Todos los pingüinos en la montaña helada habían hecho un semicírculo alrededor de su rey, todos felices por su regreso. Doctora, por su parte, estaba aliviada tras haber sido salvada por su amigo luego de que los pingüinos habían intentado hervirla viva para hacerla sopa.—¡Mis leales súbditos… Y Gunter! —Exclamó el rey de la montaña, sin su corona, pero aún el rey— estos últimos días he comprendido que todas las princesas me tienen un gran odio , por todas las cosas locas que he hecho a lo largo de los años , he decidido partir y aprender más de este mundo conocer a la princesas y obtener su perdón.
Todos los pingüinos estuvieron a punto de saltar sobre Doctora princesa en ese momento. Creían que ella le había lavado el cerebro a su amado rey, pero él había hablado con la misma coherencia con la que hablaba siempre.
—Mi queridos y leales camaradas, compadres en mis desdichas… y Gunter, escuchen. Ustedes han visto mi triste y solitaria vida. Quiero que ustedes cuiden mi reino. Así, cuando regrese con mi inteligente y bella esposa, en especial bella, pueda encontrar mi reino en una sola pieza.
Eso sorprendió a la doctora princesa aunque un pequeño sonrojo salió de ella por ver saber qué Simon regresaría con una bella esposa.
Simon fue analizando con la mirada a todos sus pingüinos. Si debía encomendar el castillo a sus pingüinos debía elegir a uno que supiera como mantener el orden en su ausencia.
—¡Gunter! Quiero alguien que dé la cara por todos. Alguien que luche en mi nombre en los momentos difíciles y que me llame cuando una linda y ardiente princesa quiera mi mano en matrimonio y estas tapando mi vista de ese alguien… Sí, tú, ¿podrás hacer todo lo que he dicho? ¿Aceptas la responsabilidad como regente de este castillo?
Uno de los pingüinos se llevó una aleta a la cabeza.
Como última orden, el rey de la montaña hizo que todos sus súbditos lo ayudaran a introducir todos sus libros, utensilios de su laboratorio y gran parte del oro que la corona le había obligado a reunir durante décadas o siglos en un portal. Sería cuestión de tiempo antes de que la pelinegra regresara e intentara lastimarlo como la última vez.
Y Simon era alguien que odiaba la guerra, no podría lastimar a una chica a menos que su vida corriera extremo peligro. Tenía que huir, buscar un lugar donde ocultarse y poder empezar desde cero.
Para cuando Marceline, Finn y Jake llegaron encontraron sólo la sala secreta vacía y todos los pingüinos marchando, divididos en seis filas indias. El regente había estado tratando de tener un buen cuidado ahora que Simon no estaba, quería que cuando volviera su rey les diera abrazos y los cepillara a todos .
El regente vio la llegada de los tres intrusos como una amenaza constante para la paz de su castillo asi que gunter, ordenó atacarlos a todos. Ni siquiera haciéndose invisible Marceline pudo escapar del ataque de todos los pequeños pingüinos. Ellos podían oler el apestoso olor de la rebeldía y una camisa con tres días sin lavar en ella.
Los intrusos no tuvieron otra opción más que huir, el regente había hecho un buen trabajo cuidando el reino. Había hecho tan buen trabajo que tomó la decisión de que todos los reinos debían someterse a sus patas y aletas. Todos los reinos eran enemigos de su rey, así que debían caer bajo su mandato.
Su rey estaría feliz de ver como su regente era un buen líder. Luego pensó cuan feliz estaría cuando viera que era tan buen líder así que fue a buscar el ojo diabólico de su rey que fue lo único que escondió y así dominaría todo ooo para su rey.
—Bueno, definitivamente tu amigo no está ahí —dijo Finn, con la mayoría de sus ropas hechas girones— ¿Ahora qué?
—No lo sé Finn —respondió Marceline— esté era el único lugar donde él podría refugiarse. Piénsenlo. Son unos tipos muy inteligentes, pero sin empleo, ni casa y una loca mujer, demonio, vampiro y monstruo queriendo romperles los huesos ¿Adonde hirían?
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El Fin De La Maldición
Adventureal chile Simon es mi personaje favorito de hora de aventura así que como ando sin chamba estaré publicando historias