Alaric Saltzman era un reputadísimo reportero de guerra británico que estaba emocionado porque al fin le habían enviado a cubrir una noticia al territorio africano conocido como Corvus, que surgió un par de años atrás tras el conflicto armado que aún continuaba dejando destrucción y muerte a su paso. Para Alaric, ir allí era toda una aventura, pero no imaginaba hasta qué punto se complicaría la cosa.
Llevaba tan solo un par de días en Corvus cuando un misil tiró a bajo un edificio cercano a donde él y su equipo estaban filmando unas imágenes. Esto no hizo más que desatar el caos absoluto. En la calle se oían gritos de civiles asustados, gritos que solo eran silenciados con los disparos de hombres armados hasta los dientes.
El equipo de Alaric mostró una asombrosa profesionalidad, que se podría tachar de sangre fría, cuando no dudó en inmortalizar esa trágica escena de terror con su cámara. En cambio, Saltzman se quedó paralizado en el sitio, sus pies se negaban a caminar, su boca no podía pronunciar palabra alguna, su celebro no procesaba la información a un ritmo adecuado para la situación y lo único que podía oír era un intenso zumbido que amenazaba con reventarle los tímpanos.
No era la primera vez que el reportero se veía envuelto en medio de un conflicto armado, pero nunca antes se había visto tan desprotegido. En las otras ocasiones, al menos había presencia de soldados de la ONU o, en su mayoría, americanos. Pero esta vez no, y veía cómo esta pobre gente que le rodeaba –hombres, mujeres y niños- estaba indefensa a manos de este salvaje grupo de guerrilleros.
-¡Saltzman! –le gritó su técnico de sonido-. ¿Qué haces ahí parado? Connor ya ha recogido material suficiente para la noticia, ¡hay que salir de aquí cagando leches! –le dijo agarrándole del brazo y tirando de él para que reaccionara-. ¡Vamos, joder!
Alaric se dejó arrastrar un momento hasta que consiguió dar un par de pasos firmes y caminó por sí solos, aunque sin ser muy consciente de lo que ocurría a su alrededor. De haber sido consciente, podría haber avisado a su equipo de que un proyectil casero había sido lanzado hacia ellos. Sin embargo, no pudo más que ser testigo de cómo una pequeña explosión –pequeña comparada con la que derribó el edificio- lanzaba por los aires a sus compañeros, quienes murieron casi en el acto. Poco más pudo ver, puesto que la onda expansiva le tiró hacia atrás hasta golpearse la cabeza contra el suelo y quedar inconsciente.
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El fuerte ruido de una puerta abriéndose bruscamente y golpeando la pared hizo que Alaric se despertase sobresaltado. Aún le pitaban los oídos y sentía el cuerpo dolorido. No le dio tiempo a mirar el lugar donde se encontraba porque alguien le tapó la cabeza con una capucha con la que no podía ver nada. Dos hombres, cada uno agarrándole por un brazo, le arrastraban por lo que parecía ser un pasillo muy largo.
Aquellos minutos que duró la travesía fueron interminables para Saltzman, quien solo podía pensar que le estaban conduciendo hacia la muerte, para reunirse así con el resto de su equipo.
Los hombres abrieron una puerta y, golpeándole con la culata de un arma, obligaron al británico a ponerse de rodillas.
Cuando le quitaron la capucha, parpadeó fuertemente sus ojos para adaptarse a la escasa luz que iluminaba la sala. Por lo que fue capaz de apreciar, se encontraba en lo que parecía ser un asentimiento secreto excavado en la roca, posiblemente con la función de ser un zulo para albergar a prisioneros.
El click del encendido de una cámara de vídeo le hizo volver la atención hacia sus captores. Unos cinco hombres le rodeaban, todos armados y mostrando sin miedo sus rostros, confiando en que su identidad no sería revelada nunca. Alaric hizo un esfuerzo por memorizar sus rasgos faciales, hasta que comprendió que sería inútil.
"Como se tuviese la más mínima posibilidad de escapar..." pensó con irónico pesar.
Uno de ellos, quien supuso él que sería el líder, se le acercó y le preguntó algo en árabe. Alaric alcanzó a entender una palabra: "americano" e intuyó que le preguntaba si él era uno.
-No –negó con la cabeza, esperando que le comprendiesen-. Soy británico.
-Bien. Ya tenemos americano –dijo el hombre con un inglés muy simple-. ¿Soldado?
-Reportero.
-Americano seguro morir aquí, ¡tú hacernos de oro!
"Así que se trata de eso" comprendió Alaric, "Estoy secuestrado por los rebeldes... ¿Y qué es eso de que tienen a un americano y por qué dice que morirá aquí?"
-Ahora, tú hablar –le ordenó el líder de la organización entregándole un periódico con la fecha de ese día.
-¿Qué digo?
-Lee –le dijo dándole un papel arrugado con un texto escrito en inglés.
Alaric supo que ese texto no lo había escrito ninguno de ellos, no solo porque estaba escrito bien léxicamente, sino también porque tenía expresiones americanas. Seguramente lo habría escrito el americano que tienen retenido y no lo habría pasado nada bien escribiéndolo, ya que se notaba que le temblaba el pulso cuando lo escribió y había un fragmente de texto un tanto confuso, producto de ser sometido a coacción mientras lo escribía. Aún no había conocido al hombre y ya le procesaba estima.
-Británico, mira a cámara y lee –ordenó de nuevo su captor.
Saltzman sabía que no hacerle caso no serviría de nada, así que acató la orden e hizo el comunicado lo mejor que pudo, deseoso de acabar con ese momento lo antes posible.
Cuando al fin hubo acabado, volvieron a taparle la cabeza y le llevaron a otro lugar aún más oscuro, pequeño y maloliente que el anterior y le encerraron allí. Tan oscuro era que no se dio cuenta de que no estaba solo hasta que sus ojos lograron adaptarse a la escasa luz.
Un hombre caucásico, no más mayor de 30 años, con una oscura melena por debajo de los hombros y una extensa barba –producto de haber estado allí durante mucho tiempo-, le miraba con cierta curiosidad, aunque no la suficiente como para acercarse a él.
-Tú debes de ser el americano del que hablaban estos –dijo el hombre, recibiendo un tímido asentimiento de cabeza como respuesta-. Yo soy Alaric Saltzman.
-Sé quién eres –respondió el chico con voz ronca, reflejo de no haber hablado mucho últimamente-, eres el reportero de guerra estrella de la BBC.
-¿Y quién eres tú?
El americano se lo pensó por un momento hasta que llegó a la conclusión de que no tenía nada que perder.
-Damon Salvatore, periodista freelance de guerra.
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N/A: un freelance, en el caso del mundo del periodismo, es aquel periodista que trabaja por su cuenta y que luego vende la noticia que recoge a la cadena de TV, de prensa, etc. que mejor le pague. No tiene respaldo de ninguna empresa.
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Reportero de guerra (Fanfic TVD - Delena)
FanfictionCientos de periodistas se juegan la vida en las zonas en conflicto armado para hacernos llegar la información de lo que allí ocurre. La vida de un periodista de guerra es peligrosa y, pesa a ello, se le da muy poco reconocimiento a la dura y arriesg...