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ONECAPITOL CITY

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ONE
CAPITOL CITY

Constance estaba completamente segura de que los ciudadanos del Capitolio eran rematadamente estúpidos. Retardados. Imbéciles. Tenía decenas de adjetivos y expresiones para describir qué tanta repulsión le generaba su pobre capacidad intelectual, pero debía fingir estar feliz de tenerlos como animales sedientos de sangre si quería volver a casa.

Su estilista, cuyo nombre ni si quiera se molestó en preguntar, la vistió como una completa ridícula semi-desnuda en el desfile. No contentos con eso, Orla la dio una larga charla acerca de su postura, piel y pelo. La llamó, en pocas palabras, pobre mugrienta. Si no hubiera cámaras por todas partes, la hubiera golpeado hasta lograr cerrar esos asquerosos labios cargados de brillo.

— No te lo tomes en serio — musitó en el ascensor Cecelia, ayudándola a deshacerse del complicado trenzado—. Orla es...

— Vomitiva — gruñó. El ascensor se abrió, y subieron un par de críos desnutridos con un chico rubio de no más de veinticinco años. Tras ellos, una mujer vestida con lazos y colores chillones—. Aunque no es la única...

— Haymitch, me alegra verte — Woof, hasta el momento en silencio y apoyado en la pared, estrechó manos con el rubio. Estaba algo serio, y apestaba a whiskey rancio—. ¿Has ido al bar y no me has avisado?

— Woof... — pronunció Cecelia en un tono de advertencia. Señaló con la mirada a Constance, quien desprendía las joyas y las tiraba al suelo ante la mirada atónita de los niños del doce.

— Ah, sí, claro — rio—. Mi pequeña tributo, Constance. Ellos deben de ser... ¿Asher y Crowe?

El ascensor volvió a abrirse, aunque ya en la planta ocho. Compartieron una mirada incómoda entre sí, sin saber cómo despedirse. Haymitch, probablemente algo ebrio y agotado de su trabajo, lanzó un asentimiento en dirección a la tributo.

— Que la suerte esté de tu parte.

— Algo tarde para decir eso — replicó con cierto tono amargo. Sonrió ante su resignación, y las puertas se cerraron una vez Cecelia, Woof y Constance bajaron en su planta correspondiente—. ¿Dónde está Tipler, por cierto?

— Se ha adelantado hace un rato llorando — la mirada de la vencedora era triste—. Es solo un niño... Todos lo sois. Iré a ver cómo está, tú ve dándote una ducha. Con todo ese maquillaje pareces de mi edad.

Cecelia ganó hacía apenas unos cinco años, y no pasaba de los veinticinco. Debía tener una edad similar a Haymitch, tal vez más joven. Woof, por otro lado, superaba con creces los sesenta. No estaba muy cuerdo, y probablemente en pocos años los traumas escondidos y su abuso de alcohol acabarían en su repentina muerte. Además de Cecelia y Woof, solo hubo un vencedor masculino más, pero no quería ser mentor. Ah, y una mujer. Hacía ya más años, antes del vasallaje. Cuatro vencedores. Aunque el doce tan sólo tenía a uno.

𝐆𝐄𝐄𝐊 | THGDonde viven las historias. Descúbrelo ahora