Que calor hace acá

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Seguí adelante, en la penumbra de su apartamento y al pasar pude sentir como se acercó para oler mi cabello y mirarme el trasero cual albañil de construcción. Maldita sea, me encantó sentirme deseada de una forma tan carnal.

Cerró la puerta, encendió la luz de la sala y con su mano me indico donde me podía sentar.

- ¿Quires tomar algo?
- Agua
- Te sugiero algo más fuerte
- ¿Tequila?
- Entre mujeres disfrutamos los tragos largos ¿te gustaría un whiskey?
- Esta bien, lo que quieras

Ella se metió a la cocina abierta, saco un vaso lo colocó en la barra americana, se dio la vuelta, presiono un botón del refrigerador y salieron unos cuantos hielos que recibió con su mano desnuda.

Se dio la vuelta, dejo caer un par de ellos dentro del vaso. El otro que quedo entre sus dedos lo uso para calmar el tremendo calor, lo pasó entre su escote, su cuello de una forma tan sensual y erotica que hasta su amiga se le escapo un delicioso quejido de placer.

- ¿Lo que quieras?

Levanto su mirada felina hacia mí, delineo sus labios y luego lo chupo haciendo que sus cachetes se metieran para adentro. Lo dejó caer dentro del vaso y sirvió con una risita tan maldadosa y poderosa que estaba segura me había hecho dejar una mancha en ese mueble con mi humedad.

Camino hacia mí, se inclinó hacia adelante para dejar el vaso en la mesa y mis ojos en automático se metieron entre su escote, hipnotizada por ese fino rastro brillante que había dejado mojado que era como una carretera que me invitaba a pasarle la lengua.

Bajo su mirada hacia sus pechos y rio bufando un poco, cuando los regresó de vuelta a los míos, fue que me di cuenta que me había descubierto, di un pequeño salto y una vez más mi cara se convirtió en un tomate.

- ¿Te ayudo con esto? --extendió su mano y tomo mi morral--
- Si, si, gracias

Me acaba de quitar lo único que hacía sentir segura, un amuleto que podía usar como barrera para mantenerla a una distancia prudente. Lo colocó en el suelo al lado de un sofa, rodeó la mesa de centro tomó la mano de su amiga y la invitó a sentarse en su regazo.

- Yo soy Marcela --se presentó de primero-- y ella se llama Claudia
- Yo... me llamo... ¿cómo me llamo yo? --maldita sea-- ¿dije eso en voz alta?

Las dos no pudieron contener la risa, pero me miraron con ternura, era obvio que estaba demasiado nerviosa.

- Mejor, toma un trago

Levanté el vaso con las manos temblorosas y de un solo sorbo me tragué casi hasta la mitad. Me sacudí la cabeza al sentir como se quemaba mi garganta.

- Upa ahora sí creo que necesitabas un Tequila, o tal vez dos
- Dayanna, me llamó Dayanna
- Un gusto conocerte Daya ¿en qué año estas?
- Ya estoy en la Universidad. Tengo 18 años, cumplo 19 en dos meses
- Ah que interesante, te ves más joven de lo que pareces
- Si quieres te muestro la cédula
- No, no, no hace falta --burlándose de mi nerviosismo--
- ¿Ustedes dos son... --se me seco la lengua y no pude seguir--
- ¿Mujeres? ¿Pareja? ¿Lesbianas?
- Este --carraspeé-- ¿novias?
- Si, somos novias, amantes, amigas y como ya lo pudiste ver... lesbianas
- Ah claro, claro
- No estoy segura aún de algo ¿te gustó lo que viste?

Tomó la pierna de su novia, la colocó sobre las suyas y le acaricio los muslos, bajando por sus pantorrillas y tobillos, le quitó los tacones y le dio un masaje en los pies.

- Si, si --contesté con un hilo de voz--
- Si tienes dudas puedes preguntarnos lo que quieras
- La verdad no se ni que decir
- Las dos sabemos lo que se siente, estamos en confianza --añadió su novia--
- Que calor hace acá

Marcela se pasó la mano por la cintura, tomo su camisa y se la sacó por encima de la cabeza, agitando un poco su cabellera que quedo desorganizada. Sus pechos se veían aún más deliciosos con el sostén de encaje y no pude más que suspirar viendo sus pezones a través de la transparencia.

- ¡Wow! --me mordí los labios--
- Exactamente es lo mismo que me pasa cada que los veo --contestó su novia--
- Lo siento, nunca había...
- ¿Quieres tocarlos? --preguntó Marcela acariciando su escote con la yema de sus dedos--
- ¿Tocarlos?
- O besarlos, si quieres
- ¡Ay Dios!

Tomé el resto del trago que había en el vaso y lo desaparecí hasta el fondo, me sacudí con la mano porque en vez de aliviar el calor que sentía me hizo sentir con fiebre cuando me percaté que el mismo hielo que había estado en su boca, ahora tocaba mis labios.

Tomé el resto del trago que había en el vaso y lo desaparecí hasta el fondo, me sacudí con la mano porque en vez de aliviar el calor que sentía me hizo sentir con fiebre cuando me percaté que el mismo hielo que había estado en su boca, ahora tocab...

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Ella es: Dayanna (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora