Capítulo 12

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Algún tiempo después de mi atrevida y nada sensata decisión, me encontraba en un parque con la señorita que algún día seria mi compañera de vida, me encontraba batallando en mis propios pensamientos, ni siquiera sabía por qué había aceptado tal oferta, pero ahora era demasiado tarde para retroceder en mis pasos.

- ¿Hace un buen día hoy no lo cree, milord? – dijo la dama de cabello rubio a mi lado, su andar empezó a ser rápido, lo cual me confundió un poco, pero después logré descifrar que quería alejarse de su chaperona la cual tenía un andar lento, posiblemente para hablar acerca de nuestro plan, excepto que no quería hablar de ello ahora, mi mente estaba en todos lados, menos conmigo.

- Parece que aceptó mi propuesta, las flores estaban hermosas se lo agradezco. – era la primera vez que me agradecían por enviar algo tan sencillo, si esto fuera real y no una mentira, probablemente le enviaría las flores más caras de todo Londres, sino de todo el reino unido si fuese posible, pero probablemente ni siquiera le llamaría la atención tal regalo, por lo poco que conocía de Adeline, sabía que era una dama sencilla, demasiado para una dama de su estatus.

- Esas flores son muy comunes de encontrar, no me lo agradezca. – mi tono había sonado más frio de lo que pensaba, pero no importaba, una dama como Adeline no debía de rebajarse y agradecer por un regalo tan sencillo como ese.

El silencio rodeo nuestros pasos, Adeline tosió para aliviar lo que sea que tenía en la garganta, el clima estaba un poco ventoso, debería de haberla visto en algún lugar más apropiado, ¿Qué iba a pasar si se resfriaba?, eso sería un problema.

-Aún tenemos que arreglar los términos de nuestro matrimonio, además de que todavía es muy pronto para comprometernos, por lo que tendremos que vernos seguido.

- Me parece bien, ¿Qué le parece reunirnos dos veces por semana?, con eso me parece suficiente para establecer nuestros términos y engañar a la sociedad, con lo del cortejo claro. – si terminábamos esta conversación de manera rápida, Adeline podría volver a casa, sin la necesidad de que se enfermara por mi culpa.

- Esta bien, que le parece si la próxima visita es en mi casa. – mis pies se estamparon en el suelo, haciendo que me quedara inmóvil en el lugar, ¿Su vivienda? Acaso era eso apropiado, no había cortejado debidamente a una dama todavía.

-Me parece bien visitarla en su hogar, pero no le parecerá extraño a su padre, no quisiera dejar una mala impresión, al fin y al cabo, nos vamos a casar. – esas palabras cayeron en un lugar profundo dentro de mí, me casaría con Adeline, se convertiría en una Barton, ¿La hundiría igual que el duque a mi madre?, solo el pensamiento me hacía tener la piel de gallina, tendría que hacer que Adeline aprendiera a disparar, para que en el momento en el que me vuelva alguien parecido al duque me matara de inmediato.

Una risa me sacó del profundo hueco en el que mi mente se encontraba, cuando alcé mi vista Adeline se estaba riendo... ¿de mí? ¿Acaso mis nervios por hacer esto de la manera correcta le parecía gracioso?, no lo sabía y posiblemente no tendría una respuesta, aunque en estos momentos no me interesaba obtenerla, nunca había visto a Adeline riéndose, era como si una brisa de viento frio se posara en mi en un verano caluroso, algo sumamente refrescante.

-No creo que le parezca extraño, ¿no está usted cortejándome?, es normal tener visitas regularmente, ¿si no que hacen todos esos caballeros en mi casa? – fue en ese instante que recordé el pequeño detalle qué había olvidado por completo, Adeline era la flor de la sociedad, que tuviese visitas era lo más acorde.

- ¿Todavía tiene pretendientes? – Dije intentando ocultar que la palabra "pretendientes" hacia que mi cuerpo se pusiera en alerta, con ganas de machacar algunas cuantas cabezas.

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⏰ Última actualización: Jan 19 ⏰

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Las Mentiras del duqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora