El silencio es tan denso que incluso ha parado el viento. Los aventureros, por fin serenos, miran alrededor, primero a sus vecinos y, a continuación, sus propios gestos de confusión. La luz de las linternas revela su condición que, desde luego, está lejos de ser la mejor.
Juliana muestra varios raspones, cortes y morados. Luce hojas y trocitos de rama por el pelo. Don Serafín, por su parte, cojea sobre el pie derecho y tiene todo el cuerpo dolorido debido a los golpes recibidos. Carlos, con un ojo morado fruto de un botellazo, también cuenta con varios moratones y arañazos. Valentina, por primera vez, no luce divina. Tiene los ojos hinchados de tanto llorar, el moquillo se le escapa y la melena está revuelta. Ella tampoco se ha librado de lucir varios rosetones de un tono morado.
Pero nada de eso importa en este momento ya que, transcurrido el trance inicial, todas las miradas se concentran en un único lugar: el que ocupa el aterrador fantasma que pretendían atrapar.
―¡Es una sábana vieja! ―exclama Doña Vicenta, siempre atenta.
Decenas de murmullos y risas se comienzan a escuchar cuando todos los testigos (con la excepción de los cuatro aventureros, que lucen rojos como cangrejos), verifican que es verdad.
―¡Menuda has liado! ―sentencia Doña Vicenta señalando a Carlos―. Con esto queda demostrado que, el único fantasmón de Murillo del Tocón, es un borrachín con mucha imaginación.
Nuevas risotadas secundan la observación y, felices del misterio haber resuelto, dan por terminado el encuentro.
A la mañana siguiente, y durante varias semanas, no se habla de otra cosa en toda la región. Carlos, abochornado ante semejante fallo, decidió dejar el vino y estudiar derecho, para no volver a confundir lo real con lo incierto. Juliana, antes de hacer lo que le viene en gana, se para a pensar en un plan mejor, para no cometer dos veces el mismo error. Don Serafín, después de lo vivido, optó por tomarse unos meses de retiro. Valentina, descubrió que valía para algo más que para conseguir nuevos fans. Dejó de obsesionarse con molar y ahora ayuda siempre a los demás.
La sábana fue trasladada al ayuntamiento y colocada con delicadeza en el hall principal. A su lado, los turistas pueden leer una placa dorada recién estrenada:
La cacería se hizo tan popular, que los turistas no paraban de llegar y, por primera vez en años, los aldeanos descubrieron, asombrados, que no necesitaban cotillear para ser apreciados. Por lo que, el viejo galardón, ya no causaba ninguna devoción. Incluso Doña Vicenta ya no está tan atenta y pasea por las calles satisfecha porque, gracias a su contribución, llegaron a tan grata solución.
Todo parece estar en su lugar y, cualquiera diría, que ya no queda nada por contar. Sin embargo, esta historia todavía no ha llegado al ''colorín, colorado''. Existe un detalle que no debería ser olvidado.
¿Te atreves a averiguarlo?
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El fantasma de Murillo del Tocón
HumorEn todo el mundo es sabido y, por todos conocido, que en Murillo del Tocón ningún secreto está seguro ya que, no existe ninguno, que no haya sido descubierto y anunciado a los cuatro vientos. Eso, claro está, hasta que Carlos comienza a desvariar...