-¡Arriba, muchachos, empieza un nuevo día!
La voz de Invíctor, alta y clara, iba acompañada por el clásico sonido de la porra golpeando los barrotes. -¡Porras! -se quejó Trolli, despertándose de golpe-.
¿Hace falta hacer tanto ruido?
-¡Es para dar ambiente! -se rio Invíctor-. Además,
viene que hay que hacerlo así en el Manual del carcelero.
-No me digas... ¿En qué edición? -respondió Trolli,
sin ánimo de bromear-. Chicos, arriba, nos espera otro día de... ¡Timba! ¿Estás despierto? ¿Antes que yo?
-Pues sí... No te sorprendas, es que no hay manera de dormir con el ruido que hacen tus tripas vacías.
-Ni con los ronquidos de ese -se quejó Flex, señalando a Mike, que seguía durmiendo sin enterarse de nada.
-¡Arriba, vago! -gritó Trolli.
-¿Qué pasa, qué pasa? -exclamó Mike. Oh, no. Seguimos aquí. Pensé que todo había sido una pesadilla.
-¡Vamos, chicos, arriba! -siguió vociferando Invíctor por la galería. ¡Es hora de desayunar y hacer un poco de ejercicio!
-Me temo que la pesadilla no ha hecho más que empezar-sentenció Timba, levantándose de la litera.
Mientras Invíctor seguía despertando a la gente, Romero el carcelero iba abriendo las celdas.
-¡Venga, vosotros, los nuevos, fuera también! -ordenó.
-Esto... Señor, querría pedirle una cosa -empezó a decir Mike-. Verá, hemos pasado bastante frío esta noche. ¿No sería posible que nos diera unas mantas, como las que tiene el mapach..., digo Flex?
-Mantas, ¿eh? ¡Aquí los privilegios hay que ganárselos! -gritó Romero.
-Pero es que nos vamos a helar -intervino Timba.
-Es cierto, señor carcelero añadió Trolli, tiritando.
-Vale, vale... Parece que sois buenos chicos -respondió el guardia, con una amplia sonrisa. Por ser vosotros... Cinco cubodólares. Cada manta.
-¿Cinco? -se sorprendió Timba. Pero si no tenemos ni un duro.
-Entonces, me temo que vais a pasar frío. ¡Venga, fuera de una vez, a desayunar!
Al no tener más remedio, los Compas obedecieron y marcharon de inmediato al comedor. Una vez allí se llevaron una nueva sorpresa. O quizá no lo era en realidad.
-¿También hay langostinos para desayunar? -preguntó, desalentado, Trolli.
-Claro. Y para comer, merendar y cenar les explicó Flex. Los pescamos nosotros mismos, entre las rocas de la isla. Así sale más barato dar de comer a esta gente.
-Madre mía, me voy a morir de hambre.
-¿Se puede salir a las rocas? -preguntó Timba.
-Solo algunos presos de confianza -fue la respuesta de Flex.
Terminado el escaso desayuno, los detenidos fueron llevados por Invíctor al gimnasio de la prisión. Había cambiado su uniforme de carcelero por un chándal con calentadores yuna cinta para el pelo que le cubría la frente. Según entraban los presos les iba dando cintas y calentadores a todos. Si no fuera por los uniformes de color naranja aquello habría parecido un gimnasio de finales del siglo xx.
-¡Vamos, chicos, hay que mantenerse en forma! -exclamó Invíctor poniéndose a dar saltitos y palmadas-. ¡Uno, dos, tres...!
-Ahora lo pillo -dijo Timba, muy desanimado ante la perspectiva de tener que hacer ejercicio. En realidad nos han condenado a muerte, pero despacio. -Dímelo a mí se lamentó Trolli-. Entre la dieta de pan duro y la gimnasia, no voy a durar nada. ¡Aaaaayyyy, Robertaaaa!
ESTÁS LEYENDO
Los Compas Escapan De La Prisión
PertualanganGracias al diamantito legendario, MIKE, TIMBA Y TROLLY Pueden continuar por fin con sus merecidas vacaciones... ¿O no? Justo cuando están celebrándolo, aparece el sargento Pimiento, al mando de la policía de Tropicubo, y los detiene por vandalismo. ...