LOS NUMEROSOS RUMORES

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Aquel día el señor Park había llegado sonriendo a la oficina, pero cuando miró a recepción y no se encontró con Karen, perdió la sonrisa y siguió caminando sin decir nada. Debió resultar muy chocante para el resto de recepcionistas que sí estaban allí, y no pude evitar una breve carcajada que traté de ocultar bajo mi puño al ver sus caras. Cuando llegamos al despacho cerré la puerta y el señor Park se quitó la gabardina un poco mojada. Tras los cristales se podía ver el cielo nublado y la suave nevada de principios de año.

—¿Dónde cojones está? —me preguntó el señor Park, sentándose en su sillón con cierto enfado.

—Habrá ido a por el café —respondí, todavía con una pequeña sonrisa en los labios.

El señor Park giró el sillón hacia el ventanal y la nevada que caía.

—¿Sabrá volver?

Me reí, pero me sentí mal después. Entonces llamaron a la puerta y le hice una señal al señor Park para indicarle que era ella. Él me hizo otra para que abriera.

—Hola, Karen—la saludé, abriendo la puerta la suficiente para que viera a Jimin tras de mí.

Siempre se quedaba un momento en silencio, como si le costara pensar una respuesta cada vez que le hablaba.

—Ho... hola, señor Jeon—respondió al fin, bajando al instante la mirada al suelo y sonrojándose. Me entregó los dos cafés y la bolsa del restaurante con el desayuno.

—Karen—la llamó el señor Park.

Me aparté para no interponerme entre ellos, mirando la preciosa sonrisa falsa de Jimin.

—¿Ya se te ha caído algo hoy? —le preguntó con un tono burlón y sumamente encantador mientras levantaba un poco las cejas.

Joder. El señor Park estaba jugando duro, muy duro. La joven se puso todavía más colorada, lo cual parecía imposible. Levantó su vista de ojos de chocolate y entreabrió los labios, volviendo a tardar un momento en conseguir responder en voz muy baja:

—No..., señor Park.

Él se rio un poco, como si Karen hubiera dicho algo gracioso.

—Eso está bien.

Le guiñó un ojo de una forma juguetona y un poco pícara; un gesto que el señor Park jamás haría por voluntad propia y que me resultó muy perturbador. Sin embargo, funcionó perfectamente con Karen, cuyas bragas casi pude oír haciendo «¡Pop!». Ella se quedó allí, sonrosada y casi sin aire. Esperé un par de segundos y después me interpuse para que a la pobre mujer no le diera un ataque al corazón allí mismo.

—Muchas gracias, Karen—le dije con una sonrisa amable.

Ella todavía miraba al frente, a la altura de mi pecho, antes de conseguir levantar la cabeza para mirarme a los ojos.

—De... nada, señor Jeon —dijo tras un momento, haciendo un esfuerzo por volver del mundo de los sueños a la que el señor Park la había llevado.

Entonces hizo una cosa muy rara: agachó la cabeza para tratar de cubrirse el rostro con las cortinas de su abundante pelo moreno y se dio la vuelta sin decir nada más. Fruncí levemente el ceño y miré cómo se alejaba a paso rápido, llegando incluso a casi caerse a mitad del recorrido al tropezar con sus propios pies. Parpadeé y negué con la cabeza. No se podía fingir ser así.

Cerré la puerta y me giré hacia Jimin, que ya se estaba desatando la corbata con una expresión seria. Me acerqué y empecé a repartir los envases del desayuno.

EL JEFE Y EL AYUDANTE - JIKOOK (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora