Reencuentros

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Yo soy una persona que se junta con todo tipo de gente. He sido amigo de gente decente, sí, pero también me he juntado con delincuentes juveniles, víctimas de injusticias sociales, okupas, inmigrantes sin papeles... Y todos ellos me han llevado a conocer sitios a los que nadie iría por cuenta propia. Pero, ¿a los traficantes? Siempre los he tratado de evitar. Así que no tenía ni idea de dónde podría estar Secco en ese momento. Pero se me ocurría alguien que sí podría saber algo.

–Llamaré a Cesare. A lo mejor él sabe algo sobre los Killer Whale esos– Le dije al amigo armadillo. Es lo que le propuse a Secco antes, pero le tiene demasiado asco a Cesare, y probablemente le hirió un poco el orgullo que una persona que no le gusta pudiese remotamente tener algo que ver con sacarlo de un problema. Pero se tiene que joder, prefiero un Secco con su orgullo de macho alfa dolido que uno sin cabeza.

–Calcare, la última vez que lo viste fue en una comisaría, después de que él se revelase contra los nazis y a punto de ser posiblemente condenado o multado con una cantidad exagerada de dinero por pegar al crío de un político gilipollas. ¿Tú crees que tendrá ganas de hablar contigo?–

–Vale, no había tenido en cuenta ese detalle. Hmmm...–Pensé un poco. – Puedo ofrecerle dinero. Ando un poco corto ahora mismo, pero por Secco estoy dispuesto a gastar lo que sea...– Para ser honestos, en mi cabeza dudé un poco de lo que acababa de decir. Me explico, era verdad que no me importaría gastar el dinero que hiciese falta por Secco, pero después de todo lo que había hecho no sabría decir si sería algo sensato. Por otro lado, él nunca me ha abandonado, ni se ha rendido conmigo, que soy un cabezota de mucho cuidado. Tendría tiempo para pensarlo en otro momento.

–Bueno, pues suerte con ello. Mientras tanto yo voy a buscar el puente más acogedor bajo el que puedas vivir sin pagar alquiler–

Rápidamente saqué mi teléfono del bolsillo y busqué el contacto de Cesare. Pensé que tendría que insistir volviendo a llamar, ya que tardaron en responder pero finalmente alguien contestó la llamada.

–¿Sí?– Respondió una voz femenina a través del altavoz. Me fijé en no haberme equivocado y hubiese llamado a otra persona, pero sí era el número de Cesare.

–O-oh, hola. Disculpa, ¿está Cesare?– Este es uno de esos momentos en los que mi ansiedad aparece de forma estúpida e irracional. ¿Y si ahora era el número de otra persona y yo, un desconocido, voy y llamo? Quedaría como un idiota, ¡como un ignorante! El armadillo me miró con cara de "céntrate, leches".

–¡Sí, está! Dame un momento, que está en la cocina...– Era una voz alegre y animada. De hecho, parecía agitada, como si estuviera haciendo algo cuando llamé. Después escuché unos murmullos que no pude entender, junto con el ruido distorsionado de manos pasándose el móvil y tocando el altavoz.

–¿Sí?– Ahora sí era Cesare. Él también tenía una voz animada y un tono alegre.

"Vale, allá vamos", pensé. La verdad es que no quería hablar con Cesare, pero ya no tenía nada que perder. Bueno, sí, a mi persona favorita, por eso lo estaba haciendo.

¿Vamos a por un helao'? ///Secco x Zero///Donde viven las historias. Descúbrelo ahora