ACEITE DE COCO

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El señor Lee se enfadó muchísimo cuando le llamé. Puse el manos libres y le expliqué, más o menos, lo que había sucedido y lo que quería el señor Park. Él solo respondió:

—No. De ninguna manera.

—El señor Park no quiere...

—Hemos creado esta relación y la hemos hecho pública con el objetivo de conseguir publicidad y mejorar la imagen de Park Jimin y la empresa—me interrumpió—. Ha tenido mucho éxito y ahora no podemos echarla abajo sin más. El público le tiene mucho cariño a esa chica y su historia de cuento de hadas; si el señor Park rompe con ella, los paparazis, la prensa amarilla y los estúpidos blogs de cotilleos irán como buitres a buscarla para fotografiarla llorando y echarle la culpa de todo al horrible millonario que jugó con su corazón.

Miré a Jimin mientras el señor Lee soltaba su discurso y, por desgracia, en aquello tenía que darle la razón. Ya era tarde para desprenderse de Karen sin más. Ellos eran la Pareja del Siglo, después de todo.

—Lee —le dijo el señor Park con tono serio y seco—. Deshazte de ella.

—No es tan sencillo, señor Park —respondió el director de publicidad, haciendo un evidente esfuerzo por no mostrar su evidente enfado—. Su relación ya no les pertenece, ahora pertenece al público. Quieren verles juntos y quieren que tengan la historia de amor perfecta. No pueden romper sin más, y mucho abandonarla porque usted y su ayudante hayan mantenido una relación secreta y ahora quieran casarse...—sentenció el señor Lee en lo que, probablemente, fuera la frase con más sentido que le había oído decir nunca—. Eso sería un escándalo y echaría por los suelos toda su reputación. Si me lo hubiera dicho en su momento, podríamos haber...

—¡Entonces deja de quejarte y busca una buena excusa! —rugió el señor Park, al límite de su paciencia.

Cogí el móvil y quité el manos libres para llevármelo a la oreja.

—Señor Lee, soy Jungkook—le dije—. Creo que Karen está decidida a profundizar en la relación y ya no se va a contentar con un par de cenas al mes y un paseo por el parque. El señor Park tiene en alta estima su intimidad y no quiere que ella se entrometa en... sus asuntos privados. Somos conscientes de que la situación es complicada y estamos dispuestos a ofrecerle el tiempo que sea necesario...

—No —negó Jimin—. Tiene un puto mes. Si no se va Karen, se irá él a la puta calle.

Alcé una mano y le pedí que se calmara, pero no funcionó.

—Le ofreceremos un tiempo para solucionarlo —continué—. El suficiente para crear un argumento que agrade al público y justifique nuestra relación. Hasta entonces, seguiremos siendo tan discretos como hasta ahora. Buenas noches —y colgué sin escuchar nada de lo que el director tuviera que decirme al respecto.

Dejé el móvil a un lado y me enfrenté a lo difícil: Jimin. Estaba furioso, por supuesto que lo estaba: Karen ahora se creía con derecho a pedir cosas y el señor Lee también. Y nadie sabía mejor que yo lo mucho que Jimin odiaba que le dijeran lo que tenía que hacer. Así que tomé la opción más fácil y me levanté de mi sitio para sentarme en su regazo, le acaricié  y miré los mares de tormenta que eran sus ojos.

—Sabes que odio al señor Lee, pero en esto tiene razón, Jimin — murmuré con calma.

El señor Park no me rodeó la cadera ni me acarició la pierna como solía hacer. Se quedó con los brazos extendidos por el respaldo y una expresión seria y enfadada en el rostro.

—No nos vamos a quitar los anillos —sentenció con voz grave y peligrosa—. Ni vamos a permitir que esa subnormal se entrometa en nuestra vida.

EL JEFE Y EL AYUDANTE - JIKOOK (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora