5. Un plan elaborado

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Lo más lógico habría sido hacer turnos de guardia pero, dado que ninguno en el grupo domina el arte de cazar fantasmas, esa idea ni siquiera es sopesada. Por tanto, aunque durante un buen rato los cuatro logran mantenerse alerta, el sueño, sigiloso cual felino cazando, les termina afectando. El primero en dormirse es don Serafín que, a eso de la una, está dando cabezadas. Y es que, ya se sabe, que la vida de los curas es muy ajetreada. Una hora después le sigue Valentina, que se mantiene divina incluso mientras se le cae la babilla. Juliana aguanta hasta las tres, momento en el que se la escucha roncar como una res.

Carlos, más acostumbrado a trasnochar, aprovecha la ocasión. Tras comprobar que nadie le ve, saca una botella de buen vino que llevaba escondida bajo el abrigo. Acaba de beber a dos carrillos cuando algo en el exterior le corta la respiración. Se levanta de un salto, con los ojos muy abiertos y, en su prisa por advertir al grupo, termina tosiendo con estrépito, medio atragantado.

―Fa... fa... fa... ―comienza a farfullar.

El ruido de la silla al caer y el tartamudeo ya ha despertado por completo al resto, que le miran expectantes, esperando descifrar el mensaje.

―¡Fantasma! ―consigue articular Carlos, todavía colorado a causa del mal trago.

Tres pares de ojos miran en la dirección señalada pero ninguno consigue ver nada.

―¿Estás seguro que no ha sido una sombra? ―pregunta Juliana.

―¿O, tal vez, un delirio causado por el vino? ―acusa don Serafín, señalando la botella que Carlos sostiene en la mano.

―O sea, hashtag, aclárate ―exige Valentina―. ¿Una ardilla otra vez?

Carlos sacude la cabeza con energía.

―¡Era el fantasma! ―afirma―. Estoy seguro. Cruzó hacia el arbusto, en el lateral. Pongo la mano en el fuego a que se ha escondido en ese lugar.

―¡Pues no se diga más! ―sentencia Juliana, autonombrada capitana―. Vamos hasta allí y... ¡zas! ¡Le rodeamos! No podrá escapar.

―¿Así, sin más? ―interviene don Serafín, tan blanco como el marfil―. Deberíamos pensar un plan mejor.

―¡No hay tiempo que perder! ―insiste Juliana―. El fantasma escapará si no hacemos nada.

―¡Eso, eso! ―la defiende Carlos―. Hay que ser muy rápidos.

―O sea, hashtag, ¡qué emocionante! ―Valentina enciende el celular, dispuesta a emitir en directo una cacería tan singular―. ¡Mis seguidores van a flipar!

El párroco no comparte ese entusiasmo pero la mayoría gana la partida así que, resignado, acepta seguir un plan para nada elaborado.

El párroco no comparte ese entusiasmo pero la mayoría gana la partida así que, resignado, acepta seguir un plan para nada elaborado

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El fantasma de Murillo del TocónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora