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Capítulo 6 Niño-lobo
《《《《《《《《《☆》》》》》》》》
-hace 3 meses-
-TE ODIO.- le dijo Jordanna al híbrido sin comprender mientras subían a la camioneta antes de salir del almacén.
-¿Tú?-Se burló con falso dolor, sosteniendo su mano contra su corazón. -Estoy herido, de verdad.-
-Si estoy atrapada contigo por mucho tiempo, envenenaré cada maldita cosa que bebas.- le dijo. Su objetivo principal aquí era simple: molestarlo para que la dejara irse.
Por extraño que parezca, en más de una ocasión le habían dicho que era molesta.
Ella no lo vio.
Él simplemente se inclinó más cerca de su rostro.
-Me cabreas y creo que podría beberlo.- sonrió ampliamente, con un chasquido de dientes. -No lo dudes.- le susurró, haciéndola entrecerrar los ojos mientras su cálido aliento abanicaba su rostro. Estúpido.
Stefan puso los ojos en blanco desde el asiento trasero, apoyando la cabeza contra el reposacabezas e inhaló profundamente mientras el Mikaelson comenzaba a conducir.
El impulso de arrojarse fuera del coche en marcha era fuerte.
Jordanna miró por la ventana, ya aburrida del viaje, rezando interiormente para que de repente la atropellara un coche o cayera muerta mágicamente o... ¡ohh! Que su padre volvió de entre los muertos y la mató.
Seguramente eso sería mejor que pasar mucho tiempo con el Original
-hace poco menos de 3 meses-
Bar tras bar tras bar.
Fue jodidamente agotador.
Jordanna nunca pensó que se cansaría de estar en un bar, ¡pero aquí estaba!
Resulta que a la mayoría de los hombres lobo les gustaba beber... mucho, lo que significaba que cada pocos días terminarían en un ... lo adivinaste. Un maldito bar. Estaba bien, aunque en cierto modo significaba que podía beber para disipar sus penas: un trago (o dos... seis) de tequila al día mantenía la realidad alejada.
Ese era su nuevo dicho. Simplemente significaba que cuanto más borracha se ponía, más fácil era pasar el día, y su día consistía en obtener respuestas de personas que presumiblemente sabían dónde encontrar algunos hombres lobo.
Stefan se sentó al lado de Klaus en la mesa sucia y mugrienta, con los brazos cruzados sobre el pecho mientras miraba aburrido hacia delante, estaba en su propio pequeño mundo cuando la voz de Klaus lo sacó de sus pensamientos.
