Capítulo 1

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El fin del verano era inevitable, y algún día tenía que llegar.
Chiara Oliver, nativa de Menorca, esa cálida noche estaba nerviosa.
Al día siguiente comenzaría las prácticas en una farmacia, una que ya conocía debido a que pertenecía a sus padres los cuales poseían varias prestigiosas farmacias tanto en Inglaterra como en España. Aquella gran oportunidad era su primer contacto con el mundo laboral, por lo que a pesar de estar familiarizada con el ambiente, se enfrentaba a un importante reto.
A sus diecinueve años se mudó a Barcelona para estudiar farmacia en la universidad de esta comunidad autónoma, y además iba a comenzar unas prácticas a pesar de estar en segundo curso.

Esa misma noche, Violeta, nativa de Motril, Granada, se encontraba en una famosa discoteca de Barcelona, pues se había mudado allí a principios del verano y había hecho unas amistades muy afines.
Pensaban celebrar la despedida del verano por todo lo alto.
Junto a sus amigos, Denna, Juanjo y Naiara, bailaba sin preocupación alguna  pese a tener al día siguiente su primer día de clase. Pensaba no sobrepasarse, aunque en cuanto se introdujo el ambiente hizo caso omiso a sus promesas.
La pelirroja tenía veintidós años, y tras haber acabado la carrera de periodismo, la cual escogió por su amor por la escritura desde pequeña, se dio cuenta de que tal vez a esas letras que escribía sin ser apenas consciente y las cuales descubrió que sonaban mejor siendo cantadas por su acogedora voz, podría añadirles música. Por lo que pese a no tener ni idea acerca de música, consiguió una plaza en la ESMUC de Barcelona para conseguir formarse acerca de su nueva, o no tan nueva, pasión.

Las 8:00 AM y una Chiara, un tanto nerviosa, entraba por la puerta de la farmacia, saludando a Bea, hija de una amiga de su madre. Estas se conocían desde pequeñas pero nunca trabaron una gran amistad.
Emma, la madre de Chiara, hace unos meses decidió contratar a Bea en la farmacia ya que su madre le había comentado que estaba buscando una farmacia donde trabajar.

Su madre pensó que era una buena idea que trabajaran juntas porque aunque no fuera mas que conocidas, eran bastante compatibles para asegurarle un buen aprendizaje a su hija Chiara.

- Buenos días Bea, ¿qué tal? - exclamó la pelinegra dándole dos besos a la que sería su nueva compañera.

- ¡Kiki! Que alegría, por fin nos vemos. Todo bien, ¿y tú?¿Has descansado? Nos espera un largo día - habló un tanto rápido la de pelo rizado.

- Preparada para afrontar el día - dijo la ojiverde con una risa natural.

- Bueno Kiki, como ya sabes más o menos cómo funciona todo, te dejo aquí veinte minutos, que esto de abrir la farmacia tiene lo suyo, ¡tengo que desayunar! - comentó Bea, señalándose el estómago con una mueca de dolor.

- Claro Bea. No te preocupes, ¡que aproveche!

- Cualquier cosa tienes mi número, ¡nos vemos luego! - terminó la conversación la madrileña mientras se quitaba la bata y se marchaba.

Mientras tanto, Violeta salía a duras penas de casa. La noche anterior fue consciente de que el día siguiente tendría algún que otro problemilla, pero no se lo esperaba tan fuerte, por lo que decidió que de camino a clase pasaría por la farmacia para conseguir un medicamento para su fuerte dolor de cabeza.

Pese a no conocer perfectamente los alrededores, sabía que había una farmacia cerca de la universidad, por lo que fue directamente hacia ella.
Al entrar se encontró con una chica bastante joven y agradable a la vista ordenando las estanterías, mientras tarareaba una canción.
La pelirroja carraspeó un poco para hacer notar su presencia, y cuando la pelinegra se giró, comenzó a hablar.

- ¡Hola! Buenos días, mira, es que ayer salí y me encuentro fatal, era por si me podrías dar paracetamol o algo - explicó amable la motrileña mientras seguía a la otra chica hacia el mostrador.

Paracetamol - Kivi (Chiara y Violeta)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora