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El tiempo pasa rápido cuando vas a morir.

Con el pasar de los meses la desesperación de Ford era cada vez más notable. Jamás creyó que esto pasará y ahora que ya había pasado no sabía cómo resolverlo.

Su mejor plan fue ordenar quemar todas y cada una de las ruecas que se hallaban en el castillo pero no sabía cuan útil resultase eso.

En ese mismo momento, miraba a su pequeño hijo durmiendo en su cuna y, a la vez, pensaba en la mejor solucion a su situación.

Pronto sería el primer cumpleaños de su primogénito. Así que tomo una decisión que daría inicio a su desgracia o tal vez sería el punto de no retorno para la misma.

(...)

Al llegar el primer cumpleaños, no hubo fiesta, no hubo banquete ni
felicitación. Solo un barquillo de madera, una sirvienta, un bebé y un destino inalterable.

El pequeño Dipper fue llevado a los límites del sur donde nadie habitaba, pues donde termina un reino inicia otro, otro con el que nadie quiere meterse.

Aunque parecía que en vez de salvarlo, acababa de lanzar al pequeño a la boca del lobo. Era un gran plan. Después de todo ¿Quién esperaría que aquello que buscas destruir está justo frente a tus narices?

Claro, si no fuera por qué Bill Cipher siempre va un paso más adelante.

El pequeño bebé se quedó a cargo de una familia de leñadores, aislados del mundo quienes habían vivido por generaciones en ese bosque y la guerra entre ambos reinos no haría que está fuera la excepción. Sin duda, la mejor opción.

Claro, a menos de que ninguno supiera como cuidarse ni ellos mismos.

Y con ese plan en marcha, el rey Ford se encargaría de mantener a salvo a Dipper, aunque tuviera que alejarlo del mundo de privilegios que tiene un príncipe.

¿Que tan difícil puede ser evitar el destino?

(...)

En la cabaña, todos se turnaban para cuidar del pequeño príncipe y mientras tanto, los demás se encargaban de la casa, como había sido siempre.

El llanto del bebé no se hizo esperar, se escuchaba incluso antes de abrir la puerta.

-—Por qué llora?

—!No lo sé! Lleva horas así.

—¿Le diste de comer? -Sugirio uno de ellos

—Los bebés no comen.

Todos lo vieron con estupefaccion

—Claro que comen; desde el pecho de su madre.

El mismo se miró el pecho y luego al bebé, ¿Que demonios pasaba por su mente?

—¡No seas idiota, solo alimentalo!

—¿Y por qué no lo hace Wendy? ¡Ella tiene dos muy gran-...!

Un hacha voló a su cabeza, y si no fuera por qué esto sucedía todos los días, hacia mucho alguno hubiera perdido la cabeza.

 El amor verdadero (Billdip)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora