UN BUEN IRLANDÉS

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—Hoy tiene una mañana un poco larga, pero le he despejado la tarde para que pueda disfrutar de la peluquería y un tiempo para prepararse para la cena —le expliqué en el coche de camino al gimnasio—. Había pensado en que podría pedirle cita en un spa para que se dé un masaje o un baño relajante. ¿Qué le parece?

—No me gusta que me toquen —respondió—, pero el baño suena bien.

—¿Hay algún sitio que le guste en especial o quiere que lo busque yo?

—Búscalo tú.

—Muy bien —abrí google e hice lo que haría si buscara algo para mí, solo que, en esta ocasión, el precio no sería un problema—. Uh... hay uno en un hotel del centro. Es... —me detuve la ver las fotos—, es precioso. Voy a llamar —decidí al instante, marcando el número.

Tardó un poco, pero al quinto tono cogió una mujer de voz dulce y suave. Incluso sus recepcionistas eran relajantes.

—Hola, buenos días, quería hacer una reserva para el spa esta tarde a nombre de Park Jimin —le pedí, mirando la lluvia a través de la ventanilla.

—¿Cuántos serían?

—Uno —respondí. Después le dije la hora aproximada y me despedí con una sonrisa que ella no podía ver—. Muchas gracias.

Colgué y apunté la cita en la agenda oficial.

—Jungkook—me llamó el señor Park y levanté el rostro hacia él—. Ahora vuelves a llamar y le dices que somos dos —ordenó con un tono algo cortante en su voz grave—. Y como vuelvas a tratar de evitar venir conmigo a algún sitio, todo acabará —dejó un breve silencio tras remarcar aquel «todo»—. ¿Entendido?

Mantuve su mirada un momento antes de responder:

—No trataba de evitarlo, simplemente creí que no me necesitaría allí —reconocí.

Pero no me escuchó, o no quiso escucharme, porque continuó:

—Esta noche estaré solo en la cena; pero será la última vez que lo haga —dejó bien claro—. No tendría un ayudante personal si quisiera hacerlo todo solo.

—Señor Park, ¿tiene usted claro lo que es un ayudante personal? —lo intenté, pero inclinó la cabeza para dedicarme una de sus miradas por el borde superior de los ojos, esa que era más una peligrosa advertencia que un simple gesto—. Muy bien —murmuré en apenas un susurro, bajando la mirada al móvil para volver a marcar el número y solucionar el error.

Dudaba de hasta qué punto comprendía el señor Park lo que era un ayudante y las funciones que debía cumplir. En su mundo, yo era su sombra, siguiéndole a todas partes en silencio; y hubiera podido tener sentido si realmente me necesitara cerca, pero sospechaba que se trataba más de algún tipo de fetiche que de una necesidad real.

Tras el entrenamiento militar, que resultó mucho menos doloroso de lo que me esperaba, fuimos a ducharnos. Pero esta vez el señor Park no se puso en la ducha de al lado, como solía hacer, sino que utilizó mi propia ducha, haciéndome apartarme a un lado mientras se mojaba. Le dediqué una mirada interrogante, con las manos en alto de una forma que dijera: «pero qué cojones haces...». El señor Park se limitó a pasarme el champú y a mirarme con su expresión seria de siempre. Después nos vestimos y continuó mirándome, pero eso ya formaba parte del día a día.

—Cuando vayamos al centro de estética te depilarás el culo —me dijo de forma distraída mientras se abrochaba su camisa blanca—. El resto... puedes conservarlo. Empieza a gustarme.

EL JEFE Y EL AYUDANTE - JIKOOK (ADAPTACION)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora