Parte diez

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En su carrera, en su trayectoria al supuesto lobo que había cruzado la frontera de su territorio, fue interrumpido sorpresivamente por dos enormes lobos Alphas.


¿Qué haces aquí? El lobo de un aspecto feroz, con esa cicatriz cruzando su frente y ceja hasta la sien, y las que tiene en la comisura de su hocico, ladró fuerte e imponente.


¿Quiénes son? Interroga, esquivando la pregunta del Alpha.


Son de una manada de varios kilómetros. Responde la pareja del lobo con las cicatriz, de una manera más cortés. El lobo albino observa al lobo café oscuro, sus ojos avellanas y la suavidad que hay en estos al dirigirse solamente a sus hermanos menores y a él. No era más que Tul. El bonito lobo café oscuro, y la persona que los estuvo protegiendo y enseñando a transformarse en su forma lobuna a Tinnasit y a Maude, y a Mile de niños. Cuidándolos por más de diez años en su niñez. Cuando su madre no podía verlos todo el tiempo.


¿Eres mi Pá de cría? Pregunta Mile, incrédulo y esporádico, al nombrar así a Tul. Y el suena un poco confuso, para un enorme lobo Alpha, pese a esto, el lobo café oscuro de Tul, mueve juiciosamente su cola al reconocerlo. Ustedes son...


Mile. Insisto en que te vayas. Refunfuña el lobo feroz, ahora que sabe quiénes son, este es Max.


¿Qué harán con ellos? Riñe Mile. Moviendo su cabeza, ambos lobos Alphas parecen intercambiar una mirada.


Es mejor que no lo sepas. Deberías irte, Mile. A Tong le molestara de que estés presente. Resopla Tul, moviendo su cabeza en la dirección en la que venía. Sé obediente esta vez. Hablaremos luego, Mile.



Phakphum quería ser obediente. Sin embargo, no podía quedarse sin hacer nada o averiguar quiénes eran. Sí, se contenta con volver a mirar a Nattapol y a Pakorn. Los dos lobos Alphas que le enseñaron a cazar en su infancia, y los que debían de viajar por temporadas en grupos de lobos experimentados en la caza de animales para el alimento del resto de la manada. Sobre todo, en los días de Luna llena. Secamente los avistó bien la última vez en su partida, y no recuerda que el lobo de Nattapol tuviera tantas cicatrices en la comisura de su hocico. Y que el lobo de Pakorn tuviera una cicatriz del tamaño de su antebrazo en el pecho, como si le tomará meses volver a sanar y ponerse de pie.


Y su debate interno agonizó, cuando el primer lamento de un humano alcanzó a sus oídos desarrollados. Y su observación se saltó de la pareja de lobos Alphas, en la escena que se presenta detrás de ellos. Eran dos lobos grises, acorralados por ocho lobos Alphas centinelas que recorren la frontera; gruñendo, ladrando e imponiendo la diferencia de tamaño y autoridad hacia los lobos forasteros. Y lo que más hizo que sus pupilas se movieran, fue ver como un lobo Alpha de su manada se convertía a su apariencia humana, un hombre de veinte-treinta tantos años, mientras otro lobo Alpha se lanzaba a un lobo forastero, obligándolo a que se transforme a su apariencia humana también. Dejando ver a un joven en su plena altanería, de piel blanca y cabello rojizo. El quejido que había escuchado no era un ataque a un lobo forastero, a muerte sino al rudimento de un tormento en grupo de Alphas adultos a dos jóvenes Alpha/Beta que parecían descarriados y tuvieron la desgracia de cruzar territorio hostil.

Gaggle. ɞ ApoMile.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora