Ella

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Aleksandra usaba un hermoso vestido de color rosa pálido de mangas largas y cuello alto, se veía elegante y apropiado para recibir a los invitados que llegaban unos días antes de la boda. Todo pasaba tan rápido debido a la fecha que habían acordado para casarse, ya que el Imperio necesitaba una emperatriz cuanto antes.

Sovieshu también se veía muy elegante y apuesto con su traje morado y dorado. A pesar de lo ansioso que estaba por volver a ver a Navier, todavía tenía ese aire poderoso y propio de la realeza del imperio.

Aleksandra se acercó para acomodar un poco su traje, cuidadosamente y con una sonrisa suave para poder reconfortarlo, sabiendo que tenía que enfrentarse a los fantasmas de ese pasado que alguna vez tuvo con el Emperatriz de Occidente. Y con Aleksandra a su lado, Sovieshu sentía que podía enfrentarlo, pues estaba con alguien que lo hacía sentir acompañado y en paz.

Ambos se dirigieron al salón para recibir a los invitados. Aleksandra estaba al lado de Sovieshu con la elegancia digna de una princesa, manteniendo esa suave sonrisa a comparación del serio rostro de su prometido.

Navier y Henley se acercaron con una reverencia.

—Saludos al Emperador y futura Emperatriz de Oriente— dijo Henley mientras sonreía.

—Sean bienvenidos, Emperador y Emperatriz de Occidente— saludó Sovieshu a ambos, con un nudo en la garganta ante la presencia de Navier y con el corazón estrujándose en su pecho.

Su prometida tomó su mano con sutileza y le daba un pequeño apretón que ayudó más de lo que habría esperado. Él devolvió suavemente el apretón mientras sentía como dejaba de contener el aire de sus pulmones.

—Es un honor conocerlos— Aleksandra también hizo una reverencia, ya que ella aún no era la Emperatriz de Oriente.

La joven princesa de Gondrin miró a Navier, sin dudas era una mujer muy hermosa, de cabellos de oro y ojos de esmeralda. La había visto en retratos antes, pero sin duda no le hacían justicia e incluso después de dar a luz se veía radiante.

La familia real de Occidente se retiró, dejándolos para recibir a los demás invitados que estaban llegando poco a poco. El silencio se sentía en la sala con ellos solos. Gracias a ella no se había quebrado en frente de Navier, gracias a ella sentía que tomando su mano podía seguir adelante y no sentir que el mundo se caía encima al ver a su ex esposa.

Después de recibir a los invitados que llegaban aquel día, Sovieshu y Aleksandra decidieron tomar un paseo por el jardín.

—Gracias— Él dijo mientras volteaba a verla.

—¿Por qué?

—Por estar a mi lado. La opresión de mi pecho se esfumó cuando tomaste mi mano.

Sovieshu respiró hondo mientras una sonrisa se formaba en sus labios al verla. Con ella a su lado, realmente podía hacer lo que sea.

Recordó el beso que le había dado. Aquel beso había sido un impulso en el momento, pero lo recordaba muy claramente a pesar de que era un recuerdo un poco borroso.

Ellos estaban comprometidos por beneficio y no por amor, pero ella no ha hecho nada más que ser gentil con él y dándole apoyo incluso si no era su deber hacerlo ya que no había una conexión emocional en ese entonces.

—Debemos regresar. Está empezando a hacer frío y no deseo que te resfríes antes de nuestra boda— dijo el Emperador mientras comenzaba a caminar de vuelta al palacio.

La noche llegó una vez más y él estaba en su estudio, en soledad. Aquel día había vuelto a ver a su ex mujer, por la cual todavía guardaba sentimientos ¿cómo olvidarlo? Fueron muchos años juntos desde su infancia y no era fácil de sacar aquella espina en su corazón. A veces no podía evitar pensar en cómo serían las cosas si todavía estuviesen casados o si Rashta no hubiese llegado a su vida.

Sacó una botella de licor, pero se detuvo en seco mientras miró la botella fijamente, apretándola aunque no lo suficiente para romperla ¿Qué estaba haciendo? El recuerdo de Aleksandra le hizo guardar de vuelta la botella en su lugar.

Aleksandra Florakis, la princesa de Gondrin y su pronto esposa. Ella llegó a cambiar muchas cosas, a poner su mundo al revés y sanar su corazón con ese cuidado y gentileza tan propio de ella. Ella era tan gentil con todos, pero también implacable con los enemigos que deseaban invadir el Imperio de Oriente. Cuidaba de él aunque no le debía nada, le daba apoyo emocional cuando se sentía hecho trizas.

Su corazón se sentía cálido con solo pensar en ella, en aquel rostro hermoso, sus ojos de jade brillante y su larga cabellera lila. Su sonrisa era tan cálida como una manta en una noche de invierno. El tacto de sus manos en su piel lograba hacerle sentir bien, tranquilo y seguro.

Las palabras que dijo aquella noche de embriaguez no habían sido una mentira ni había sido una promesa vacía del momento. La haría feliz, para toda la vida. Ella le hacía querer ser mejor de lo que había sido con Navier o Rashta.

Amor no era una palabra para definir lo que sentía, pero sí un cariño profundo por el cariño que le hacía sentir, pero lo que era seguro es que sí quería amarla. Ella merecía ser amada, ese noble corazón merecía alguien que lo cuidara como una flor a la que regar a diario.

Lo que Aleksandra había hecho por él en tan poco tiempo no podría compararse con nada. Nunca nadie había hecho tanto por él a pesar de que sabía que no era una buena persona y que merecía castigo por lo que había hecho, pero Aleksandra llegó a su vida para mostrarle que él merecía una nueva oportunidad de estabilizar su vida.

Ella era honesta, nunca mostró interés en el poder ni las riquezas, sino que había aceptado ser su esposa por el bien de un pueblo que no era el suyo.

Y esa noche, no fue el nombre de Navier el que repitió hasta quedarse dormido, sino el de Aleksandra. Durmió pensando en ella y su sonrisa, la sonrisa que apaciguaba su ser. Quería ser la mejor de sí mismo gracias a ella, para ella y por ella.

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⏰ Última actualización: Jan 06 ⏰

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Armonía [Sovieshu x OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora