Capítulo 9.-El canto del cisne

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Ésa noche me encontraba dormida, me sentía demasiado agotada como para despertar; cuando sentí que la puerta se abrió con sigilo y una vocecita aterciopelada como la seda y dulce como la miel me despertó, era Emily que traía su pijama y sujetaba al osito de peluche que le había regalado Josh en su séptimo cumpleaños.

-Amanda...- Emily me llamó tímidamente, yo me senté en la cama y me froté los ojos para verla.

-¿Qué sucede princesita?- yo pregunté al ver que ella seguía sujetando a su osito, pero no entraba a mi cuarto por pena.

-Tuve una pesadilla- Emily confesó. -¿puedo dormir contigo?- yo le sonreí y palmeé a un lado de mi cama para que la niña pudiera acostarse.

-Claro que sí, ven aquí pequeña- Respondí en tono maternal y retiré las cobijas, Emily entró a la habitación, cerró la puerta y caminó hasta la cama, donde se acostó en el espacio que le hice y se colocó las cobijas encima, yo me coloqué detrás de ella y fui acariciando su largo cabello para darle paz.

-No te preocupes, no notarás que estoy aquí- Emily me dijo con tristeza, aunque por otra parte comenzaba a sentirse tranquila al ver que yo seguía acariciando su cabello.

-No me molesta, sabes que puedes estar aquí- yo le dije con dulzura y la abracé. –trata de dormir, ¿de acuerdo? Dulces sueños hermosa.

-También tú Mandy- Emily me sonrió con tristeza y al terminar la pequeña charla, ambas nos sumimos en el mundo de los sueños; donde no había lugar particular para la tristeza.

A la mañana siguiente, fui la primera que entregó su ensayo perfecto, pero estaba más callada que de costumbre porque normalmente siempre participaba en clase sólo que hoy era la excepción; además de lo que pasó con Rachel y Timothy me traía dando vueltas en la cabeza, por tal razón mi maestra me vio muy callada leyendo mi libro y se preocupó por mí, ella se acercó a mí al terminar la clase y ya todos salieron del salón quedándome completamente a solas, era raro pero la señorita James era cinco años mayor que yo, aun así no importaba que fuera igual de joven que yo, el simple hecho de ser mi maestra merecía una jerarquía más alta y por lo tanto debía dirigirme a ella con respeto, tal y como Kyle me lo aconsejó el primer día que nos conocimos.

-¿Estás bien cielo?- Tamara me preguntó en tono maternal, yo seguí suspirando y tragué saliva para evitar que un nudo se formara en mi garganta.

-Sí, ¿por qué?- yo pregunté sin dejar de leer, Tamara caminó hacia mí y se sentó a un pupitre junto al mío.

-Sólo te noto muy concentrada en la lectura- Ella comentó acentuando con la vista de "Memorias de una geisha", con mucha paciencia iba entendiendo el arte de ser una geisha y como Sayuri fue siendo preparada por Mameha, era una de las cosas más bellas que había en la cultura japonesa.

-Si quiere saber- yo respondí levantando la vista del libro, lo cerré y lo coloqué en el pupitre para mirar a mi maestra a los ojos. –Los padres de una niña a quien yo quiero mucho, fallecieron anoche; y ahora debo ser su tutora.

-¿Acaso es esa linda niña de cabello castaño y ojos azules?- yo asentí en silencio e inmediatamente la tristeza y el pesar se apoderó de la joven y hermosa pelirroja. –Oh Dios...que horrible. Lo lamento tanto, no lo sabía.

-Descuide, fue algo inesperado- yo respondí recogiendo mis cosas y levantándome del pupitre. –hablando de Emily, debo recogerla de la escuela, así que...

Habiendo dicho esto dejé sin habla a la señorita James y me encaminé fuera de la universidad para recoger a Emily de la escuela. A la salida, ella en cuanto me vio corrió hacia mí sonriéndome; pero aquella sonrisa dulce e inocente se le borró del rostro al acordarse de sus padres. Era un día muy hermoso, pero no ayudaba del todo por el hecho de que la niña estaba triste.

Una petición especialDonde viven las historias. Descúbrelo ahora