Está anocheciendo cuando los recién nombrados como aventureros llegan al misterioso caserón abandonado.
Juliana, que hace lo que le viene en gana, va en cabeza. Dispuesta a capitanear la increíble hazaña. La sigue Carlos, encogido bajo su largo y maltrecho abrigo porque, según afirma, tiene frío. En tercer lugar camina Valentina, siempre divina, con el móvil preparado para publicar fotos en ''insta''. Por último, blanco como un mantel recién estrenado, tenemos a don Serafín, rezando en bajo y crucifijo en mano.
Las bisagras de la puerta chirrían, quejándose al ver su letargo interrumpido y, las sombras del interior, se alejan de la luz de las linternas con indignación.
La entrépida expedición entra al recibidor y... ¡nada! Un perchero y un recogedor.
Van a la cocina y... ¡vacía! Tan solo una vieja vajilla
Suben a la habitación y... ¡maldición! ¡Qué sucio está el colchón!
Registran la buhardilla y...
―¡Ahhh! ―grita Juliana.
Una figura se mueve hacia la ventana. Tras reponerse del sobresalto, suspiran aliviados.
―O sea, hashtag, ardilla ―dice Valentina tomando una fotografía.
El registro prosigue por todo el caserón sin encontrar nada digno de mención. Agotados y frustrados, se reúnen en el salón. El borrachín se detiene en seco, señalando al exterior.
―¡Ahí! ―exclama de repente―. ¡Ahí fue donde lo ví! ¡En el jardín!
―¡No grite, por todos los diablos! ―le reprocha Serafín.
―Usted también está gritando ―interviene Juliana.
―¡Porque casi me mata de un infarto! ―se defiende el acusado.
―O sea, hashtag, párroco alterado ―dice Valentina, siempre divina, haciéndoles una fotografía y poniendo fin a la discusión.
―¡Acampemos aquí! ―toma el mando Juliana.
―¿Acampar? ―pregunta el cura anonadado.
―¡Claro! Para vigilar el descampado.
―Pero si ya hemos buscado ―insiste don Serafin―. Se supone que era entrar y salir.
Carlos ignora el comentario mientras aplaude entusiasmado.
―¡Gran idea! ―dice, respaldando a su compañera―. Seguro que el fantasma aparece más tarde o más temprano y, nosotros, estaremos aguardando.
―O sea, hashtag, móvil preparado. Tomaré una fotografía en cuanto aparezca. ¡Será perfecta! Gracias a este lugar, me convertiré en la influencer más popular.
Tras tomar la decisión (uno de ellos haciendo la crucifixión), colocan unas sillas desvencijadas de cara a las cristaleras y toman asiento.
¿Serán capaces de resolver el misterio? Deberán aguardar muy atentos.
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El fantasma de Murillo del Tocón
HumorEn todo el mundo es sabido y, por todos conocido, que en Murillo del Tocón ningún secreto está seguro ya que, no existe ninguno, que no haya sido descubierto y anunciado a los cuatro vientos. Eso, claro está, hasta que Carlos comienza a desvariar...