Capítulo 2

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—¡¿Qué han hecho qué?! —George palideció. Sentía una mezcla de consternación e incredulidad que se iba transformando en una creciente sensación de miedo. Contra todo sus principios y reglas propias, pidió al barman otro trago de whisky, no era hombre de licores fuertes, pero ahora mismo lo necesitaba.

—Él era nuestro último recurso, no teníamos más remedio ¿Crees que me ha resultado fácil para nosotros pedirle ayuda Alexander Albon? —dijo Benjy furioso y a la defensiva. Las palabras de Benjy tuvieron el efecto de un martillazo y, por breves instantes, George vaciló entre la furia y la desesperación. Alexander Albon. La mención de aquel nombre bastaba para producirle escalofríos. Un hombre bueno convertido en un hombre malo y todo por culpa del dinero y el poder. Alexander era un empresario millonario que se había hecho camino por el mundo del éxito con trabajo y Dios sabe con qué más, George adivinaba que, con nada bueno, puesto que el hombre que llegó a conocer en la universidad muchos años antes no era nada comparado con el hombre sin corazón que era ahora.

No se explicaba que se había apoderado de su padre y hermano para recurrir a él, ya que Alexander era su exnovio y la última persona con la que tenía ganas de tratar.

—¿Por qué lo hicieron? —cuestionó furioso.

—No teníamos elección —la expresión de Benjy revelaba un tormento que hizo que se le encogiera dolorosamente el estómago. «Olvida eso, tu no les debes nada, no sientas lastima por ellos y deja que resuelvan sus problemas» dijo su voz interna, pero la imagen de su madre moribunda rogándole en su lecho de muerte que siempre cuidara de su padre y su hermano apareció en su cabeza.

Sacudió la cabeza, amaba a su madre y haría cualquier cosa por ella, pero esto era demasiado, ¡Dios mío! La última vez que George había visto a su examante había sido en el funeral de su madre. Una ocasión muy dolorosa, a la que acudieron pocos que lo sintieran de verdad, algunos curiosos... y él había estado tan aturdido por la pena que había actuado de forma mecánica. Desde entonces no había estado en contacto con Alexander, ni quería estarlo. Y ni siquiera sabía que había estado haciendo el hombre ahí, dado que él había sido el causante de la quiebra de la empresa de su padre. Ya que ellos habían terminado muchos meses antes. Y la ironía era que después de que fue el causante de la destrucción financiera de la familia, su familia acudía a él por ayuda. Si esa no era prueba de que Dios se había olvidado de él, no sabía que era.

—¡Maldita sea, Benjy! ¿Cómo han podido hacerlo? —Él no respondió. Tampoco era necesario que lo hiciera. No había tiempo de seguir discutiendo ni haciéndose reproches. Faltaban pocos minutos para que cerraran la estación del tren, tenía que llegar a casa y pensar lo que tendría que hacer. George agarró su chaqueta y su maletín, se volvió hacia su hermano.

—Es el número de Alexander —le dijo mientras le daba una tarjeta elegante de visita, era completamente blanca con el nombre en relieve de Alexander Albon en color dorado, una tarjeta simple pero que sin duda desprendía arrogancia y elegancia en todas sus letras «exactamente igual que Alexander» — Tienes hasta mañana para llamarlo.

—Escucha Benjy —George suspiro —No creo que....

—Por favor —lo miró con desesperación mientras él se guardaba la tarjeta en el bolsillo.

—No puedo hacerlo, ustedes tendrán que buscar otra manera —Esto era demasiado, mucho más de lo que él podía dar. Sin despedirse, salió del bar sin pronunciar palabra. Seguía en silencio y con la mente en blanco mientras abordaba el tren rumbo a su casa, vivía en un edificio sin ascensor de un barrio de las afueras poco recomendable. Las casas se alineaban a lo largo de la calle; todas mostraban diversos grados de decadencia y abandono, algo muy distinto de su antigua vida.

El contrato[ALEX.A & GEORGE.R]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora