estás asustando ¿En qué debería ayudarte? ¡Busquemos refuerzo militar! ¿¡Quién está haciendo esto!? – Dijo Liz mostrando su más sincero apoyo.

- No lo sé... ¿De qué hablamos? – Respondió Drina viendo a Liz confundida completamente.

- Estás herida. Tienes que ir al hospital. Vamos, yo te llevo. -dijo Liz, tomándola en brazos, pensando que lo que dijo quizá fue alguna histeria

- No tienes que llevarme, creo que solo son golpes, además que no estás obligada -murmuró Drina.

- No importa. Eres una persona y necesitas ayuda. Además, quizá podamos resolver el por qué estás así -sonrió Liz.

Drina se sorprendió por la bondad de Liz, se aferró a ella y sintió un poco de calor en su pecho. Era una sensación extraña, pero agradable. Tal vez Liz tenía razón. Tal vez Drina no estaba tan sola como se sintió cuando apenas vio las calles de ciudad central, quizá Drina estaba detrás de algo importante.

Ahora bien, resulta que Sádel junto con Apolo habían acordado con la oficina del comisario realizar la entrevista en el propio despacho y no en el lugar de los hechos bajo la exigencia de Sádel de que "Hay demasiado calor para algo que toma horas" y, es a primeras horas donde ya se encontraba Sádel inmóvil de pie a las puertas de la comisaría de Ciudad Central esperando ser llamado. El reloj marcaba las 6:18 de la mañana, hace ya cinco minutos que llegó Sádel y caminando un poco más tranquilo se encontraba Apolo recién llegando.

- Pero mira, no tengo ni idea cómo haces para llegar temprano a todo. ¡Y eso que el que se mueve rápido soy yo! – Dijo mientras saludó con un apretón de manos

- Se llama disciplina – Respondió Sádel de forma tajante, algo inmutable

- Oye, solo estaba siendo gracioso... ¡Descansa, soldado! –Dijo poniéndose firme con su mano en la frente – Sólo estás esperando a que nos hagan un interrogatorio, no estás custodiando las puertas del palacio... relajate