-¿El método de tortura involucra tu boca?

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POV: ZAI

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POV: ZAI.

Estaba sentada en medio de una sala llena de cuadros, grandes detalles y terciopelo.

¿Me molestaba el maximalismo? No, iba con vestidos que costaban más de lo que deberían, todos adornados con gran precisión y bordados con relieve.

Pero, si había algo que me molestaba en esta habitación que contenía incontables detalles. Que los lamentos de mis amigos después de haber abusado del alcohol chocaran con las paredes.

¿Por qué debían parecer moribundos hoy?

Había preparado un popurrí que los ayudaría, pero no podía irme si antes escuchar cómo se retorcían de molestia. El color borgoña pintó la porcelana.

Ellos me miraban con ojos entrecerrados, pero, no les hacía mucho caso. El té mancho de color borgoña la porcelana.

El costal de papas que estaba intentando sostenerse de la pared me miraba con cautela, con sus grandes ojos negros. Melione tenía el cabello pelirrojo y un mal humor en las mañanas.

—¿Por qué me miras como si yo te hubiese obligado a tomar?—pregunte, algo divertida.

—Se supone que los domingos te resguardas de los seres humanos y ni siquiera piensas en trabajo—Melione llego al sofá mientras hablaba, poco a poco se recostó—¿A dónde asistirás que no hemos sido invitados?

—No puedo resguardarme de la vida humana, si ustedes huelen a caverna y moho— respondí, colocándome derecha—Saldré a socializar.

—Zai ¿Podrías callarte?—, escuche la voz de Eliazar provenir de cualquier sitio—Además, no te gusta socializar.

Preste atención al rubio de ojos cafés que me miraba desde una esquina, igual de aturdido.

Le pediría ayuda a Luccas o Antho, pero, ambos estaban tumbados en un sillón. Medio inconscientes y sin la menor voluntad para colocarse de pie o hablar de algún tema.

—¡Debo admitir algo!—dije en voz alta, intentando no sonreír cuando todos tocaron su cabeza— Tengo una cita con el soldado que se supone que iba a rechazar. Así que, sin más que decir, adiós.

Escuché sus protestas, pero no deseaba oír sus preguntas. Solo caminé hasta llegar a la salida de la mansión de mis amigos.

Sabía que debí decirles antes, pero, no quería consejos de cómo debía aceptar el amor en mi puerta o como dejar de estar enojada por una mínima acción. Era así, no podía tomarme nada a la ligera o dejar de pensarlo de forma tan fácil.

Como lo habíamos acordado en una carta con Alexandre, él me esperaría en la biblioteca de la ciudad. Eran los términos que yo había colocado. Mis pasos fueron rápidos, la distancia era poca entre la mansión y la biblioteca.

Monarquía de lágrimasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora