PROLOGO

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Atlanta, Georgia

A George le dolían los pies, los brazos, la cintura... de hecho era más difícil señalar las partes del cuerpo no le dolían. Pero gracias al cielo, George no era de los que se quejaban en voz alta, así que le resulto fácil sonreír cuando vislumbro a Alexander acercándose.

—Solo tenemos quince minutos antes de volver —Dijo Alexander entregándole un plato de porcelana con pequeños bocadillos. Estaba muerto de hambre, en todo el día no habían parado para tomar un descanso. Desde arreglar el salón, colocar las mesas, adornar la estancia, descargar los camiones de comida... entre muchas otras cosas más no había tiempo para tomar un respiro. Ahora tenía más respeto por los hombres y mujeres que trabajan de meseros o por las personas que trabajan demasiado recibiendo el salario mínimo.

Demasiado trabajo, poca paga.

«Dios los proteja»

—Gracias —susurró a su novio, Alexander tomó asiento a su lado sobre el banco de piedra, inmediatamente George se pegó a su costado, recargando la cabeza contra su hombro, suspiró aliviado, tenía todo el día tratando de tocar a Alexander de cualquier manera que pudiera conseguirlo. George era un cursi enamorado, pero no le importaba.

Alexander acaricio su cabello.

—¿Estas cansado?

—En absoluto —mintió, pero era imposible engañar a Alexander, él lo conocía bastante bien. Muy bien, después de haber sido amigos durante varios años y después amantes, era prácticamente natural que Alexander lo conociera mejor que él mismo.

—Te dije que no era necesario que vinieras.

—Les hacía falta uno, me alegra poder ayudarte —George cerro los ojos. Eran tan pocos los momentos que pasaba con Alexander últimamente, entre la universidad, los trabajos de medio tiempo que Alexander se empeñaba en realizar, las prácticas y la tesis que George aprovechaba cualquier pretexto para poder estar con él, no importaba que fuera por trabajo —Además ganar un poco de dinero extra no viene mal —No era como si a él le hiciera falta, pero le gustaba sentirse como cualquier estudiante de universidad normal. Delante de ellos se desarrollaba una fiesta elegante en la cual ellos venían de meseros. Sonrió. Si su padre se enteraba le daría un infarto.

—Pensé que te gustaban los fideos instantáneos —comentó Alexander, aunque su tono no era precisamente de broma, George sabía que a Alexander le molestaba no poder tener mejores posibilidades económicas, a George no le molestaba, su madre le había enseñado a no estar muy apegado a las cosas materiales, por esa razón había decidido vivir en una de las residencias de la universidad, no estaba en la misma habitación que Alexander, para mala suerte, pero era bueno poder pasar con él la mayor parte del tiempo posible. 

Sus respectivos compañeros de habitación ya se habían acostumbrado a tenerlos rondando por ahí, ya sea en el dormitorio de George o en el de Alexander «Cuando él no estaba trabajando». Tampoco le importaba adaptarse a un presupuesto limitado, bien se podría ofrecer a pagar algunos gastos, pero Alexander, no aceptaría en lo absoluto. 

Él trabajaba medios turnos en cualquier parte que pudiera hacerlo, se esforzaba demasiado para solventar sus gastos universitarios y de paso poder ayudar a su abuela, era una persona sumamente responsable y demasiado maduro para su edad, desde que lo conoció en el instituto siempre había sido así, serio, trabajador y un poco antisocial. Todo lo contrario, a George.

George miró la fiesta desarrollándose en el elegante edificio de enfrente. En una ocasión recordaba haber venido para un evento similar, por suerte sus padres no se encontraban hoy en el evento y al parecer nadie lo había reconocido.

El contrato[ALEX.A & GEORGE.R]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora