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Capitulo uno ¿me extrañaron?
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KLAUS abrio el armario de Alaric y se burló, sacando dos camisas. -¿Quién es este tipo, Safari Sam?-Inclinó las dos camisetas hacia la temerosa doble, con la picardía bailando en sus ojos. -Está bien, ¿malo o más malo?- Le cuestionó.
-Los colores oscuros te quedan mejor-respondió Katherine en voz baja, colocando sus manos temblorosas debajo de sus muslos, intentando ocultar su miedo flagrante de la mirada de Klaus.
-¡Oh! Gracias cariño-. Se burló con falsa gratitud. -Está bien, examen sorpresa. La daga y la ceniza blanca están en posesión de Salvatore, ¿correcto?-
-La daga se usó para matar a Elijah- explicó con cautela. -Lo encontrarás en el sótano de la casa de los Salvatore- finalizó Katherine con un suspiro de derrota, apartando la mirada del Mikaelson.
-Está bien.- Dijo arrastrando las palabras. -Esa daga debe permanecer exactamente donde está. Lo último que necesito hacer es resucitar a Elijah, ese tipo es un tonto- Se rió Klaus pensando en su hermano mayor.
-No olvides que estás en desacuerdo con tu novia Jenna- le informó, otro pequeño suspiro se escapó de sus labios mientras golpeaba ansiosamente el piso de madera con la punta de su estilete.
-Correcto. La tía de Elena, Por todas las mentiras sobre Isobel. ¿Qué más?- Levantó las cejas, necesitando saber más sobre cierta bruja de la que había oído hablar, si ella fuera tan poderosa como todos habían hecho creer que era, sería un problema.
No podía permitir que los problemas se interpusieran en su ritual.
No después de haber esperado tanto tiempo.
-Eso es todo- Katherine se giró, evitando su mirada curiosa.
A ella, sorprendentemente, le agradaba la bruja. Jordanna le recordaba a ella misma en cierto modo. No quería que Klaus la lastimarse solo por lo que ella era.
Era una relación voluble entre ella y Jordanna. Ella era la única en Mystic Falls a quien le agradaba o, bueno, la toleraba. Después de conocerla por poco menos de tres años, se habían hecho amigas.
Klaus caminó hacia el vampiro asustado, sonriendo sádicamente mientras ella se estremecía.
-Oh, qué nerviosa- se burló, con una sonrisa divertida en su rostro.
-Por favor, sólo- exhaló con miedo, deteniéndose para tomar aire. -Sólo mátame. Te he dicho todo lo que sé-.
-Verás, creo que crees eso, pero ¿qué no sabrías? ¿Qué podrían estar ocultándote? ¿Algo? Dímelo- exigió, inclinándose para estar a la altura de sus ojos, con los ojos enfocados en el Petrova cuando él comenzó a obligarla.
