11 La diferència indiferent

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Lamio su pulgar y paso la página delicadamente, viendo nuevas palabras aparecer y mostrar la continuidad de la historia.

Jaume fruncio el ceño extrañado, no recordaba que a Raúl le gustase leer, es más, aborrecia los libros, y ahora se pasaba con el hocico metido entre las estanterías de aquella biblioteca tan antigua y valiosa.

Desde que volvió, pudo notar muchos cambios en Raul, como sus gustos o su rutina del día a día, era la misma persona pero por otro lado era completamente diferente.

Se acerco silenciosamente al más bajo, pero en cuanto estuvo a un metro de distancia Raúl se giro.

-¿Pasa algo?, llevas varios minutos mirándome- Hablo tranquilo mientras cerraba el libro, no sin antes marcar la página por donde se había quedado.

- No pasa nada, simplemente me pareció extraño verte leer- Respondió Jaume, desviando la mirada.

Raúl levanto las cejas y miro el libro, ¿tanto había cambiado?. Recuerda que su estancia en la casa Luzuriaga, no sólo había sido dolorosa, sino extremadamente aburrida también que había terminado buscando consuelo entre los libros de aquella biblioteca, ya que aquella familia era muy tradicional y tenia la tecnología justa y necesaria.

-Empecé a leer por aburrimiento, y pues me acostumbre- Explico por encima sin dirigir la mirada, apretó el libro entre sus manos -Soy... ¿tan diferente?-.

-No tanto...- Se sentó al lado del castaño, y apoyo las manos en las ajenas -puede que hayas cambiado en algunos aspectos, pero de eso trata la vida, creces y pues te empiezan a gustar diferentes cosas-.

Raúl miró un momento al contrario y volvió la mirada al libro, solo habían sido dos años fuera de allí, sin embargo todo era diferente, la decoración, la rutina, los vecinos, los empleados, Jaume, y hasta él, simplemente todo había cambiado, y no se puede decir si a mejor o a peor. También las experiencias dejan marca en nosotros, en como actuamos y cono vemos las cosas, por ejemplo, Jaume a vivido dos años pensando que su única familia había muerto, mientras que el había vivido dos años encerrado en una mansión con un hombre que no lo amaba.

-Ya veo...- Terminó la conversación y se levanto de su asiento, llendose de aquella sala, Jaume suspiro mientras miraba la puerta donde Raúl hacía unos segundos se fue.

Todo era tan distinto.

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Miro la foto entre sus manos con nostalgia, los rostros felices de él y su hermano se reflejaban como un fantasma del pasado, ¿algún día volverían a tener esa conexión de antaño?, cuando la felicidad era el pan de cada día y las risas el alcohol que ahora detestaba y quemaba su garganta como un veneno letal.

Añoraba esos días, donde no tenía que fingir una sonrisa o donde no le tenía miedo al contacto físico, también añoraba dormir en paz entre sus sábanas, cuando las pesadillas no eran su compañera de cama.

Sabía que Jaume le estaba dando su tiempo para abrirse y volver a como eran antes, pero era imposible, simplemente eran diferentes a antaño, ya no podían ser el mismo dúo dinámico, ya no más.

Una gota callo encima de la foto y abrió los ojos impresionado.

Estaba llorando.

Se limpio las lágrimas con la manga aún que no paraban de brotar como las raíces de una linda flor y se permitio sonreír, sonreía de alegría o sonreía de tristeza, no sabía diferenciarlo.

Se sentía tan mal por como habían terminado las cosas con Jaume, por su situación, o por no ser capaz de intentar mejorar y pasar página.

Por otro lado se sentía tan bien ser libre, poder ir a donde quisiera, comer toda la comida basura posible, o decidir cuando o no quería contacto físico, simplemente era maravilloso.

Si quería leer leía, si quería comer comía, no como con Borja, allí leía por obligación, o limpiaba la casa como si le pagarán por ello, comía lo que le servían en el plato y nunca llegaba a llenarle del todo, simplemente era fascinante poder hacer lo que quisiera de nuevo, sin alguien en sí espalda vigilando sus acciones.

Era feliz, pero al mismo tiempo lloraba por que todo fuera como antes.

Se arrepentía tanto de haberse escapado.

De haber confiado.

Maldito hombre de lengua filosa y sonrisa encantadora.

Ahora era libre, aquel hombre no lo ya tenía entre sus manos.

Un ruido fuera del pasillo llamo su atención, alguien se había tropezado, según podía deducir él. Entrecerro los ojos y miró a la puerta fijamente, no debería ir a investigar aún que no fuese nada,podría correr peligro, sin embargo, ¿qué era la vida sin algo de peligro?.

Con determinación se levanto con cuidado de si cama, agarrando un bate de béisbol viejo que tenía en la esquina se acercó a pasos casi inexistentes, hasta llegar frente a la puerta.

Agarro el pomo y con una lentitud inimaginable abrió la puerta.

La corriente paso por todo su cuerpo además de un cierto olor en específico.

Tabaco.

Arrugó la nariz y puso una mueca, nunca llegó a desagradarle el tabaco, sin embargo en su antiguo hogar, la mansión Luzuriaga, estaba terminantemente prohibido fumar, más de una vez le castigaron por tomar un cigarro, con el tiempo empezó a aborrecer el fumarlo.

Aún que no negaría que aquel olor lo atraía y le generaba intriga al mismo tiempo, le recordaba a la libertad que una vez tuvo, a la imperfección que nunca pudo mostrar y esas simples cosas le llenaban de placer.

Asomo la cabeza por el marcó y miro al final del pasillo, viendo una figura esbelta y robusta descansar contra la pared mientras sostenía un cigarro medio acabado, el humo gris inundaba su alrededor y de cierta forma eso le cautivo. Pelo algo largo y descolocado, castaño como las almendras, una barba bien recortada y de hacía pocos días, ojos finos y pequeños, labios rosados y una mandíbula bastante marcada, además que iba de traje.

¿Por qué iba de traje aquel hombre?.

Sus piernas temblaban como flan y si no fuese por su agarre al marcó seguramente ya estaría en el suelo, ¿qué le estaba pasando?, aquella presencia imponía y demandaba control, tan segura de sí misma y al mismo tiempo tan relajada, como si nunca fuese a morir.

Aquel hombre giro de repente la cabeza y sus ojos chocaron.

Marrones.

Sus ojos eran marrones.

Justo al contrario de como salió volvió a entrar a su habitación, cerrando la puerta con brusquedad.

Mierda. Había dado un portazo sin darse cuenta.

Apoyo todo su peso en la puerta cogiendo aire a bocanadas, se resbaló hasta quedar tirado en el suelo, aquel comportamiento no era normal, claro que no, aquel hombre solo era alguien cualquiera que pasaba a ver a su hermano, no tenía nada de interesante, ni su rostro ni su pelo, era alguien cualquiera que seguramente nunca volvería a ver.

Que equivocado estaba.

En ese mismo momento, afuera de aquella habitación, aquel hombre miraba el lugar donde momentos anteriores había estado Raúl, cuando Jaume le habló de aquel chico simplemente le mostró alguna foto de cuando era una niño, inocente y puro, sin embargo nunca le mostró una foto de él ahora, sobretodo por que le hacia recordar su muerte-no muerte.

Tenía que admitir que aquel chico era alguien... curioso, en todos los sentidos posible ya que lo había pillado esperándolo.

Sonrió, vaya sorpresa se llevaría el chico cuando se enterase que se encargaría de vigilar su culo con un catalejo las veinticuatro horas del día.

Tenía el presentimiento de que aquellos meses serían bastante interesantes.

Tiro el cigarro a la maceta y se fue mirando al suelo.

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