Capítulo 8

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Alek Ferreti

Horas.

Eso era lo que faltaba para al fin tenerla en mis brazos, ya no sería solo una ilusión en mi mente.

Ella sería mía, mi mujer.

Joder, que bien sonaba eso.

Isis Ferreti, la mujer del mafioso más lindo y poderoso del mundo.

Me encanta.

—Alek, ya volví. Debes ser más cuidadoso con quien mandas a vigilarla, casi los descubren. —se queja August..

—¿Quien fue el idiota? —pregunto.

—No lo sé, pero definitivamente Isis lo vio, aunque para tu suerte no sospecha nada, ni de mi. —responde August.

—Ahora tendré que despedir a alguien, genial. —suspiro.

Esto de ser líder es estresante, pero todo esfuerzo tendrá su recompensa, por fin podré tenerla entre mis brazos, podré protegerla, y será sólo mía, mi mujer.

—¿Dónde está Alessandra? —pregunto.

—No lo sé, acabo de llegar, ¿quieres que la busque y la traiga? —sugiere.

—Sí, necesito hablar con ella. —suspira. Sabe de que hablaremos.

—No seas tan rudo con ella, solo quiere tu atención, y lo sabes. —dice.

—Peleando con mi mujer no lo logrará. Ahora tráela. —él sale en silencio, yendo a buscarla.

Alessandra siempre ha sido una niña mimada, a la que no le gusta compartir en absoluto.

Me hizo una escena en cuanto se enteró de que August sería quien se encargaría de proteger a Isis.

Cuando éramos pequeños solía ser mi princesa, y ahora no soporta que otra mujer haya ganado su lugar en tan poco tiempo.

Pero es que Isis es Isis, es la mujer más linda que he conocido, y por cómo su padre la describía, es todo lo que llama mi atención.

Y si, la secuestre solo por eso.

Ella llamó mi atención en cuanto la conocí el día que fui a comprar munición donde su padre.

Ese día decidí que la quería para mí, y planeé mis próximos movimientos.

Solo una sencilla apuesta me permitió tenerla sin impedimentos.

Pero claro, ella tendría que enamorarse de mí, tarea que no sería fácil.

la he observado desde ese día, ya hace un año, conozco muchas cosas de ella, tengo un informe completo.

—¿Que quieres Alek? —pregunta Alessandra en cuanto entra a mi oficina.

—Tú sabes bien por qué estás aquí. —respondo, levantándome de mi asiento.

—Yo no he hecho nada malo. —dice.

—Alessandra, golpeaste a mi mujer, y todo el que la toque tendrá sus consecuencias, tú no serás la excepción. —tomó asiento en la mesa.

—¿Qué me harás? ¿Me mandaras a matar mientras duermo? ¡No serías capaz! —me desafía.

—Tienes razón, ¿Pero sabes de que soy capaz? Puedo devolverte al internado cuando me dé la gana. ¿Eso quieres?

—No eres capaz Alek.

—¿Quieres comprobarlo? vuelve a tocarle un pelo a Mi mujer y te irás de aquí, todas tus puertas en este país serán cerradas. ¿Quedó claro? —pregunto.

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora