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No era la primera vez que fingía una muerte, el problema iba a ser volver a armar mi vida otra vez, aunque sólo tenía un trabajo, alguna que otra persona me conocía.

Ya era de noche y aún no habíamos cenado

—¿Vamos a cenar algo? Tengo hambre
—¿Sabes cocinar?
—Si, pero es tu casa, ¿No?
—Ve a cocinar algo, tengo migraña
—Iré a cocinar sólo porque yo también tengo hambre y al parecer eres un inútil
—Hay todo lo básico en la cocina, cocina lo que quieras, yo como de todo.

Caminé hacia donde creí que era la cocina y... Creo que en sus ratos libres es chef, ¿Cómo diablos puede tener tantos ingredientes?
Preparé lasaña, no era algo muy laborioso pero tampoco algo tan sencillo, y sabía bien.
Cuando terminé fui a la sala donde estaba y no lo encontré.

—Aquí estoy

Giré mi cabeza y estaba subiendo del... ¿Piso?

—Ven

Me limité a seguirlo, bajando las escaleras a lo que parecía un búnker, aunque las escaleras eran más como las de una casa de un piso o más.

No estaba nada mal, se veía demasiado bien para ser un búnker, tenía una cama con base negra, y en el centro había una pequeña mesa redonda de cristal.
Señaló la mesa con la mirada y obedecí poniendo la charola de lasaña sobre la mesa.

Corté la lasaña en dos, luego en cuatro y nos serví un trozo a cada quien.

—Si no te gusta no te quejes
—Bien

Dio el primer bocado y su ceja derecha se elevó un poco

—No sabe tan mal
—Te encanta, admítelo
—No hay nada que admitir
—Claro

Fue un silencio muy largo, aunque tampoco fue tan incómodo,  ambos dábamos vistazos a nuestros celulares, y al parecer ninguno de los dos encontraba nada interesante; yo no tenía redes sociales en mi celular, sólo en mi computadora, ya que había mucha posibilidad de que pudieran rastrear o hackear mi celular.


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⏰ Última actualización: Mar 02 ⏰

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Un beso de M̶u̶e̶r̶t̶e̶ AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora