¿A qué piso van?

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Una noche de viernes, llegaba agotada de una extenuante semana de exámenes parciales. Llegue al edificio, tome el ascensor y justo cuando se estaba cerrando, alguien metió la mano y las puertas se volvieron a abrir.

- Buenas noches --dijo una de ellas claramente alcoholizada--

Eran las sensuales vecinitas vestidas con trajes de coctel, seguro venían de alguna fiestecilla.

- Buenas noches --respondí con timidez-- ¿a qué piso van?

Ninguna de las dos contestó, estaban demasiado concentradas en lo suyo, una de ellas tomo a la otra por la cintura, le olio el cabello y le beso el cuello, esa muestra de cariño hizo que me quedara mirando como hipnotizada.

Tanto mi entrepierna como mi cerebro empezaron a babear como idiotas, crucé mis pies para tratar de apretar mi sexo y cubrí mi pecho con el morral, como si de un escudo se tratara.

Su amiga se separó apenada, alejándose al otro extremo del asesor. Todos los colores se me subieron a la cara de la vergüenza. Ellas se dieron una mirada, notando mi posición vulnerable y soltaron una risita maliciosa.

- Lo siento, este, yo.... ¿no me dijeron a qué piso?
- Si por mi fuera, al tuyo ¿cierto? --miro de reojo a su amiga--
- Si, a mí también me gusta la idea --escapándose esa risita de ebriedad--

Una cosa es sentir que te ruborizas, otra es cuando sientes que tienes la cara tan roja que hasta quema y te pica el cuello. Sabes que tienes ronchas que pueden notar a kilómetros y no puedes hacer nada para ocultar lo evidente.

- Lo siento --se disculpó la mayor de ellas-- tal vez entendí mal las señales

Casi como cuando un computador se pone lento y entra en modo de ahorro, fue lo que sentí que le pasó a mi cuerpo. Todo el resto se paralizo, mi cerebro envió la señal de abrir mis labios y sin depurar lo que iba a decir simplemente lo escupió.

- No te equivocas, solo que mi piso no es tan privado como el de ustedes

Mi mente seguía sin procesar nada más, estaba ahi presente, pero por más que le dijera que pestañeara, se moviera o hiciera algo, no lo hizo.

- Entonces, al piso trece

Ella se rio al notar mi nerviosismo, mi cara paso de un carmín sangriento a un pálido casi vampírico cuando dio unos pasos hacia adelante y su boca quedo cerca de la mía. Miro el tablero, levanto su dedo y presiono el botón redondo con el #13.

Regresó al fondo del ascensor, sonreía sin quitarme la mirada de los labios y suspiré tan profundo que ellas no aguantaron la risa.

- Lo siento, es que yo...
- Tranquila, nosotras no mordemos, bueno un poquito, pero rico

Ahora imaginen lo que se siente que te tiren esa bomba justo cuando el ascensor comienza a moverse hacia arriba. Fue como si mi alma se hubiera quedado en el primer piso y luego cuando se detuvo al llegar, me alcanzara de nuevo arroyándome a toda velocidad.

Cuando se abrieron las puertas, el corazón me palpitaba como el de un ratón, no podía creer que esto estaba sucediendo. Ella tomo de la mano a su amiga y se detuvieron a esperar que saliera, estuve tentada a presionar cualquier botón y huir de ahí, pero mis manos ni reaccionaban.

Ella muy cordialmente, me tomó de la mano y tiro de mi hasta sacarme del ascensor, las puertas se cerraron detrás de mí y sabía que ya no había vuelta atrás, hoy iba a ser el día.

Ella muy cordialmente, me tomó de la mano y tiro de mi hasta sacarme del ascensor, las puertas se cerraron detrás de mí y sabía que ya no había vuelta atrás, hoy iba a ser el día

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Ella es: Dayanna (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora