PARTE 8

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Pasó una semana desde lo sucedido con la madre de Seungmin. Todo resultó en un susto y gracias a Chan la madre del pelinegro pudo sobrevivir. Algo que agradecía con todo su ser.

Tal vez la segunda mejor cosa que le pasó, fué la llegada del pelicobrizo a Seungmin, porque desde ese momento pudo ser un poco más feliz de lo que ya era antes. Lo ayudó en muchos sentidos.

Sus emociones se aclararon bastante desde que el mayor le permitió ver a su padre, después de once años sin poder siquiera despedirse. Desde ese día, Chan se volvió algo importante en la vida de Seungmin.

Un hombre que por poco mata, quién diría que a día de hoy se encontraría caminando con él a media noche por el parque, dónde solo caminaban ambos, uno al lado del otro. Aunque para otras personas, el pelinegro caminaba solitario, ya que no veían al contrario.

Decidieron salir a dar un paseo después de haber visitado a la señora Kim, necesitaba despejar su mente un momento. Ya no se sentía tan abrumado y triste como hace una semana, desde el incidente.

Él lo llamaba destino, aunque no creyese eso. Nunca lo hizo, pero a Chan lo tomó como eso, una simple casualidad que arregló el rompecabezas que le faltaba en su vida, una casualidad del destino.

— Te queda un deseo, ¿lo sabes? —dialogó Chan luego de unos diez minutos de silencio.

Lo sabía, pero no quería utilizarlo aún, no se sentía preparado. De hecho le daba miedo pedirlo y que lamentablemente Chan, no lo pudiera cumplir.
Eso dolería mucho.

Su mano tomó la del pelicobrizo en un instante fugaz, sin pensar en nada. Solo quería hacerlo.
Bang Chan se sintió confundido, ¿por qué?

Tal vez había cosas que no tenían un por qué, pero un agarre de manos debía tener un significado. Algo igual de profundo como una declaración de amor o pedida matrimonio. Siempre sintió que todas esas cosas deberían tener algo detrás, que un simple "porque sí".

— Si me agarras la mano, te verán y pensarán que estás loquito o algo así. —burló Chan.

Seungmin volteó a diestra y siniestra para sacar sus dudas. Nadie estaba en el lugar, así que se tranquilizó, solo era Chan.

— Pues mientras no hay nadie, puedo hacerlo, ¿o está prohibido? —sacudió ambas mano, aferrándose aún más.

Él sonrió. Una sonrisa cálida y leve.

Después de todo, el menor no fué como lo esperó de un principio, de hecho, era alguien bueno.
Con una personalidad algo neutral, con sus locuras. Como cualquier persona, pero eso fué lo que le agradó luego de tanto. Resultó ser alguien lindo.

Bang Chan sirvió a muchas personas, pero nadie como al pelinegro. Resultó ser alguien divertido con un muy lindo carácter, aunque con un pasado algo malo. Pero era de esperarse, no todas las personas que uno conocen son felices.

La mayoría oculta su tristeza, no porque no quieran ayuda o tal vez sí. Pero prefieren no ser el centro de atención, o tal vez simplemente no quieren ver a sus seres queridos sufrir por culpa de su daño emocional. Solo callan e intentan guardarlo, aunque muchas veces se terminan dando cuenta de lo que pasa.

No a todas las personas le gusta ser ayudadas; y no a todas les gusta pasar por alto.
Muchas veces es difícil decir como uno se siente, al final de día, todo es difícil, nada es fácil.

Atrevesar un obstáculo, salir de uno o simplemente querer probar hacerlo. Algunos se rinden porque ya no pueden más, dejan todo el potencial que tenían para ir por la opción fácil, mientras que otros realmente quieren intentar luchar por salir.

Cuestión de tiempo o no, siempre será así.

— ¡Oh, espera! —gritó Seungmin y el mayor se sobresaltó.

— ¿Qué?, ¿qué pasa? —cuestionó.

— Tienes algo en los labios. —miró aterrorizado.

— ¿¡Ah, qué tengo!? —tocó suavemente su labio con uno de sus dedos.

— Ésto.

Dijo el menor antes de cerrar sus ojos y acercarse a la cara de Chan, donde juntó sus labios con el contrario y se unieron un perfecto beso.

Las manos del pelinegro se posaron en ambos lados de la mejilla de Bang Chan, mientras que el mayor intentaba seguirle el paso.
Fué un pequeño pico, nada más y nada menos, algo simple pero lindo.

— Listo, te lo saqué. —se rió.

— Agh, eres malo para besar. —protestó.

Seungmin puso una mano en su pecho y abrió su boca en señal de una actuación, como si le había dolido esas palabras.
El mayor rodó los ojos, era peor que él, un mejor actor, si claro.

Así que lo agarró de la cintura y lo trajo hasta a él, quedaron frente a frente, y fué Chan quién comenzó un beso, un beso donde ambos labios se movían, como una danza. Combinaban bien, era como si fuera hecho para él.

Los labios de Seungmin sabían a fresas, aunque no se pusiera nada en ellos. Era como si pudiera sentir un verano fresco en ellos. Algo jamás experimentado.

A diferencia de Seungmin, que solo sintió el tacto de ellos, como una brisa de mar. Tranquilo y relajado.
Podría quedarse así toda la vida, si no fuera por la falta de aire en ambos.

Se separaron sin decir ninguna palabra, solo sonreían el uno al otro, con una pizca de timidez en ambos. Se miraron unos segundos a los ojos, apreciando la belleza de ambos.

Solo tomaron sus manos nuevamente y regresaron al hospital, para estar con su madre.

Un paseo inolvidable.


——————————— Fin de la parte 8.

Te deseo amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora