Paso a paso, susto a susto, ya van camino hacia el arbusto. Antes de salir, eso sí, han recogido ''armas'' de por aquí y por allí.
Juliana lleva una rama gruesa y capitanea la incursión. Don Serafín se ha hecho con una piedra pesada que carga con devoción. Carlos, en tercera posición, esgrime la botella que antes escondía y que, ahora, luce casi vacía. Valentina, cerrando la expedición, graba todo con su móvil de última generación.
Según se adentran en la oscuridad, va desapareciendo el entusiasmo inicial. El ruido del viento les corta la respiración y una nube negra, cubriendo las estrellas, dificulta la visión.
—Ayyy... —se escucha al párroco susurrar—. San Crispín, San Agustino y San Matutín, ¡sacadnos vivos de este jardín!
Por fin, tras lo que se les antoja una eternidad, llegan al apartado lugar.
—Rodeémoslo con sigilo —murmura Juliana con un ademán—. Atacaremos a mi señal.
Los tres asienten sin rechistar y, con más miedo del que jamás admitirán, cercan el arbusto formando un muro tembloroso con sus propios cuerpos. Juliana alza la rama con los nudillos blancos de tanto apretar. Don Serafín, junto a ella, está más pálido que el supuesto fantasma al que van a atrapar. Carlos afianza la botella en el regazo, indeciso acerca de si emplearla para atacar o para dar un trago más. Valentina, que sigue estando divina incluso con la respiración entrecortada, apenas consigue enfocar la imagen sin temblar.
—A la de tres —gesticula Juliana—. Una, dos y...
—¡AHHH! —grita Valentina cuando una sombra se les viene encima.
El atacante misterioso se abalanza sobre el párroco a increíble velocidad y desata el caos más absoluto que puedas imaginar. Juliana, la primera en reaccionar, golpea con la rama en dirección al borrón pero, lo único que alcanza, es al pobre santurrón. Don Serafín, aterrado y pillado por sorpresa, suelta la piedra, que aterriza sobre su propio pie y le arranca una maldición por el dolor. Valentina comienza a llorar, usando las uñas para atacar, mientras afirma que no merece la pena morir por los fans. Carlos, confuso y mareado por el susto -y el buen vino que ha bebido-, suelta botellazos tan descordinados que, con uno de ellos, se termina golpeando.
La disparata pelea gana intensidad y parece que nunca va a terminar. Los golpes, puñetazos, arañazos y chillidos vienen y van y se escuchan por todo el pueblo con increíble claridad. Tanto es así, que los vecinos corren al lugar para ayudar y, de paso, enterarse de primera mano de lo que está pasando.
Finalmente, agotados y maltrechos, los cuatro aventureros detienen el entuerto y, tras recuperar el aliento, descubren que todos les miran incrédulos. A sus pies, totalmente quieto, puede verse el manchurrón amenazador que les atacó.
¿Será verdad? ¿Han logrado al fantasma derrotar? Muy pronto lo averiguarán.
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El fantasma de Murillo del Tocón
HumorEn todo el mundo es sabido y, por todos conocido, que en Murillo del Tocón ningún secreto está seguro ya que, no existe ninguno, que no haya sido descubierto y anunciado a los cuatro vientos. Eso, claro está, hasta que Carlos comienza a desvariar...