Capítulo 9

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Sigo a esa chica por toda la mansión, ella habla amablemente, explicando cosas que no entiendo.

—¿Has entendido? —pregunta.

—Perdón, la verdad no presté atención. —espero un regaño de su parte, pero eso nunca llega.

—Está bien. Debe ser difícil prestar atención, con lo que acaba de pasarte. —sonríe. —Pero no tengas miedo, el señor se ha encargado personalmente de protegerte. él no es malo, solo es algo... serio, pero cuando realmente lo conoces puede ser alguien realmente dulce.

—¿Lo conoces? —pregunto. siento algo raro en mí.

—Lo conozco desde hace años, y mi madre solía decir que era un joven muy dulce cada vez que llegaba a casa, así que creo que sí, lo conozco. —responde.

Yo no respondo nada más, sinceramente no sé qué decir o hacer.

¿Cómo se supone que debo reaccionar a sus palabras?

—Okey, te lo explicaré de nuevo, pero esta vez trata de prestar atención. El desayuno es a las 9, el almuerzo a las 2 de la tarde y la cena a las 8, procura no faltar a ninguno, o Alek vendrá a buscarte personalmente, y definitivamente no quieres verlo enojado. —explica.

—Está bien. —respondo.

Me da un recorrido por toda la casa, enseñándome la cocina, comedor, habitaciones, oficinas y demás.

—Esta es tu habitación, linda. Cualquier cosa que necesites estaré en la cocina. Ya sabes donde está. Ah, y por último, no puedes salir de tu habitación después de las 11. —Ella me deja frente a una puerta, que perfectamente podría ser cualquier otra cosa, pero confiare en que es mi nueva habitación.

Pero cuando abro la puerta resulta ser algo bastante distinto a lo esperado.

En mi imaginación todo iba a estar desorganizado, esperaba una habitación sucia y descuidada, quizá hasta con ratones, pero me llevo una grata sorpresa cuando veo que todo está en perfectas condiciones, hay un closet, una cómoda, una cama de dos plazas y un espejo.

Genial, al menos no es un chiquero. pienso

Lo primero que hago es dar una vuelta por la gran habitación.

Entro al baño, el cual por cierto es enorme, y está lleno de productos al parecer nuevos, ya que la maoría estan sellados.

Shampo, jabón, tratamientos capilares, lociones corporales, de todo en realidad.

Parece que estaba preparado para esto, y claro que lo estaba, sus palabras lo dejaron bastante claro.

Miro el reloj en la pared, son las 10 de la noche, la cena ya ha pasado, y yo aún no he comido nada.

Salgo de la habitación, encontrándome con alguien bastante desagradable de por medio.

Es Alessandra.

Ella me mira con desdicha, sé que me odia profundamente, pero aún no entiendo del todo el por qué.

Aunque puede que tenga relación con mi secuestro.

August tenía razón, no debería haber caminado por esas calles de noche.

Ahora debo estar aquí, con gente que no conozco, lejos de mis amigos, de todo lo que conozco, de mi hogar.

Aunque no lo demuestre, me siento angustiada, quizá si en aquel momento hubiera actuado nada de esto estaría pasando, pero nunca podre saberlo.

Mi estómago ruge interrumpiendo mis pensamientos intrusivos, okey, si van a secuestrarme deberán aguantar mi gran apetito.

Alessandra ya se ha ido cuando vuelvo de mis pensamientos.

Me dirijo a la cocina, que según lo que recuerdo no está muy lejos, solo tengo que bajar la escalera y doblar a la izquierda.

Salgo de la habitación, mi estómago ruge cada vez peor, demostrando lo hambrienta que estoy.

Pero cuando llego a la cocina no encuentro a Camila, sino a otra chica, que parece bastante disgustada con la vida, en cuanto me ve me mira con desprecio.

—¿Qué quieres? —pregunta, con bastante mal humor en su tono.

—Tengo hambre. —digo, con algo de timidez.

—¿Y? —sus brazos se cruzan sobre su pecho, mirándome como si estuviera interrumpiendo algo importante.

—¿Podrías prepararme algo? —pido, con gentileza, pero lo que recibo es todo lo opuesto.

—Tienes manos, ¿no? Hazlo tú misma, no a todos nos agradan las niñas mimadas.

—¿Tú que sabes? solo eres una metiche. —respondo. —no es mi culpa que tus papás no te hayan dado la atención que necesitabas, ahora relájate. —pido.

—¿Quién crees que eres? —grita. probablemente alguien nos escuchó. —¡Maldita niña! ¡Tú no tienes idea de nada! ¿Me oíste? —ella se acerca peligrosamente a mí.

Sus pasos son lentos, y me mira fijamente cada vez que avanza, hablando.

—¡Eres solo una tonta privilegiada! —dice.

Pienso que va a golpearme, pero en cuanto veo su puño acercándose directamente a mí rostro es cuando me aseguro de ello.

—¿Qué se supone que está pasando aquí? —pregunta aquel tipo, ese de ojos azules y pelo castaño casi azabache.

El puño de aquella chica es detenido por la gran mano de quien es mi secuestrador.

—S-señor. —titubea la chica.

—No te atrevas a volver a tocar a mi mujer. Si vuelves a intentar algo contra ella, aunque sea lo más mínimo, considera muerta. Si le tocas un pelo, te quedarás sin él, si le tocas una uña, te quedarás sin dedos, ¿quedo claro? —pregunta. ¿cómo que "mi mujer"? ¿que demonios se cree ese hombre?

Tengo una idea, que la va a hacer hervir la sangre a esa chica.

—Cariño, no seas tan duro con ella. —él me mira sorprendido. —Es solo una chica con falta de atención, tenemos que entender a la pobre. —me apego a su brazo.

—¿Qué haces aquí, Isis? —pregunta él, mientras suelta el puño de la chica.

—Tengo hambre, no he comido nada desde el almuerzo.—me excuso.

—Ya oíste, preparale algo y se lo llevas a su habitación. estás advertida de lo que pasara si vuelves a tocarla. —advierte. —estaré en mi oficina si me necesitas.

—Gracias. —digo.

Ambos nos retiramos del lugar, yéndonos por distintos caminos, yo a mi nueva habitación y él supongo que a su oficina, como dijo.

Cuando llego todo esta en silencio, la casa en general lo está, supongo que por la hora, espero que en el día no sea tan callado.

Escucho la puerta abrirse con fuerza, y es quien me imagino que es.

Aquella empleada esta de pie frente a mí, y trae una bandeja con comida.

Aunque no confío mucho en su comida, quizá la enveneno, con el odio que me tiene, pero supongo que aquel hombre que me hace llamar su mujer se encargara de castigarla si eso llegara a pasar.

—Aquí tienes —me fulmina, con los ojos entrecerrados.

—Dejalo ahí. —pido.

Ella obedece, dejando mi plato ahí, arriba de la comoda como lo indique.

Veo su comida, me ha preparado carne con un poco de arroz y ensalada.

Bueno, no me quejo para nada, esperemos que no este envenenado.

Y así empiezo a comer, degustando su comida que, hasta el momento, no tiene sabor raro o eso creo. 



Nota del autor: 

Disculpenme lo corto del capítulo pero no queria dejarlos sin actualización tanto tiempo. 

EfímeroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora