Come Fly With me

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12 de junio de 1958.

—¡¿De qué hablas?! ¡No hay forma en la que el Capitán América podría ganarle a Superman! —Dijo Roger, entre risas.

—¡Claro que sí! ¡Le gana de sobra! —Respondió Charles.

—Superman es más fuerte. El Capitán América solo se enfrenta a los nazis, Superman lucha contra aliens y monstruos. —Dijo Roger, seguro de que su lógica era correcta.

—Pues sí, ¡pero si el escudo del Capitán América estuviera hecho de kriptonita, lo destrozaría! —Dijo Charles, enojado.

—¡Pero su escudo no es de kriptonita!

Roger empezó a reírse, Charles se llevó la mano a la frente, derrotado.

—Desearía poder estar más contigo, como antes. —Dijo Roger, melancólico.

—Sí, pero sabes como es; ahora que eres el hijo del jefe, si me ven contigo pensarán que soy un favorito y me harán la vida un infierno. —Respondió Charles.

—Sí, y ahora solo podemos encontrarnos en baños públicos, donde nadie sospecha. Es como en los libros donde los herederos de dos familias rivales se enamoran y tienen que escapar en las noches para verse y mantener su amor en secreto.

—¡No digas eso! ¡No soy marica! —Gritó Charles, alarmado.

Roger echó a reír.

—Tranquilo, tranquilo. Yo tampoco, solo bromeaba

—Más te vale. —Dijo Charles, cruzando los brazos.

Siguieron hablando por unos minutos, pero ya había llegado la hora de irse.

—Bueno, ya es hora. —Dijo Charles.

—¿Tan pronto?

—Sisas, desde todo ese asunto en el café, todo está en la mierda, ¿supiste que el señor Zeppeli fue el único que sobrevivió?

—Sí, ahora yo también mantengo ocupado. —Roger miró su mano de metal. —En fin, gracias, Charles, por seguir siendo amigo mío.

Charles hizo una expresión triste, pero después sonrió.

—¡Homosexual! —Gritó.

—¿Q-qué? —Preguntó Roger, confundido.

—Nada, era un chiste. Chao, la buena.

13 de junio de 1958.

—Ma ¿Si me queda bien esta camisa? —Preguntó Roger.

—Sí, muy bonita. —Dijo Helena, con una sonrisa en la cara.

—¿Y crees que a Christine le va a gustar?

—Pues a ver. —Helena se acercó a Roger y le arregló el cuello de la camisa, que tenía desajustado. —Yo creo que sí. Aunque como le ha cambiado el gusto en la ropa últimamente, uno nunca sabe.

—No me digas eso. —Dijo Roger, consternado.

—Ay mijo, deje de preocuparse por eso que esa muchachita a usted lo quiere mucho.

—Bueno, gracias por ayudarme a elegir la ropa.

—No hay problema, mi amor. ¿Quieres que te ayude a peinar también?

Un rato después, Christine llegó, ella y Roger se saludaron con un abrazo y se sentaron en la sala a conversar mientras Helena les servía limonada. Ya Christine no vestía los largos vestidos de antes, sino chaquetas de cuero y camisas ombligueras, pantalones con cadenas y guantes de motorista; su maquillaje también había cambiado, ya no era algo simple, que hacía lo posible por pasar desapercibido, sino figuras coloridas en su cara con forma de alas, garras, espirales o cualquier cosa que le gustaba a Christine; era Roger, por supuesto, quien pagaba por todo esto, o al menos en su mayoría.

JoJo's Bizarre Adventure: Mechanical SkyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora