Nuestras perforaciones, de profundidad variable según lo que prometieran las capas superiores de tierra o roca, se limitarían a superficies donde el suelo quedara casi o totalmente al descubierto, las cuales habrían de hallarse inevitablemente en riscoso laderas, pues las tierras más bajas estaban cubiertas por una capa de hielo de una o dos millas de espesor. No podríamos perder el tiempo perforando simplemente capas glaciales, aunque Pabodie había proyectado un plan para introducir electrodos en grupos de perforaciones y fundir así zonas limitadas de hielo con la corriente generada por una dinamo movida por un motor de gasolina. Este proyecto que no podía realizar una expedición como la nuestra excepto a título de experimento, es el que piensa llevar a cabo la expedición Starkweather Moore, a pesar de las advertencias que he hecho desde que regresé del continente antártico. El público tiene conocimiento de la expedición miskatónica por nuestros frecuentes informes radiotelegráficos enviados al Arkham Advertiser y a la Associated Press así como por los posteriores artículos de Pabodie y míos. Formábamos el equipo expedicionario cuatro profesores de la Universidad: Pabodie; Lake, de la Facultad de Biología; Atwood, de la de Física y también metereólogo, y yo en calidad de geólogo y de jefe nominal de la expedición, además de dieciséis auxiliares: siete estudiantes graduados de la Universidad de Miskatonic y nueve mecánicos especializados. De estos dieciséis, doce eran pilotos de aviación titulados, de los cuales todos menos dos eran también buenos radiotelegrafistas. Ocho dé ellos tenían conocimientos de la navegacióncon brújula y sextante, al igual que Pabodie,Atwood y yo. Además, naturalmente, nuestros dos barcos antiguos balleneros de madera, reforzadospara resistir el hielo y dotados de vapor auxiliar contaban con una tripulación completa.
La Fundación Nathaniel Derby Pickman, conla ayuda de unas cuantas donaciones especiales, financió la expedición; por tanto, nuestros preparativos fueron extremadamente minuciosos, a pesar de que no existiera gran publicidad. Los perros, los trineos, las máquinas, el equipo necesario para acampar, y las piezas desmontadas de los cinco aeroplanos fueron transportados hasta Boston, donde se cargaron los barcos. Ibamos admirablemente bien equipados para nuestros fines concretos, y en todo lo concerniente a suministros, régimen, transporte y construcción de campamentos, aprovechamos el excelente ejemplo de nuestros numerosos y recientes predecesores, excepcionalmente brillantes. Fue el inusitado número y la fama de estos antecesores lo que hizo que nuestra expedición, aunque importante, despertara poca atención en el mundo en general.
Como informaron los periódicos, nos hicimos a la mar desde el puerto de Boston el 2 de septiembrede 1930 y fuimos navegando apaciblemente costa abajo para atravesar el canal de Panamá y hacer escala en Samoa y en Hobart, Tasmania, donde cargamos las últimas provisiones. Ninguno de los miembros del grupo expedicionario había estado hasta entonces en las regiones polares, por lo cual depositamos nuestra confianza en los capitanes delos buques, J. B. Douglas, que mandaba el bergantin Arkham y la expedición marina, y George Thorflnnssen, capitán del Miskatonic navío de tres palos, ambos experimentados balleneros en aguas antárticas.
Conforme íbamos dejando atrás el mundo habitado, el sol se hundía más y más bajo en el norte y cada día permanecía más tiempo por encima del horizonte. Cuando alcanzamos los 62 grados de latitud sur, vimos los primeros icebergs semejantes a mesas de lados verticales y justo antes de alcanzar el círculo polar antártico, que cruzamos el 20 de octubre con el pintoresco ceremonia habitual, nos vimos bastante perturbados por el hielo. El descenso de la temperatura me molesté considerablemente después de la larga travesía tropical, pero traté de cobrar ánimos para hacer frente a los mayores rigores que se avecinaban. En muchas ocasiones me fascinaron los curiosos efectos atmosféricos; entre ellos un espejismo singularmente vívido, el primero que había visto nunca, en el que los distantes icebergs se convirtieron en cresterías de inimaginables castillos cósmicos.
Fuimos abriéndonos camino entre los hielos, que afortunadamente no ocupaban una gran superficie ni estaban densamente aglomerados, hasta llegar de nuevo a una zona de aguas poco heladas a 67 grados de latitud sur y 175 grados de longitud este. En la mañana del 26 de octubre apareció en el sur una ancha faja de tierra, y antes del mediodía sentimos la emoción de ver una gran cadena de elevadas montañas cubiertas de nieve que se abría abarcandola totalidad del paisaje que teníamos ante nosotros. Habíamos llegado al fin a un puesto avanzado del gran continente desconocido y de su misterioso mundo de muerte helada. Aquellos picos eran indudablemente los de la Cordillera del Almirantazgo, descubierta por Ross, y ahora tendríamos que doblar el cabo Adare y bajar costeando Tierra Victoriahasta alcanzar nuestra proyectada base de la ribera de la bahía de McMurdo, al pie del volcán Erebus, situado a 77º 9' de latitud sur.
La última etapa de la travesía fue vívida y estimulante para la fantasía. Grandes picos desnudos, envueltos en el misterio, surgían constantemente.
ESTÁS LEYENDO
En las montañas de la locura (H.P Lovecraft)
RandomEn las montañas de la locura es la memoria en primera persona de un geólogo de la Universidad de Miskatonic sobre una reciente expedición dirigida por él al continente antártico y su trágico final. El profesor superviviente narra cómo se inició la e...