- ¿Eso es una declaración?

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POV:ZAI

Terminando de recoger las hojas sueltas en el piso de madera, me dispuse a barrer la superficie para terminar la limpieza de mi área. Había algunos métodos para limpiar que no solía implementar en mi cabaña, pero, aquí debía esforzarme el doble.

Retire el delantal y acomode la falda de mi vestido. Aunque siempre mis amigos me miraban extraño por traer vestidos de este estilo al orfanato, creía que era mucho peor; transmitir una imagen falsa de quien era a mis alumnos. Además, donaba una gran cantidad de dinero a este lugar.

Había terminado mi labor cuando algunos toques interrumpieron mis pensamientos. De pie en la puerta estaba Magnolia chise, vestía de rojo con un vestido liso de mangas largas, no tenía ningún bordado, pero si tenía un accesorio; un sombrero blanco decorado con rosas.

—Creo que este, es el salón más hermoso que existe en la escuela—dijo, entrando con pasos lentos al lugar y mirando con cuidado cada decoración.

La mujer estaba en sus 60 años, castaña de ojos azules y rasgos aguileños. Tenía una estatura promedio, pero, su mirada en ocasiones solía intimidarme, y no era fácil que ese sentimiento fluyese en mí.

—Aún me impresiona que no recibas ni una moneda—admitió, sentándose en el escritorio— ¿Has tenido problemas últimamente?

— ¿Proporcionará esa información al conde Blackburn?—cruce los brazos después de hacer la pregunta.

No parecía sorprendida, pero si algo divertida. Como si pudiese responder cualquier frase que le dijera. No lo dudaba, tenía un ingenio envidiable.

—No, no le diré nada. Aunque él me comento de un imperfecto— hablo, uniendo las manos encima del escritorio.

No gesticule, jure no hacerlo, pero ella pudo notar algo en mí, que me dejo al descubierto. ¿Sabía que lo había matado?

—No debes avergonzarte, yo le enseñe la mayoría de cosas a mi muchacho—sus palabras casi se sintieron con calidez— Cuando vuelva a suceder, recurre a mi.

— ¿Es una orden?

—No querida, es una sugerencia— sonrió para mí, aquel gesto parecía genuino—Además, aprecio la vida que le das a este lugar.

—Agradezco la visión que tiene de mí, señora. Pero ¿puedo ayudarla en algo más?

Ella me miro con cuidado, aun con una sonrisa sigilosa y con las manos en la mesa.

Si esta mujer le había enseñado algunos trucos Alexandre, comprendía por qué ambos ponían los pelos de punta.

— ¿Siempre eres así de directa?

—No conozco otra forma de ser, señora—respondí, mirándola a los ojos.

No sabía que había en su mirada, pero no me gustaba.

—Necesito que alguien de confianza para llevar un recado, alguien que conozca al receptor— confeso—No puedo mandarlo con otra mujer, que no seas tú.

¿Me lo estaba imaginando o si era lo que creía?

Magnolia ladeó el cuello, aun mirándome con ese sentimiento complicado y un aire de complicidad. Ella mantenía una pequeña sonrisa.

—Conozco a muchas personas, debería ser específica.

— ¿Conoces a muchos condes, Zai? —, iba a responder, pero ella me interrumpió— Eso creía, un carruaje te espera en la salida.

Monarquía de lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora