Quédate conmigo...

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No podía dormir, había algo que la estaba preocupando y le impedía conciliar el sueño. Era un mal presentimiento, tal vez no exactamente algo malo, pero sí le dejaba incertidumbre y malestar. Lo mejor sería ir a caminar un poco para distraer su mente y tomar aire fresco.

Aleksandra se levantó de la cama y se puso un chal sobre su camisón de dormir para contrarrestar el frío se la noche. Encendió la lámpara de noche y cubrió la llama con un protector de cristal para que el viento no la apagara.

Sus pasos eran silenciosos, casi fantasmales. La luz de la luna favorecía mucho a la princesa, su piel pálida parecía emitir brillo propio gracias al reflejo de la luna y su cabello lila reflejaba los rayos blancos de una manera hermosa y casi divina. La mirada verde benevolentes y gentil también daba un aire místico por la luz lunar. El camisón blanco solo daba un plus a esa apariencia casi celestial.

Cualquiera que se cruzara con ella en ese momento podría pensar que se trata de un ángel descendido a la Tierra, pero era tan humana y tan mortal como cualquiera de los demás. Era un rasgo de la familia Florakis, teniendo una buena genética por su adoración a la diosa de la luna más que al dios del sol, a quien todavía le rendían homenaje para el bien de sus cosechas.

Cuando caminaba por el pasillo que daba a la oficina de Sovieshu, escuchó algo pesado caerse y golpearse contra algo, aquello la puso en alerta y se acercó para entreabrir la puerta, notando el cuerpo del Emperador en el suelo, quien trataba de reincorporarse al suelo en vano.

Sin tocar, la dama entró rápidamente y se acercó a su majestad dejando la lámpara en la mesa, apoyando la cabeza ajena en su regazo y mirándole con preocupación. Si se había golpeado la cabeza era mejor que se mantuviera un momento en el suelo por si perdía el conocimiento.

Notó las lágrimas que salían de sus ojos, los cuales se mantenía cerrados. Percibió el olor a alcohol y notó la botella de vino vacía en la mesa. Había estado bebiendo de nuevo, probablemente porque la fecha donde se iba a reencontrar con Navier.

Aleksandra secó sus lágrimas con gentileza, soltando un pequeño suspiro en el proceso.

—Ya, ya. Todo está bien —dijo la mujer con su voz suave, posando la mano sobre una  de las mejillas de Sovieshu.

Sovieshu alzó la mano hacia la ajena, tomándola con fuerza aunque no tanta para lastimarla. Abrió sus ojos para encontrarse con el suave verde jade de los ojos ajenos, mientras trataba de enfocar la imagen de la persona quien lo trataba con tanta delicadeza.

¿Navier? No, no lo era. Era Aleksandra. Nadie lo había tratado con tanta suavidad y gentileza como ella, ni hacía sentir su corazón tan en paz con solo su voz. Incluso estando ebrio, podía distinguir perfectamente a la princesa, ¿Cómo podría confundirla con otra mujer cuando era tan única?

—¿Te golpeaste la cabeza? —Ella preguntó y él negó —. Bien, eso significa que puedes levantarte. Ven. Te ayudaré.

La princesa ayudó a su prometido a reincorporarse y levantarse, al menos lo suficiente para sentarlo en el sofá. A pesar de su cuerpo frágil, seguía siendo una guerrera y tenía la fuerza física suficiente para ser capaz de apoyar un cuerpo más grande que el suyo, así que no tuvo dificultades para ayudar a su pareja a sentarse.

Ella se sentó a su lado, acomodando algunos mechones desordenados de su cabellera y acariciando con suavidad la mejilla ajena. Entonces ese era el presentimiento que tenía y ahora estaba bastante preocupada por el estado del Emperador, pues beber tanto teeminaría por enfermarlo.

—Los sirvientes seguro están dormidos. Quédate aquí, iré por algo de agua para bajar el licor— dijo la de cabello lila mientras se levantaba del sofá.

Sovieshu tomó la mano ajena impidiéndole irse. Estaba temblando mucho y una vez más las lágrimas salían de sus ojos, sollozando silenciosamente sin alzar la mirada hacia ella.

—Por favor, quédate conmigo. No te vayas —murmuró Sovieshu con voz temblorosa.

Aleksandra volvió a sentarse a su lado, agarrando la mano ajena con suavidad mientras lo miraba con profunda preocupación. Con su mano libre, tomó el rostro del varón para mirarlo mejor y que sus ojos se encontraran en el silencio.

—Beber tanto no es bueno para ti. Aunque comprendo el dolor y agonía que te causa la idea de volver a reencontrarte con la Emperatriz Navier, te estás haciendo daño. Por favor, detente —dijo la dama con agonía en su voz.

Ver a Sovieshu de esa manera le hacía doler el corazón profundamente, al punto de querer llorar también como forma de compartir el dolor en el corazón del Emperador.

—Me duele tanto verte sufrir. De verdad quiero ser capaz de sanar el dolor de tu corazón y hacerte feliz, así que te pido que me dejes ayudarte. Cuando sientas que el dolor te consume, recurre a mí y no a la bebida. Tanto alcohol en algún momento te causará una enfermedad terrible —Prosiguió con su regaño.

Sovieshu se quedó en silencio, había dejado de llorar al ver cómo lágrimas salían de los ojos de la princesa. Alzó la mano para secar gentilmente las lágrimas de la dama. Lo que menos quería era causarle preocupación y malestar, solamente estaba arruinando las cosas con su futura esposa. Ella dijo que quería que tuvieran comunicación y él seguía guardando el dolor para sí mismo. Quería ser un buen esposo, quería hacerla feliz y quería amarla, pero para eso debía enfrentar sus fantasmas primero, para que ella no tuviera que sufrir.

—Lo haré, pero quédate conmigo. Nunca me abandones, seré mejor de lo que fui para ti —dijo Sovieshu—. Lo juro con mi vida. Si alguna vez te hago sufrir, puedes golpearme y regañarme cuando haga falta, pero no me dejes.

—No tengo planes de hacerlo. Dije que haría lo posible para hacer funcionar nuestro matrimonio y voy a cumplir mi palabra —respondió su prometida.

No supo si era porque estaba borracho y vulnerable por las palabras de la mujer o un deseo oculto en un rincón de su corazón, pero sin que Aleksandra lo esperara, Sovieshu se inclinó hacia ella y unió sus labios en un beso suave y con sabor a vino.

Aleksandra en seguida se apartó con un rostro sorprendentemente tranquilo, acunando el rostro del Emperador con ambas manos.

—No podemos hacer esto en el estado en que estás. Si deseas hacerlo de nuevo, hazlo cuando estés consciente —A pesar de la severidad en su voz, seguía mostrando esa comprensión que tanto la definía—Iré por algo de agua y te ayudaré a ir a tu habitación.

Mirándola alejarse con lámpara en manos, Sovieshu se tocó los labios y se llevó su otra mano al pecho.

Armonía [Sovieshu x OC]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora