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Las terapias con Seulgi ya eran todos los días a la semana después de salir del colegio, así que Hiyyih, Lea o Yeji iban con él.
Era viernes, un poco más de las 3 de la tarde, Soobin no fué a entrenar y estaba llevando a Hayi a su casa para que fueran a estudiar.
Estaban en la entrada del instituto, ella agarrada del brazo del mayor mientras le hablaba de su nueva rutina de patinaje con Sunghoon y la competencia que tenía, mientras tomaba su té de durazno frío. Soobin la veía con ternura, porque sí, la chica era encantadora en cada aspecto.
Huening fué corriendo hacia dónde el estaba, chocando con su espalda y haciendo que la chica se soltara del agarre de Soobin y se cayera.
-Yi!-le gritó el castañito con pánico, acercándose a ella para recogerla del suelo ya que él mismo la había tirado.
-T-Tranquilo Hyuka.-Dijo ella con una sonrisa dejándose levantar.
Esa misma sonrisa fué borrada de inmediato al ver que el Hawaiano comenzó a llorar.
-P-Pe- ¡P-Perd-dón-dó-on!-Exclamaba llorando, cubriendose la cara y comenzando a golpearse la cabeza con sus manos empuñadas.
-Hyuka, Hyuka, Hyuka, Kai, Bebé, escúchame.-Habló Soobin, abrazándolo con fuerza y quitándole los brazos para que dejara de lastimarse.
Él lo siguió abrazando, un par de minutos considerables, al punto de qué ya la camisa azul de Soobin estaba llena de mocos y lágrimas.
-Hyuka, cariño, cálmate. ¿Bien?-Dijo sosteniendo sus muñecas, y agachandose a su altura ya que el castañito era más pequeño que él, aproximadamente 1.75.
-No eres malo ni nada Hyuka, solo fué un pequeño detalle nada importante, esto te ayuda a aprender que debes tener más cuidado.-Agregó la morena en voz dulce y reconfortante, pasando su manita por la espalda del castañito.
Con ellos dos ahí tan agradables, de la mente del Hawaiano desapareció aquella nube de dolor y ansiedad que era un tormento en ese momento, las gruesas gotas de oxalato se disolvieron y el castañito sonrió.
-A ver Kai. ¿Que necesitabas?-Cuestionó el más alto de los tres arreglandole el cabello para evadir el sonrojo de su cara.
-uhm, m-me preguntaba s-si podías acomp-pañarme a t-terapia..-Su voz era tan tierna como una fresa recién cosechada, mientras jugaba con las mangas de su suéter.
-Claro Ningcito, vamos.-Le dijo el pelinegro sonriendole.
-Y-Yo m-me voy entonces.-Vociferó Hayi definiéndose un rulo con incomodidad.
-¿p-puedes ir tú también, canela?-Le preguntó él, diciéndole por el apodo que le puso por su color de piel.
Ella asintió con una sonrisa dulce, y los tres fueron al lugar.