2. 22 (Taylor's Version) - Taylor Swift

54 9 10
                                    

—Sí, mamá, puedes estar tranquila, de verdad —dijo con el cansancio tiñendo su tono de voz—. No hay nada de lo que tengas que preocuparte, te prometo que voy a estar bien.

Llevaba más de media hora hablando con su madre al teléfono, y de esos más de treinta minutos, la mujer se había pasado al menos diez repitiéndole que tuviera cuidado en las carreras, con los coches, con los mecánicos... con absolutamente todo lo que fuera a estar a su alrededor, básicamente.

Yo no me quedo tranquila, sabes que nunca me ha gustado ese deporte, es muy peligroso; no sé lo que le ves...

Elena rio entre dientes escuchando a su madre una vez más quejándose de su afición por el deporte de referencia en términos de automovilismo. Daba ya por hecho que no podría contar con su visita en el paddock en ninguna carrera mientras estuviera trabajando en Ferrari si no quería verla sufrir un infarto, Milagros no era una mujer de emociones fuertes, estaba demasiado acostumbrada a la vida tranquila que le ofrecía su puesto de trabajo en la oficina de una de las mayores multinacionales italianas.

—No me va a pasar nada, yo ni siquiera me voy a acercar a los coches cuando estén encendidos —repitió nuevamente en un intento más de tranquilizarla, entretenida mientras tanto en trenzar su corta melena rubia ante una imperante necesidad de estar haciendo algo con sus manos—. Probablemente pase las carreras en mi despacho viendo la carrera en la pantalla y publicando contenido sobre estas en las redes, no creo que tenga tiempo de ponerme en peligro —medio bromeó, aunque su madre no se rio.

Lo que tú digas, Elena, pero aun así no puedo evitar preocuparme. Cuando seas madre lo entenderás —la escuchó suspirar resignada al otro lado de la línea—. Más te vale llamarme siempre cuando termine la carrera para saber que está todo bien, ¿sí?

—También podrías verlo en la televisión, aquí en Italia lo dan en los canales públicos.

Rápido me has visto a mí viendo eso en la televisión, con el miedo que me dan los coches.

La conversación se alargó otros cinco minutos durante los cuales Milagros volvió a la misma cantinela, hasta que Elena decidió que era momento de ponerle fin con la excusa de que debía bajar a cenar para que no le cerraran el restaurante del hotel; aunque tampoco estaba mintiendo del todo, su estómago estaba rugiendo de hambre y realmente estaba deseando comer algo.

Se cambió la ropa cómoda que había tenido puesta toda la tarde mientras pasaba las horas frente a la pantalla de su portátil revisando cosas del trabajo, y una vez vestida con algo más decente bajó al restaurante sin esperar ni un segundo más.

Un camarero se acercó a ella cuando la vio esperando junto a la entrada de este poco después y en seguida le dio paso al interior del restaurante prácticamente vacío, a excepción de ella y tres personas más: una pareja que estaba cenando en silencio en una mesa en el centro de la sala y un chico sentado en el lugar más alejado, junto a la ventana. Le costó un par de segundos darse cuenta de que ese chico se le hacía conocido, pero no fue hasta que él alzó la cabeza y las miradas de ambos chocaron que le reconoció realmente.

—¡Elena!

Carlos se levantó de la mesa que ocupaba, aun completamente vacía a excepción de los cubiertos impolutos y una copa de vino tinto a medias; y le hizo un gesto para que se acercase, sonriendo con amplitud.

—Por lo que veo Ferrari pone a todo el mundo en el mismo hotel —bromeó ella al llegar a su altura, y el español se acercó un poco más para poder darle dos besos a modo de saludo—. ¿No está Charles contigo?

—Me dijo que iba a pedir al servicio de habitaciones, probablemente esté hablando con su novia por teléfono —negó con la cabeza y miró al camarero—. ¿Hay algún problema si cenamos en la misma mesa?

RED - Carlos Sainz, Pierre GaslyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora