Capítulo 03

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Salió medio corriendo hacia el living. Sacudió por el hombro a Oliver pero éste no se despertó. Jose sacudió con más fuerza. Nada.

—Oliver— llamó— ¡OLI! —gritó. 

Él abrió un ojo.

— Es tarde, Tati está por llegar.

—Menos mal que contaba con vos para despertarme —balbuceó con sarcasmo. 

La voz medio dormida era aún más grave, más atractiva.

—Me distraje —fue su única respuesta y desapareció hacia la habitación.

Oliver se sentó y estiró la espalda dolorida. Se prometió conseguir hospedaje en un máximo de dos noches o no sobreviviría. Maldijo el silloncito mientras buscaba en su mochila una remera limpia. Justo cuando se estaba cambiando, la puerta se abrió y la cara de su hermana apareció frente a él.

—¿Dormiste bien? — preguntó al verlo.

—Claro —mintió por respeto.

—Ese sillón es una mierda —dijo Tati con tono cómplice.

 Oliver rio.

—Lo es. —Admitió.

—Seguro Jose pueda pasarse ahí por unos días. Ella sí entra. 

Los hermanos se rieron.

—¡Ey! —chilló ella desde el pasillo—. Los dones genéticos de mi familia son otros. 

Oliver se giró para verla. Si antes le había gustado, ahora estaba en serios problemas. Tenía puesto un vestido corto negro, medias largas y unas botas de media caña. Ella apenas lo miró, fingiendo no notar que estaba sin remera y que lucía un pecho bastante espectacular. Deseó haberlo logrado.

—¿Ah sí? —dijo Tati —¿Cómo cuales?

—Bueno... —se pasó a la cocina para evitar la figura de Oliver— Gran compañerismo y buena presencia laboral. 

Tati, que la conocía demasiado bien, rio fuerte y agudo y respondió.

—Vos y yo sabemos que esos no son tus dones más ilustres. 

Desde donde estaba sentado, Oliver sintió la curiosidad acumulándose en su cuerpo pero no dijo nada.

—¡Tatiana! Un poco de respeto que hay gente. 

Esta vez Oli también se rio.

—Está bien —dijo poniéndose de pie. 

Su altura era casi intimidante. Jose aguantó la respiración al verlo parado y sin remera. El invierno parecía haberse terminado. 

—Tampoco soy tan ingenuo.—agregó y desapareció en dirección al baño. 

Hasta que no cerró la puerta, Josefina no exhaló. La risa de Tati era lo único que se escuchaba.

—¡Esta no me la esperaba! —dijo Tatiana.

—Ay por favor —desestimó Jose— coqueteo inocente entre desconocidos. Es tu hermano, no va a pasar nada.

—¿Nada de qué? ¿Estuviste fantaseando, Josefina?

—¡Hacé silencio, querés! — La calló. —No hace falta exponer mi imaginación hiperactiva aún.

—Bueno —aceptó su amiga—. Pero ese sí es uno de tus mejores dones.

Bajaron los tres juntos en el ascensor. Tati estaba hablando por teléfono con la tía Lorena, así que tanto Jose como Oli iban en silencio. Algo parecía tensarse en el aire entre ambos a medida que bajaban. Oliver intentaba no mirarla pero los espejos del ascensor no le dejaban muchas opciones.

—Sí tía, tranquila. Mañana a más tardar va a ir a verte. —dijo Tatiana antes de despedirse. Oli la empujó con un hombro.

—¿Mañana a más tardar?

—No te queda otra, nene. 

Su hermano rodó los ojos. No es que no quisiera verla solo que le hubiera gustado adaptarse a estar de regreso antes de ir.

Cuando estuvieron en la planta baja, Tati señaló su auto para que Oli se subiera.

—Pásenla lindo y coman rico —dijo Jose alejándose por la vereda iluminada a medias.

—Vos también —respondió Tati levantando la voz para acortar la distancia entre ambas.

—¿No viene? —preguntó Oliver, ocultando la desilusión.

—Tiene una cita —le explicó su hermana—, pero tranqui, no va a durar —le hizo un guiño descarado—. El tipo es medio un tarado.

A contraluzDonde viven las historias. Descúbrelo ahora