-Las verdades a medias continúan siendo una mentira

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POV: ZAI

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POV: ZAI

Mis músculos estaban en protesta desde hace horas. Estaba tan cansada que, cuando llegué a casa y bajé al soldado, me cuestioné mucho la posibilidad de dejarlo tirado en medio del bosque y que los animales se hicieran un festín con su carne.

Él, a veces murmuraba palabras las cuales no le encontraba ningún sentido. Era como si estuviera en un profundo sueño después de un largo día y no inconsciente por una contusión.

Hablando de contusiones, su piel estaba sorprendentemente sana. No observe demasiados golpes, alguna herida abierta por una espada o tampoco mucha sangre, uno que otro raspón en la piel, pero era bastante obvio después de caerse por una pendiente.

Al retirar su camisa y limpiando la suciedad, note algunas cicatrices viejas y marcas extrañas. No me interesaba, no era mi problema en absoluto.

Limpiar las heridas fue un proceso tedioso, aplicar las cremas que él necesitaba fue aún más complicado, debía tener cuidado, tenían un olor peculiar y no eran de fiar. El vendaje era otro chiste de mal gusto, pero, después de revisar sus piernas noté que todo estaba bien.

Al dejarlo recostado y poder mirarlo mientras yo me sentaba, pude registrar las cosas que había en la camisa de su uniforme. Había un pañuelo bordado con algún hilo costoso.

—Alexandre— pronuncie el nombre en voz baja— Para tener ojos de ángel pesas un jodido demonio.

Creía que podría despertar el mismo día, pero no fue posible. Simplemente hice de todo para que se despertara, coloque algún olor fuerte en sus narices y nada paso, lo amenace dormido, voltee su cuerpo sin ningún rastro de delicadeza y no hubo manera que él despertara.

Tenía buen pulso, a veces solía estar balbuceando tonterías y siempre estaba lamentándose, el pequeño quejido que a veces salía de su boca era confuso.

Pero, en la mañana del tercer día supe que iba a despertar, solo lo presentí.

Espabilando poco a poco y moviéndose entre las sábanas, aquel hombre estaba mirando detenidamente alrededor cuando enfoco la mirada en mi persona.

— ¿Estoy en realidad muerto?— cuestionó en voz baja.

—No atraigo buena suerte y mis deseos nunca son realidad, así que no. Por desgracia no estás muerto.

Él, no respondió por algunos minutos, solo se dedicaba a mirarme y registrar mi aspecto. Cerro los ojos con fuerza y tomo una bocanada de aire para ponerse derecho.

—Dígame su nombre— ordeno mirándome con dureza.

—Debería cuestionar la manera en que me habla de ahora en adelante— reclame en voz alta— Debe recordar que este es mi hogar y aún puedo darle un festín a los gusanos con tu cuerpo inconsciente.

Monarquía de lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora