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«Monkey D. Luffy consiguió su beca siendo amante de la profesora de gimnasia»

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𝗥 𝗨 𝗠 𝗘 𝗨 𝗥 𝗦
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—¿Coñac? ¿Está jugando conmigo?— preguntó incrédulo, la doctora Kureha lo miró con una ceja levantada demostrando seriedad —¿Tiene idea de cuánto cuesta solo una botella?— reprochó cruzándose de brazos, esa mujer estaba demente.

—¿Por quién me tomas, mocoso?— devolvió la pregunta su superior —He bebido coñac toda mi vida, claro que conozco su valor.

—Entonces, ¿por qué me pide un imposible?

—Esa es mi tarifa si quieres meter a tu noviecilla loca de ahora en adelante en tus turnos— esa era su última palabra, Law lo sabía. Ella no cambiaría de parecer, era un hueso muy duro de roer y el azabache ya conocía su temperamento.

Suspiró.

—¿El mismo de siempre?— resignado era poco, se sentía condenado. Su superior sonrió de oreja a oreja y palmeó su espalda con brusquedad.

—¡Dios bendiga el poder de tu vagina!— exclamó la doctora chocando los cinco con la pelirroja que observaba todo en silencio con pequeña diversión en la mirada —Los veo esta noche, tortolitos— sin más desapareció por la puerta dejándolo solo con la bruja de cabellos rojizos.

—¿Te he dicho que eres increíble, Lawcito?— dijo con voz sumamente chillona, colgándose de su brazo como un gato mimado. Esa mujer iba a enfermarlo.

—Vete a la mierda— contestó de muy mal humor, eran las 6 a.m. y quería arrancarse los ojos. Para vendar y suturar a Cejas Locas, lo llevaron al hospital. Law sabía que necesitaba herramientas desinfectadas y la doctora Kureha podía darle pase libre a los instrumentos sin problemas.

Fue en ese momento que Nami escuchó accidentalmente sobre su noche de guardia y lo convenció—extorsionó— de dejarla pasar a la morgue. Dejaron al rubio en una camilla y partieron a buscar a la doctora Kureha. La bruja había insistido en acompañarle, dado que no confiaba en que Law hiciera el trato con su superior al mando.

Debía despedirse de $1500 berries de su presupuesto mensual.

Y todo por una chantajista sensual que amenazaba con revelar fotos de su vergonzosa niñez.

Aún si a Law le importaba un pepino lo que los demás pensaban de su persona; tenía una reputación que mantener.

—Te veo esta noche, querido— se despidió la pelirroja y su mal humor estalló, la tomó del brazo impidiendo su partida y la pegó a su cuerpo —¿Qué haces? Ya te dije que no eres mi tipo— rodó los ojos ante esa respuesta y se encaminó a la salida del hospital.

—Conseguir el coñac es un grano en el culo, no creas que te saldrá gratis este favor— una sádica sonrisa se dibujó en su rostro, Nami le observó con miedo y eso lograba hacerlo feliz —Me ayudarás con eso, quieras o no.

—¿Y por qué lo haría?— cuestionó la pelirroja arqueando una ceja. Sabía que diría eso, no llevaba mucho tratando con ella pero, Law atinó al deducir que no le gustaba seguir órdenes, que solo ella debía tener el control.

Compartían algo en común.

—Porque le salvé el trasero a tu malagradecido amigo— respondió el azabache y al verla lista para refutar agregó —Sabes mejor que nadie que no era mi obligación, nuestro trato solo es dejarte entrar a la morgue. No incluye servicio médico a domicilio para ti o para tus amigos.

𝕽𝖚𝖒𝖊𝖚𝖗𝖘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora