Capitulo 3

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Casi estuvo tentado de mandar a la mierda al chofer con todo y limusina al día siguiente, estuvo a dos segundos de llamar a su hermano y decirle que se rascara con sus propias uñas, pero no lo hizo, algo dentro de él lo impulsaba a seguirle el juego al hombre del cual estuvo enamorado alguna vez.

Cuando llamaron a su puerta temprano esa mañana, ni siquiera se detuvo a cuestionarse como era que Alexander conocía su dirección. Y estuvo tentando en regresar a cambiarse cuando se dio cuenta del lujo que lo rodeaba, hasta el chofer de Alexander estaba bien vestido, en cambio, George se había negado en utilizar uno de sus pocos trajes los cuales utilizaba para ir a su trabajo. Así que solo se había decidido por un pantalón oscuro, una camisa de vestir estaba haciendo muchísimo calor para utilizar una chaqueta.

Durante el trayecto, el chofer no le dirigió la palabra para nada, se limitó a conducir, treinta minutos después entraba en un impresionante vestíbulo de mármol de un edificio de oficinas de diseño, construido con acero y cristal. Siguiendo al chofer subió al último piso en ascensor. Ni siquiera sabía que en Nueva York había una sucursal del Grupo Albon, sabía que la base de trabajo de Alexander estaba en Atlanta al menos así fue mientras Alexander emprendía su negocio ¿Cuánto no sabía de este hombre?, ayer imagino que se verían en algún bar o un restaurante para hablar. Esta oficina ocupaba una suite que, a primera vista, abarcaba toda la planta. George observó los cristales coloreados, el lujoso mobiliario y los aparatos de tecnología avanzada. Una joven muy arreglada se hallaba en la recepción. Era extraño que una empresa como esta también laborara en sábado.

—Buenos días, soy... .

—Señor Russell, bienvenido, lo estamos esperando —La sonrisa de la mujer fue cálida y cortés. O ensayada, ya que era su trabajo dar una buena imagen a esta empresa —El señor Albon está atendiendo una llamada —le indicó una silla —Siéntese, por favor. En seguida lo recibirá —George sintió que los nervios le encogían el estómago. Ya que había llegado hasta allí, quería acabar de una vez. Cada minuto transcurrido le parecieron diez, y tuvo que esforzarse para no mirar constantemente el reloj. ¿Cuánto tendría que esperar? ¿Estaba Alexander Albon dejando que el tiempo pasara para ponerlo nervioso?

Si tan solo pudiera marcharse... Pero no conseguiría nada al hacerlo.

—¿Señor Russell? —Alzó la vista y vio que la recepcionista abandonaba su escritorio. —El señor Albon lo recibirá ahora —George trago saliva, eran seis simples palabras, pero para el sonaron como una sentencia a muerte. «No te asustes» pensó. iba a ser imposible, dado el estado de nervios en que se hallaba. Anoche lo había visto en fotografías en internet. 

Pero hacía años que no lo veía en persona y si las imágenes no mentían, Alexander había cambiado mucho, tanto físicamente como interiormente, esa mirada oscura que devolvían las imágenes era algo aterradora. La recepcionista lo condujo por un amplio pasillo que conducía a una imponente puerta. Tenía que estar tranquilo y no perder el control. Pero era un manojo de nervios y en aquel momento se detestaba a sí mismo, lo detestaba a él y, sobre todo, detestaba la situación que lo había llevado hasta allí.

La recepcionista llamó suavemente a la puerta, la abrió, anunció a George y se retiró. Este se quedó inmóvil, helado al contemplar la figura de un hombre de traje oscuro que se recostaba contra el ventanal. A aquella distancia, a la luz de la mañana, era difícil definir su expresión. Entonces se volvió hacia él. 

George se quedó sin respiración. 

Era alto, ancho de hombros y emanaba de él un aura de poder que la mayoría de los hombres codiciaba, pero pocos poseían. Los huesos de la cara estaban bien definidos, casi cincelados y expresaban una crueldad elemental que advertía de que se trataba de alguien a tener en cuenta. Definitivamente no era el Alexander de aquellos años, lo supo en ese instante, ese hombre oscuro y poderoso, no era su Alexander. 

El contrato[ALEX.A & GEORGE.R]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora