05 Els nostres majors remordiments

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El agua recorrio su cuerpo cono una vieja amiga, acariciando su cuerpo de una forma dulce y concisa, siempre siguiendo la misma pauta. El frío abandono su piel y dejó paso al calor, gimio de satisfacción, que bien se sentía.

Cerro los ojos y se abrió paso en su mente, sentía que vivía en un cortometraje, tan rápido y borroso, no recuerda haber llegado a aquella casa, tampoco recuerda la conversación con Jaume, solo recordaba la dura mirada que le dio Borja, tan fina y tan neutral que traspaso todos sus sentidos, como una aguja en un telar.

Empezó a enjabonar su cuerpo con delicadeza y lentitud, limpiando su suave piel, pero con el paso del tiempo lo rozaba con más fuerza y rapidez, empezando a lastimarlo, pero no podía parar, no quería parar, se sentía tan sucio y utilizado, estuvo durante tres malditos años con un lunático que lo había dañado de tantas formas que ya no distinguía entre lo real y las pesadillas, todo el amor que una vez se tuvo desapareció en aquella mansión.

Raúl no supo en que momento dejó salir las lágrimas, pero se sentía tan bien poder llorar sin temer que lo pegasen, sin miradas ajenas que lo judgaran, poder sacar todo aquel dolor que había acumulado con el tiempo, y lloro, como nunca antes lo había hecho, por que odiaba sentirse así, ya que le solo quería una cosa...

Ser feliz.

Un deseo que aún que pareciese tan infantil, también era algo demasiado importante, un deseo que tuvo desde de que fue un simple infante, la verdad es que cuando conocio a Borja pensó que cumpliría aquel estúpido sueño, pero todas aquellas hermosas sonrisas se transformaron en un arma de doble filo, y tarde fue cuando se dio cuenta donde había terminado, como un perro en la perrera.

Había terminado aceptando que ese sueño era una simple tontería, y que aun que por más que lo desease, nunca llegaría a ser feliz, triste, ¿verdad?, pero así era la vida, cruel e injusta, nunca se consigues lo que deseas sin dar algo a cambio, y como el mismo sufrió, su integridad física y mental por un amor falso, estúpido, y ahora, había perdido todo, otra vez.

Alguien llamó a la puerta.

Raúl salió de aquella burbuja de tristeza que el mismo había construido con su sufrimiento y remordimiento, mirando directamente a la puerta, con una sola pregunta pasando por su cabeza, ¿quién sería la persona que lo molestaba?, pero pronto se dio cuenta de quien era, Jaume, era el único con llaves de sí habitación.

Apago el agua y rápidamente se envolvió en una toalla, para asi mirarse al espejo, tenía los ojos algo rojos pero fácilmente podría decir que se le había metido champú, y sus lágrimas fueron arrastradas por la regadera. No quería que Jaume sintiera lastima por él, y si lo veía llorando seguramente iría corriendo para ayudarlo.

Abrió la puerta, dejando ver una figura alta y esbelta, que lo miraba fijamente como un búho en plena noche.

—Jaume, ¿pasa algo?— Fue al grano, la verdad es que el sueño lo consumía y provocaba cosquillas por todo su esbelto cuerpo, solo quería ocultarse dentro de las sábanas y no volver a ver la luz del día.

—Quería ver si tenías hambre o algo, llegamos ya hace algunas y no has comido nada...— Hizo una pausa, para mirarlo de pies a cabeza —... pero ya veo que no es buen momento ¿cuando termines de alistarte quieres que pida algo?—.

Agacho la cabeza y se mordió el labio inferior, podía elegir lo que quería comer, con Luzuriaga nunca podía elegir lo que llevarse a la boca, y lo mejor de todo, ¡comida basura!, aquel hombre tenia un problema con la comida cien por cien saludable, y más con el aspecto físico. —Me gustaría comer... un durum...—.

—Un durmun?— Raúl asintió algo tímido, Jaume sonrió feliz —Un durum mixto sin tomate y sin cebolla, con extra de salsa blanca, ¿te sigue gustando así, no?—.

Abrió sus ojos sorprendido, pero con una chispa de felicidad sorprendente. Asintió de nuevo, mordiendo cada vez más su labio, pero esta vez de vergüenza, ya que no pensaba que recordase como le gustaba aquella comida.

Después de todo, habían pasado más de dos años de la última vez que comieron eso juntos.

—Perfecto— Choco las manos, y una sonrisa ilusionada surco los labios del pelirrojo —Tu termina de preparate, yo voy a por la cena y ya cuando esté te aviso, ¿te parece?—.

—Está bien— Simplemente confirmó, pero no pudo evitar que una pequeña pero hermosa sonrisa apareciera.

Había hechado de menos a aquel hombre, después de todo era su única familia, y el único que lo conocía de una forma tan íntima que Borja era un simple peón a sus pies. Además, aun después de estos dos años, lo seguía queriendo de la misma manera, no le había dicho la razón por la que de alejo tan repentinamente, pero él, lo abrazaba como lo hacía antes, con amor y confianza.

Se sentía estúpido por haber caído en los brazos de Borja cuando tenía todo lo que necesitaba ahí mismo.

Ya con la mente despejada y más calmado que cuando entro al baño, se recostó en el mullido colchón, evitando cerrar los ojos de la comodidad. La verdad que Perxita se había lucido con aquel cuarto, era su cuarto anterior, si, pero parece como si no hubiese pasado el tiempo ahí dentro, ni polvo, ni moho, nada, estaba más limpio que el culo de un bebé, y no hablar del armario, estaba todo lleno de ropa nueva, recién comprada, de marca, obiamente, y todo de su estilo, es decir, sudaderas anchas y pantalones holgados.

No pensaba que su hermano se acordase de todo, pero se acordó, y se sentía feliz por ello.

Su mirada viajo por toda la habitación hasta parar en un lugar, una foto en el corcho de la pared.

Se levanto suavemente y se dirigió hacía el corcho, para asi estirar la mano hacía la fotografía y levantarla, sus ojos brillaron.

Era una foto de él y Jaume, aún recordaba aquel día.

Justo ese día había acompañado a Jaume a una cita muy importante con un comprador importante, que al final terminó más pronto de lo que debía, ya que al comprador le surgió algo que no nos pudo decir. Como aún les quedaba toda la tarde para disfrutar, decidieron comer unas pizzas en su lugar de confianza, y terminar los dos en un foto matón haciendo caras estúpidas riéndose juntos.

Un día simple pero divertido y único al mismo tiempo.

Sonrió con nostalgia, la verdad es que cuando huyó, no pudo llevarse casi ninguna foto, solo se llevó una foto y desapareció con el tiempo cuando terminó en la mansión Luzuriaga.

Después de aquel momento tan nostálgico se cambió a prendas más cómodas, cuando vivía con Borja, tuvo que vestir más femenino y elegante, según el hombre, debía verse asi para poder mostrar que era merecedor de su amor y demostrar a su familia que hacía el papel adecuado en el hogar, además de en la cama, claro está. Tuvieron muchas peleas sobre la ropa que devia llevar, hasta que terminaron llegando a golpes, más bien Borja llegó a golpes, y Raúl empezó a obedecer.

Como odiaba a Borja.

Nego con la cabeza, odiaba recordar aquellas cosas, pero siente siempre terminaba jugandosela y en cuanto se despistada terminaba recordando todo lo que sufrió en aquel lugar que una vez llamó hogar.

Solo le quedaba esperar a que Jaume volviera con la cena.

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De verdad que este capítulo me ha entristecido mientras lo escribía, pero a ver, es una historia triste, obiamente va a haber escenas triste, pero bueno.

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