Estar de vuelta era raro. Aunque Tatiana trataba de que no se note también lo sentía. Volver era recordar. Y, a pesar que Oliver quería regresar, no sabía si podía con el recuerdo.
Las calles estaban igual que en su memoria un viernes por la noche. Un grupito de chicos en una esquina lo hizo pensar en sus antiguos amigos. ¿Sabrían ya que él estaba otra vez en la ciudad? Quizás tendría que escribirles un mensaje y...—Ni se te ocurra —la voz de Tati era filosa—. No hace falta que hables con nadie.
—¿Cómo mier–
—Super poder de hermana mayor —sonrió apenas —. Oliver, ¿por qué volviste? ¿Por ellos?
—No pero--
—Nada. No les debés nada.
Él apoyó su cabeza en la ventanilla fría, deseando apagar un poco del ardor que empezaba a formarse en sus sienes.
Aunque intentaba negarlo, recordaba todo a la perfección.
Los últimos diez años de su vida habían sido, cuando menos, atípicos. Se hundió en el asiento pensando -una vez más- que no había resuelto las cosas de la mejor manera. Descubrió que la culpa seguía intacta en el mismo rincón de su pecho donde la había guardado. Eso lo destruyó un poco. Su mente lo aturdía con imágenes superpuestas.
Apretó los ojos con fuerza y sacó, de donde no había nada, las palabras que había querido decirle a Tatiana desde que entendió aquello...
—Perdoname, Tati.Ella inhaló profundo por la nariz, pero no dijo nada.
—Decir que las cosas se me fueron de las manos es quedarse corto —continuó Óliver —. Vos estuviste ahí por tanto tiempo que, cuando me di cuenta lo mal que estaba haciendo, mi único y mayor miedo fue que me hubieras abandonado.Tati seguía mirando al frente así que Oli siguió hablando.
—La verdad es que me escapé del pasado pero, en esa huida, también me alejé de vos —Las lágrimas se formaron en los ojos de ambos—. Espero que puedas encontrar la forma de perdonar al Oliver del pasado y ojalá quieras conocer al del presente.
Eso era todo. No tenía nada más que decir.
La luz roja de un semáforo los detuvo y ella miró a su hermano: él tenía el cabello castaño claro ondulado -igual al suyo- corto a los lados y con un flequillo alborotado. Las patillas afeitadas le daban una rudeza que ya no veía en sus ojos como cuando se hubiera ido. Tenía una mueca de preocupación arrugándole los labios. A Oli de verdad le importaba lo que ella sentía y pensaba de él. Sonrió con tristeza y recordó al crío de quince años que lo había perdido todo. En un gesto maternal acarició su mejilla y le atajó una lágrima.
—Claro que puedo perdonarte, Oli —respondió—. Estamos juntos ahora y eso es lo que importa.
Se estiró para abrazarlo y lo único que los separó fue el bocinazo de otro coche porque la luz del semáforo se había puesto en verde.
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A contraluz
RomanceOliver regresa a su ciudad natal luego de años viviendo en el exterior. Cuando llega va en busca a su hermana Tatiana para ponerse en contacto con ella de nuevo. Es entonces que conoce a Josefina, la mejor amiga de Tatiana, y se enamora de ella al i...