Once 11

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Noah
Casi me reí.
-¿No?
Sacudió la cabeza, con la mirada de un niño que hubiera encontrado
sin querer el escondite de los regalos de Navidad. Un poco culpable, pero
también muy alegre. Sus ojos recorrieron cada centímetro de mi piel húmeda,
deteniéndose en mi polla.
Podría haber tomado una toalla yo mismo, pero no lo hice. Estaba
disfrutando demasiado de su cara. Y llevaba toda la tarde dándome
maldiciéndome por haber sido tan cabrón en la playa. Después de dejarla,
volví a casa y me pasé tres horas rastrillando hojas y limpiando los canalones,
y luego fui a limpiar también los de mi madre.
De vuelta a casa, me comí una cena congelada de mierda, vi las Series
Mundiales sin prestar realmente atención al partido -y era la final- y me eché
la bronca por haber estropeado la única oportunidad que había tenido
realmente con Meg. Me dije a mí mismo que si se me ofrecía otra, haría las
cosas de forma muy diferente.
Y aquí estaba ella, todavía con ese pequeño y caliente top rojo.
Y aquí estaba yo, completamente desnudo y empezando a empalmarme
mientras pensaba en arrancárselo.
-¿Tienes el hábito de entrar a la fuerza? -le pregunté.
De nuevo, ella negó con la cabeza.
-No he entrado a la fuerza. Tu puerta trasera estaba abierta.
No era propio de mí, pero era posible, ya que había estado muy
distraído toda la noche.
-Y sólo iba a usar el baño muy rápido -continuó, obviamente nerviosa
-. No sabía que estarías en este.
-Hay un problema con el desagüe de arriba, así que bajé aquí.
-Oh. -Dios. La chica no podía apartar los ojos de mi polla. Era tan
caliente como hilarante-. ¿Así que no estás aquí para robar nada? -
Pregunté.
-No.
-¿Planeabas hacer vandalismo en la propiedad?
-No. -Bajó la barbilla, pero finalmente se encontró con mis ojos-. Meinteresa más el daño corporal.
Ya no me anduve con rodeos, fui por ella, me la eché al hombro y la
subí por las escaleras.
Dentro de mi habitación, la acosté encima de mi edredón,
deteniéndome sólo para quitarle los zapatos.
-¿Haces la cama? -preguntó ella, claramente sorprendida.
-Con las esquinas perfectas en treinta putos segundos o si no.
-Estoy impresionada.
-Bien. -Me estiré sobre ella, acomodando mis caderas sobre las
suyas.
Ella soltó una risita.
-Me estás mojando.
-Ese es mi plan. -Apartando su pelo, enterré mi cara en su cuello y
besé su garganta.
Gimió suavemente, retorciéndose debajo de mí.
-Oh Dios, eso se siente bien. ¿No estás enfadado?
Levanté la cabeza.
-¿Por qué iba a enfadarme?
-Por lo que dijiste hoy. Cómo ceder a lo que sentimos sería una mala
idea, porque temes que arruine las cosas.
-A la mierda lo que he dicho. No tengo miedo. -Bajé la mirada
hacia ella-. ¿Lo tienes?
-No. -Sus piernas vestidas de vaqueros se enroscaron a mi alrededor
y acercó sus labios a los míos-. Te quiero. Quiero esto. Por favor, no te
detengas.
No tuvo que decírmelo dos veces.
La besé como siempre había querido, como había soñado, como había
fantaseado.
Sabía ligeramente a miel, o quizá a jarabe de arce, algo dulce y sexy al
mismo tiempo.
No podía tener suficiente.
Y ella tampoco podía. Me encantaba la forma en que se movía debajo de
mí; puede que tuviera los brazos inmovilizados por encima de los hombros,
pero tenía esas piernas de corredora y las utilizaba, frotando sus talones por
la parte posterior de mis piernas, cruzando los tobillos por detrás de mis
muslos, abriendo bien las rodillas y llevándolas hacia nuestros pechos.
Finalmente, besé la parte delantera de su camisa y pasé mi lengua por
esa estrecha cinta de piel desnuda que me había estado volviendo loco todo el
día.-¿Te has puesto esto a propósito? -Le pregunté-. ¿Sabiendo que me
excitaría?
-¿La verdad? -respiró ella-. Sí. Al menos, esperaba que así fuera.
-Lo hizo. Desde el momento en que subiste a mi coche. -Empujé la
camisa más arriba de su estómago y besé su caja torácica-. Tentadora
malvada.
Se rió, el sonido resonó a través de su pecho hasta mis labios.
-Quería que me miraras de otra manera. Que me quisieras así.
Agarré la camisa por el dobladillo y la levanté por encima de su
cabeza. Cuando miré su sujetador desnudo con encaje y sus pechos
desbordados, mi deseo se disparó y recé para agradecer que hubiera dejado la
luz encendida en mi habitación.
-Ha funcionado. -Bajé la cabeza hacia su pecho y moví mi boca sobre
la carne y el satén y el encaje-. Nunca he deseado tanto a nadie en toda mi
vida.
Todo su cuerpo se estremeció.
-Yo tampoco.
Que Dios me ayude, traté de ir despacio.
Le quité el sujetador y colmé cada uno de sus perfectos pechos con toda
la atención que merecían, con mis manos, mis labios y mi lengua. Le bajé los
vaqueros y la ropa interior por las piernas y volví a lamer la parte interior de
un muslo y luego la del otro, deleitándome con la forma en que ella tomaba
aire, jadeaba y susurraba mi nombre como una súplica. Separé sus piernas y
enterré mi cara entre sus muslos, devorándola con largas y pausadas caricias
antes de chupar suavemente -y luego no tan suavemente- su clítoris mientras
ella gemía y mecía sus caderas y se aferraba a mi pelo.
Y cuando ella dijo, Oh Dios, Noah, se siente tan bien, y ha pasado
tanto tiempo, que me puse incluso más duro y aún más decidido a hacer que
se corra una y otra vez esta noche.
Que se joda el imbécil que la dejó. Que se jodan todos los que alguna
vez tuvieron esta oportunidad y la echaron a perder. Que se jodan todos los
que hayan tenido la suerte de probar a esta mujer con la que había soñado
desde que tenía dieciséis años.
Esta noche era mía.
Deslicé mis dedos dentro de ella. Escuché. Presté atención al modo en
que se movía, al modo en que gritaba, al modo en que se humedecía aún más
y se hacía más firme bajo mi lengua. Y cuando se corrió, con sus gritos
enloquecidos, su clítoris palpitando contra mi lengua, su agarre apretado en
mi pelo, casi perdí el control y ensucié toda la cama.
Seguía respirando con dificultad cuando volví a subir por su cuerpo. Su
piel estaba caliente y húmeda, su boca abierta y expectante. La besé
profundamente, introduciendo mi lengua entre sus labios, haciendo rechinar
mi erección contra su piel caliente y húmeda. No iba a durar mucho más.Se metió entre nosotros y envolvió mi polla con su mano. Gemí cuando
dejó que mi carne se deslizara entre sus dedos, apretando su mano mientras
yo me metía dentro de su palma.
-Eres tan grande -susurró contra mi boca-. Tan duro. Y te quiero
dentro de mí con tantas ganas.
Mi polla amenazó con correrse allí mismo en su mano y envió una
seria llamada de emergencia al 911 a mi cerebro. Ahora o si no, imbécil.
Me separé de ella, me incliné y tomé un condón de la caja que había en
el cajón de la mesita de noche. Hacía tanto tiempo que no necesitaba uno que
me sorprendió que la caja no crujiera al abrirla. Probablemente estaba
cubierta de polvo.
Rompí el paquete con los dientes y me lo puse, amando la forma en que
me miraba. La forma en que atrapaba su labio inferior entre los dientes. La
forma en que su pecho subía y bajaba con cada respiración anticipada.
Diez segundos después, estaba penetrando en ella, con todos los
músculos de mi cuerpo tensos por el esfuerzo de mantener el control. Fui
despacio, dándole tiempo para adaptarse a mí, escuchando cómo sus agudos
jadeos se convertían en suaves suspiros de placer.
-Sí -susurró cuando empecé a moverme con un movimiento fácil,
rítmico y oscilante sobre ella. Deslizó las palmas de las manos por mi espalda
y por mi culo-. Sí, así.
Mantenerme así me costó un poco de esfuerzo, ya que mi cuerpo estaba
desesperado por abandonar este ritmo lento y decadente y galopar hacia las
malditas colinas. Pero tomé impulso, respiraciones acompasadas, inhalando
el aroma de su piel y su pelo. Me obligué a pensar en todas las veces que
había deseado sentir esto mismo: mi cuerpo dentro del suyo, por invitación
suya. Me mantuve muy atento a cada una de sus respiraciones, a cada una
de sus palabras, a cada uno de sus movimientos, deseando que esto fuera
perfecto para ella.
-Oh Dios, Noah. Vas a hacer que me corra otra vez -jadeó en mi oído,
sus caderas encontrándose con las mías empuje a empuje-. Fóllame,
fóllame, fóllame...
Y eso fue el final de así.
Sus palabras rompieron la última cuerda que me ataba al
autocontrol y la bestia que había en mí se desató. Le agarré las muñecas y
las sujeté en forma de X por encima de su cabeza. La penetré con fuerza,
rapidez y ferocidad. Sentí un placer perverso al ver cómo luchaba y no
conseguía liberar sus brazos, al ver cómo sus gritos desgarradores podían ser
de dolor o de éxtasis, al ver la resbaladiza y caliente capa de sudor que cubría
nuestra piel.
Y luego profundicé más, utilizando el peso de mi pelvis sobre la suya
para hundirme aún más en su cuerpo y follarla con fuertes y rápidos
empujones de mis caderas.
-Vuélvete a correr para mí -exigí-. Déjame sentirte.
Supe cuándo ocurrió, porque su cabeza cayó a un lado y su boca se
abrió. Entonces gritó mi nombre, y yo me perdí.
Mi orgasmo fue una detonación que se sintió en cada hueso, cada
músculo, cada célula de mi cuerpo. Me entregué a él, mi visión se volvió
negra, mis gemidos largos y fuertes, mi polla palpitando dentro de ella una y
otra vez. No quería que terminara nunca.
Cuando mis sentidos volvieron, me apoyé y la miré.
-¿Estás bien?
Sus ojos estaban cerrados, pero se abrieron de par en par.
-No. Realmente no creo que lo esté. Pero es algo bueno.
Era jodidamente adorable: mejillas sonrosadas, pelo desordenado,
labios hinchados. Su expresión era una mezcla de autosatisfacción y
asombro.
-Eres hermosa, sabes.
El color rosa de su tez se intensificó.
-Para.
-Hablo en serio. Eres jodidamente hermosa.
-Lo dices porque tu polla sigue dentro de mí.
-Voy a admitir que eso es algo que me alegra mucho, pero no es por lo
que te digo lo que veo. Es la verdad.
Una sonrisa hizo que sus labios se curvaran lentamente, como si
realmente estuviera dejando que mis palabras calaran.
-Gracias. Me siento hermosa ahora mismo.
-Bien. -Apoyé mis labios en su frente-. ¿Puedes quedarte? ¿O
tendrás problemas si te saltas el toque de queda?
Se rió.
-Por suerte, ya no tengo toque de queda. ¿Quieres que me quede? Sé
que tienes que levantarte temprano para trabajar. No quiero ser una molestia.
-Vete a la mierda, Sawyer. No te lo habría pedido si no quisiera que te
quedaras. Pero puedo llevarte a casa ahora mismo si lo prefieres.
Tomó mi cara entre sus manos.
-Me quedaré.
-Bien. -Besé sus labios-. Déjame sacar a Renzo una última vez, y
vuelvo enseguida.
-De acuerdo.
Salí de ella con cuidado, tomé un par de pantalones de chándal, me
detuve en el baño para limpiarme un poco y luego dejé salir a mi pobre perro
de su habitación. Estaba agitado, probablemente porque había oído todo el
ruido, y quería, por supuesto, subir corriendo a mi habitación y ver a quévenía todo el alboroto. Pero le ahorré a Meg un segundo animal saltando sobre
ella esta noche, sacando a Renzo fuera. Cuando volvimos a entrar, me
aseguré de cerrar la puerta trasera con llave.
Cuando volví a subir, la puerta del baño se abrió y Meg estaba allí, con
un aspecto muy desnudo y un poco avergonzado.
-¿Por casualidad tienes un cepillo de dientes extra?
-Claro. Cajón de abajo a la derecha.
-Gracias.
Mientras ella se cepillaba los dientes, yo me aseguré de que mi
habitación estuviera limpia, aunque mantenía las cosas bastante ordenadas
allí -los viejos hábitos del ejército son difíciles de erradicar-. Luego volví a
bajar corriendo por dos botellas de agua, ignorando los dramáticos lloriqueos
de Renzo, y me apresuré a subir para poner una en cada mesita de noche.
¿Necesitaría algo más? Hacía tanto tiempo que no tenía a una mujer en mi
cama, y menos aún toda la noche, que no podía pensar. Estaba bajando las
mantas cuando ella entró. Mi corazón latía con fuerza.
-Hola -dijo ella, cruzando los brazos sobre el pecho.
-¿Ahora eres tímida? -Me burlé de ella-. ¿Después de entrar en mi
casa para espiarme en la ducha?
-¡No he entrado! Y no soy tímida, sólo soy... -Sus brazos cayeron a
los lados-. No estoy acostumbrada a que alguien me mire desnuda con
las luces encendidas.
-No puedo decir que lo sienta. Pero toma, ¿esto te ayudará? -Me
deshice de mi sudadera y la arrojé sobre una silla-. Ahora también estoy
desnudo con las luces encendidas.
Ella sonrió y asintió.
-Sí, así es.
Instintivamente, nos movimos el uno hacia el otro, como atraídos por
una fuerza magnética. Ella rodeó mi cintura con sus brazos y apoyó su mejilla
en mi pecho, y yo la envolví en mis brazos, apoyando mis labios en su cabeza.
Permanecimos así, piel con piel, durante un minuto sin decir nada.
Luego me miró.
-Me encanta tu cuerpo. Es perfecto.
-Entonces estamos a mano.
-Estás mucho más musculoso que en el instituto.
-Eso espero, joder. Yo era un palo de frijol en ese entonces.
-Y tienes pelo en el pecho.
-Como todo hombre debería.
Sonrió antes de plantar un beso sobre mi corazón.
-También me gusta mucho tu culo.-Qué coincidencia. -Bajé mis manos a su trasero y apreté. Mi polla ya
mostraba signos de recuperación, hinchándose contra su cadera.
-¿Nos vamos a la cama? -preguntó, con la voz un poco más ronca.
-Definitivamente. Ahora mismo voy. -Corrí al baño y me lavé los
dientes, y para cuando volví a mi dormitorio, ella había apagado las luces y se
había metido entre las sábanas.
Cerré la puerta, puse el despertador y me metí en la cama. Al mismo
tiempo que me acercaba a ella, se acurrucaba más, arrimándose a un lado de
mi cuerpo con una palma sobre mi estómago. Me tumbé de espaldas, con un
brazo alrededor de sus hombros y la otra mano acariciando su pelo.
-¿Me lo vas a contar? -le pregunté.
-¿Contarte qué?
-¿Qué te hizo venir aquí esta noche?
-Lo mismo que me hizo preguntarte por qué nunca habías intentado
besarme antes: tenía curiosidad. Quería saber cómo sería.
-¿Y ahora que lo sabes?
Me besó el pecho.
-Me alegro de haber sido lo suficientemente valiente para hacerlo.
-Yo también. Me he estado machacando desde que te dejé.
-¿De verdad? -Levantó la cabeza y me miró.
-Joder, sí. Básicamente me habías dicho que hiciera un movimiento, y
yo había sido demasiado cobarde para hacerlo, a pesar de que siempre había
querido hacerlo.
-Así que esa parte no era una mentira.
-Nada de eso era mentira. Todo lo que te dije esta tarde era cierto.
Me preocupa perder lo que tenemos. Porque... -Me dije que tenía que ser
capaz de mirarla a los ojos y decir esto-. No puedo hacerte ninguna
promesa, Meg. Me importas, pero lo que dije ayer en la cena era cierto. No
puedo ser tu novio.
-¿Sabes qué? Acabo de tener uno de esos, y no puedo decir que haya
sido muy divertido al final. Ahora mismo estoy buscando otra cosa.
El alivio se apoderó de mí.
-¿Ah sí? ¿Qué es eso?
-Un buen momento. Sólo estoy aquí por una semana, y no quiero
pasarla revolcándome en la miseria por mis relaciones fallidas o
preocupándome por lo que hay en el camino. Sólo quiero estar con alguien
que me guste y en quien confíe, y divertirme.
-En ese caso, me gustaría solicitar el puesto de ese alguien.
-El puesto es suyo, ayudante McCormick. Pero le advierto. -Se sentó
y pasó su pierna por encima de mí, sentándose a horcajadas sobre miscaderas-. Tengo grandes expectativas.
-¿Es eso cierto? -Mis manos subieron por sus muslos y su caja
torácica, mis pulgares coquetearon con sus duros pezones rosados.
-Sí. -Sus ojos se cerraron, su espalda se arqueó y gimió cuando me
senté y llevé mi boca a sus pechos, acariciando un pico rígido con mi lengua.
-¿Cómo lo estoy haciendo hasta ahora? -Pregunté.
-Oh, Dios -respiró mientras yo movía una mano entre sus piernas y
dibujaba pequeños círculos sobre su clítoris con mi pulgar-. Es la perfección.
-Mientras no sea ensalada de patatas.
Dejando caer la cabeza hacia atrás, se rió sin aliento mientras
empezaba a apretar contra mí.
-No. Ni siquiera. Ni de lejos.














Perdón por no actualizar.

Si quieren algún otro libro pueden pedirlo en algún comentario o por un mensaje y haré lo posible de traerlo.

Gracias por leer.

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insatiable -Melanie HarlowDonde viven las historias. Descúbrelo ahora