Capitulo 8

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Aproximadamente tres horas y media después de la boda, salían en una lujosa limosina del aeropuerto, rumbo al hotel en el que se hospedarían por cuatro días. George nunca tomó interés a donde viajarían, pero Alexander había cumplido su palabra, eso de verlo en bañador había ido en serio y ahora estaban en las Bahamas.

Las últimas horas George había estado en modo automático, después de su pequeña discusión en la habitación, Alexander lo había arrastrado fuera para despedirse de los invitados, todo estaba preparado para comenzar su viaje, lo único que tuvo que hacer fue caminar y sonreír. Segundos después bajo una nube de confeti, arroz y buenos deseos corrieron hasta la limosina aparcada en la puerta fuera del edificio. El resto del camino lo hicieron en silencio, no hablaron en el trascurso hacia el aeropuerto, ni en el vuelo, y mientras más se acercaban al hotel, más aumentaba la tensión de George, manifestándose como un dolor que comenzaba en el vientre y se extendía por todo el cuerpo. Hubo un momento en que pensó si sería preferible saltar del coche en movimiento, a sufrir las consecuencias de lo que le esperaba. Después se golpeó mentalmente por andar pensando estupideces, no iría a la horca, lo hecho, hecho estaba y más valía aceptarlo. Dos años. Solo dos años tendría que estar atado a Alexander y después podría regresar todo a la normalidad.

—Estás muy callado —dijo Alexander mientras eran conducidos por el lobby del hotel rumbo a su cabaña privada cerca del mar.

—¿Quieres una conversación brillante, Alexander? —Contesto George a su lado, había estado fingiendo todo el día estar feliz delante de los amigos de él, ya no le quedaban fuerzas.

—No, pero estamos en un lugar paradisiaco, cualquiera podría sentirse emocionado, según dicen, el sol, la playa y el mar sacan lo mejor de una persona —hizo una mueca a través de sus gafas oscuras —Creo que me siento estafado con esta propaganda —George enarco una ceja, ¿acaso había intentado hacer una broma? Por un segundo, solo por un miserable segundo le pareció ver aquel hombre del cual se había enamorado.

George desvió la mirada, debería de alejar esos pensamientos, no era bueno sumarlos a su ya de por si momentos de tensión, todo el tiempo en el auto del departamento al aeropuerto, el tiempo de viaje en el avión hasta Miami, también los minutos que estuvieron en avioneta que los trasladó a la isla, lo hicieron en silencio, y todo el trayecto hasta aquí hicieron que George fuera aún más consciente de la presencia masculina y del deseo que iba invadiendo lentamente su cuerpo. No debiera ser así. No quería sentirse así. Ni que lo poseyera sexualmente. Había tenido demasiado tiempo para pensar y recordar cómo había sido entre ambos, y lo que seguramente sucedería una vez que llegaran al hotel, era difícil no pensar en eso y en lo que sucedería en su tiempo de matrimonio, el sexo estaba dentro del trato, y ya sabía cómo era entregarse a este hombre, recordaba los vividos detalles de su tiempo juntos, de todo lo que él le había enseñado, Alexander había conseguido que sólo lo deseara a él y se entregara por completo a él, había conseguido que George lo deseara en su forma más primitiva. Pero no todo involucraba sexo, había mucho más que eso, al menos lo hubo. Lo que hubo entre los dos fue más que magia sensual, No era simplemente sexo.

«Deja de pensar estupideces» se reprendió, aquello era el pasado. En aquellos momentos, debido a las circunstancias, no tenía más remedio que establecer un futuro con Alexander Albon:

Vivir con él. Convivir con él. Acostarse con él.

Un escalofrío le recorrió la espalda. ¿Cómo iba a sobrevivir en un matrimonio sin amor? Mientras entraban en la cabaña, Alexander se aflojó la corbata y George observó que se quitaba la chaqueta y se la echaba al hombro.

¿Por qué el hombre se las arreglaba para que más mínimo gesto fuera tan sexy? Negó con la cabeza y decidió prestarle atención al gerente que les estaba mostrando la que sería su suite por los próximos cuatro días, la cabaña estaba dividida en tres zonas, con un salón enorme, una amplia cocina y un comedor y la habitación principal, una de las paredes era enteramente de cristal, de modo que podía ver el mar desde todos los ángulos. Era hermoso y elegante.

El contrato[ALEX.A & GEORGE.R]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora