En mi edificio había una parejita de mujeres universitarias que habían arrendado uno de los pisos compartiendo los gastos. Siempre se veían juntas y se robaban las miradas por doquier, estaban deliciosamente hermosas y generaban demasiada tensión sexual que arrasaba a su paso.
No hubo hombre soltero y hasta casado del edificio que no le tiraron el lance, algunos, hasta de forma descarada. Ellas impolutas y con sutiles risitas se los quitaban de encima de buena forma, así seguían rendidos a sus pies, eran tan amables que hasta las mujeres en vez de sentirse amenazadas terminaban por amarlas.
Yo para esa época ya andaba dudando de mi sexualidad, me descubrí varias veces agitada solo viendo las modelos de las revistas y empecé a notar como me interesaban más las curvas femeninas, los rostros delicados y un sensual escote. Aún no estaba muy segura de los que se trataba, pero ya me iba haciendo una idea de mis inclinaciones.
En verano las visitas a la piscina eran obligatorias, me daba un chapuzón y me sentaba a la sombra a leerme un buen libro. Ellas pasado el mediodía aparecían con sus diminutos vestidos de baño y se tumbaban a recibir el sol.
Oh por dios, cuando se turnaban para aplicarse bronceador, me tocaba cruzar las piernas porque mi sexo quería estallar como una fuente. Disimulaba con mis lentes oscuros y el libro en lo alto para poder mirar detalle e imaginarme ahi tumbada recibiendo esos deliciosos masajes.
La gota que lo rebosaba todo era cuando una de ellas se acostaba boca abajo y se soltaba las tiras de la parte superior, la otra le masajeaba los hombros, cuello, espalda, piernas y luego terminaba tomando sus nalgas sin dejar ni un centímetro de piel sin el brillo del aceite.
Estaba segura que más de uno de esos hombres que estaban tumbados cerca, se colocaban la toalla en la entrepierna para disimular su erección. Lo mío no era tan evidente, pezones duros a punto de reventar y la tanga del bikini mojada, me tiraba a la piscina y eso me ayudaba a disimularlo todo.
Eso sí, llegaba al apartamento a darme una ducha y terminaba masturbándome, imaginando a ese par como compañía.
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Ella es: Dayanna (+18)
RomanceLlega un punto en el que no puedes mentirte más, ni tampoco ocultar lo que realmente eres, llega un punto en que conoces a un par de mujeres que te ayudar a transitar mucho más fácil ese espinoso momento en el que decides aceptar que te gustan otras...