—Al fin, ¡Lo he conseguido! —exclamó la dulce princesa, mientras sostenía un contenedor con un líquido rosa en su interior. Era la culminación de varios fastidiosos y repetitivos fracasos.
Contempló su creación con una gran sonrisa, a medida que luchaba por mantener sus parpados constantemente abiertos. No sabía si habían pasado días o semanas desde que empezó a trabajar en un nuevo y ambicioso proyecto, pero todas esas horas y horas de trabajo, trazando ecuaciones en una pizarra repleta de tiza, dando forma a complejas ecuaciones y formas, habían dado frutos.
Todo su esfuerzo se resumía a ese líquido rosa. Colocó con mucho cuidado el contenedor en una mesa y lo tapó con un corcho. Conociendo la suerte que poseía al realizar experimentos, tarde o temprano algo pasaría y su creación correría un extremo peligro si no tomaba las precauciones adecuadas.
Miró detenidamente el líquido rosa por unos instantes —solo un poco más— dijo, a medida que sus ojos parecían cerrarse en cualquier momento, pero no podía permitirlo. No cuando estaba tan cerca.
—¿Por qué tardaran tanto? —Se preguntó Bonnibel, mientras miraba constantemente un reloj —ya deberían estar aquí.
Aunque ya sabía que Finn y Jake solían tardar algunos minutos cuando eran llamados, el tener que esperar para poder utilizar su invento la hacía perder poco a poco la paciencia. Volvió a mirar el reloj y la puerta a la espera de que ambos aparecieran de repente, sin que se percataran o preocuparan por llegar tarde.
—Hola, hola dulce princesa —cantó el rey helado, entrado por una ventana —¿me extrañaste? Porque yo creo que sí.
—En primera, ¿qué crees que estás haciendo? Acaso no entiendes que no puedes entrar en mí laboratorio —exclamó Bonnibel, intentado no perder los estribos ante el rey helado —¿Y qué te hace pensar que yo te extrañaba? ¡Qué no vez que me vuelves loca!
La expresión del anciano cambió de una alegre e hiperactiva a una seria, mientras intentaba comprender lo que la dulce princesa intentaba decirle. Miró el rostro de la joven por unos momentos— oh, ya veo —dijo, llegando a una rápida conclusión— sólo estas de mal humor por falta de sueño. Ven, yo te guió a tu camita y te contaré tantos cuentos hasta que te duermas… y de paso te daré un beso de buenas noches.
El rey helado flotó hasta la espalda de la dulce princesa y la tomó por los hombros, a medida que intentaba llevarla hasta su habitación. Pronto la princesa tomó el control y alejó al anciano de ella con sus manos.
—Lo siento, pero dormir es algo que no puedo hacer. ¿Ves esa cosa de ahí? —Bonnibel señaló el líquido rosa puesto sobre una mesa. Sin percatarse del grave error que estaba cometiendo— eso va a ayudarme en algo muy importante y por nada del mundo debo quitarle la vista de… espera… ¿Qué estás haciendo?
—¿Tanto por esta cosita? —Los ojos de la dulce princesa se abrieron como platos al momento de ver como el rey helado tomaba el recipiente y lo ojeaba con curiosidad— No hay ningún problema, solo pongamos a trabajar este bebe y… que raro, el corcho no sale.
Bonnilbel corrió hasta el anciano tan rápido como podía. Extendió sus manos en un intento de arrebatarle su invento de las manos rey helado, pero éste se elevó hasta el techo para impedir que lo alcanzara.
Dulce princesa saltó tantas veces como pudo, pero fue imposible llegar hasta donde estaba el anciano. Miró cada vez más preocupada su obra, a medida que el anciano utilizaba sus dientes en un intento por dejar salir el corcho— ¡Eureka! —Gritó, una vez que logro abrir el recipiente— Ahora princesa, sé una buena niña y di "ah" para beber tu medicina.
La peli rosada se llevó una mano a la cara al oír ese comentario. Todo su esfuerzo pendía de lo siguiente que fuera a hacer y decir— viejo torpe, eso no es para beber. ¿Ves esa máquina de ahí? —señalo una gran máquina tan grande que podía caber una o más personas.
ESTÁS LEYENDO
El Fin De La Maldición
Adventureal chile Simon es mi personaje favorito de hora de aventura así que como ando sin chamba estaré publicando historias