Capítulo 9

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Un día tranquilo

A altas horas de la noche un gran número de habitantes se juntó en la entrada de su pueblo, a la lejanía vieron a un grupo de valerosos Caza-Dragones acercarse

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A altas horas de la noche un gran número de habitantes se juntó en la entrada de su pueblo, a la lejanía vieron a un grupo de valerosos Caza-Dragones acercarse.

Ignorando que la muerte acechó al grupo esa misma noche y se retiró satisfecha de haber tomado parte de ellos, la celebración por parte de los pueblerinos empezó.

Los protectores habían regresado a salvo.

Uno, quien no encontró a su ser querido entre el grupo que se acercaba a paso lento, fue el que pensó lo peor y, adelantándose al resto, se acercó al grupo de "héroes".

Por su lado, con los corazones destrozados y sus almas cansadas, el grupo fue vitoreado al cruzar la entrada de Ibayto. Rostros de júbilo y esperanza recibieron a los soldados y a los civiles que estos escoltaban; sin embargo, un grito no tardó en hacerse esperar, este hizo que la ilusión desaparezca y la cruda realidad se haga presente.

—¡Mi sobrina! ¿¡Dónde está Sol?! —exclamó el ninetales acercándose al grupo con desespero. En sus adentros rogaba a todos los dioses que aquel saco que el líder llevaba en brazos no sea la pequeña que horas atrás había despedido con emoción y pena, pensando que llegaría sana y salva con su madre.

—Lo sentimos...

Esa fue la única respuesta que el desgastado Pokémon tipo hada dio.

Las múltiples heridas y quemaduras demostraban a todos los presentes que una cruenta batalla se había desatado, dejando como única víctima mortal a la pequeña por quién el hombre lloraba desconsolado en la tierra y ceniza del lugar.

(...)

En otra parte de la nación, un hombre se encontraba tratando de convencer a sus hijas de comer un delicioso, pero inusual, filete de carne.

—Están en crecimiento —señaló el hombre, recostado en una cama de paja, a sus dos pequeñas—. Coman la carne, saben lo valiosa que es.

—Tú tienes que recuperarte, es tuya, come —señaló la hermana mayor, rechazando el alimento que su padre les acababa de ofrecer.

—Paz... —el hombre, evitando discutir con la mayor de sus hijas, ofreció el plato únicamente a la menor— No rechazarás el plato que con tanto cariño te ofrece tu padre ¿no hijita? —dijo en un tono amigable; sin embargo, este gesto fue rechazado por la niña, quien con lágrimas en los ojos miraba a su padre.

Al ver a sus hijas el hombre comprendió que sería imposible convencerlas de aceptar la comida que las audino le habían traído.

El hombre cortó un pedazo del filete y empezó a comer. Sus hijas sacaron de una bolsa unos recipientes en los cuales llevaban ensalada y pan. Los tres, en aquella habitación de hospital, comieron y conversaron por un rato. Como si nada hubiese pasado, un almuerzo familiar tranquilo.

Pokémon (I): El camino de la heroínaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora